miércoles, 5 de mayo de 2010

El disfraz de los “Leones”

Por: Carlos Morán
Mucha gente se pregunta ¿qué pasa con el Club de Leones? Un buen número de personas les guarda cierta admiración especial por creer que se trata de un círculo en el que solo la gente con sangre azul, especial linaje, generosa, bondadosa, desprendida, altruista, con tiempo de sobra para servir a los que menos tienen y con sobrado poder económico, puede pertenecer a este grupo. Sin embargo, existe un setenta por ciento de la población que ni siquiera sabe que existen, es más, no les importa nada de “ellos” porque viven ignorando la existencia de este grupo que hasta hace varios años se reunía cada miércoles…

Nadie sabe qué pasó, la realidad no justifica que hayan venido tiempos nuevos y los socios fundadores se fueran quedando solos, algunos que habían logrado obtener sus objetivos como un trampolín social, político o que su hija fuera electa y coronada como reinita, un día simplemente se marcharon y se siguieron quedando los viejos fundadores y uno que otro joven que ha decidido seguir los pasos de su padre y corresponder con responsabilidad al rugido.

Yo he sido testigo al ser invitado en muchas ocasiones, y supongo que después de esta reflexión sincera, nunca más me volverán a invitar, al asistir a una cena y muchas más en la que convocan a más de cincuenta socios inscritos con sus respectivas damas leonas y a la que un día juraron ser leales a la doctrina de esta asociación, simplemente no asistir. He visto con tristeza ajena cómo se realizan las reuniones en la que se espera al menos la llegada de la mitad de los asociados pero solamente logramos ser treinta personas, incluyendo a los invitados especiales, cuando existe servicio y cena para casi setenta personas.

Creo que el peor de los desaires que se le puede hacer a un anfitrión y organizador de una cena, es saber que sus amigos, socios y compañeros de la misma doctrina, le hacen el “fuchi” ni siquiera anunciándole que no llegarán, sino que se dan el lujo de dejar plantados a los anfitriones y demostrando su pobre cultura en el lugar menos indicado, en donde se supone la hermandad es la unión más fuerte.

Pero son leones y pueden haber mil excusas para no asistir a la cena de un club al cual un día por interés y convicción propia, el señor y la señora se inscribieron; les tomaron la foto, fueron publicados en todos las secciones de sociales y juraron servir sin mirar a quién porque aparentemente, la pareja tenía espíritu de servicio.

Lo imperdonable es que, un flamante socio “león”, a quien el resto de la sociedad lo mira con cierta “distinción”, se comporte tan bárbaramente y con el mínimo de respeto hacia sus compañeros socios y la asociación a la que pertenece al no emitir una disculpa con anterioridad para que no sea considerado ni en el número de cubiertos y muchos menos en los asientos que se colocan.

Luego entonces, ¿Para que aceptan ser socios de una asociación sino son responsables? El resto de la sociedad aunque no participa, en muchas ocasiones hace juicios que bien vale la pena retomar y exponer gracias a la simple “actitud” de muchos socios. La sociedad asegura que muchos socios nuevos y otros que de la noche a la mañana se vuelven participativos y no dejan de asistir a una sola asamblea es por una razón que ante la luz pública él o ella cree no ser descubierto o descubierta, cuando la sociedad sin pelos en la lengua, expone que está buscando un status social, un lugar en la clase política o desea que su hijita se convierta en reina de la asociación para que al menos su vanidad crezca.

Pocas son las reinas que hemos visto realmente hacer un papel digno y alejado de la frivolidad, pocas son las jovencitas que han demostrado al ser coronadas que, el discurso que ofrecieron en esa noche gloriosa no son más que palabras escritas por un adulto y que dejan bien parada a una pobre muchachita que no tiene ni idea del significado de muchos términos. Pocas son las reinas y no precisamente del Club de Leones, sino de muchas asociaciones, que han sabido hacer este papel con responsabilidad y que se han sensibilizado de verdad con el lema del club que representan, pocas son y no hay necesidad de mencionarlas.

Quiero suponer y espero no suponer mal que, cuando una pareja se inscribe y acepta ser socio de una asociación y en especial del Club de Leones, es porque tiene no solo la capacidad social y económica, sino también la formación moral y honorable, así como el espíritu de servicio al prójimo; porque demuestra ser una pareja responsable que va a cumplir con los estatutos y que se va a congregar cada vez que su asociación lo exija, así como cumplir y participar en las tareas a beneficio de las clases marginadas. Porque si se trata de una pareja que fue convencida, rogada y arreada para que formara parte del grupo solo para hacer chacoteo y ser un número más, es lógico que llegue a las reuniones cada vez que no tenga ningún evento más importante al cual asistir.

Luego entonces, es hora de que los leones fundadores así como otras asociaciones que padecen de la presencia de socios que toman por asalto la cueva, la usan como escaparate o solo asisten cuando les interesa y porque desean que su retoño aunque sea se convierta en “reinita” para que no pase su juventud tan ausente y desangelada. Es hora de que los socios fundadores sepan y sean estrictos al saber a quién van a heredar su lugar, porque sino, el final del Club de Leones, que está en puerta, tendrá incluso un funeral muy lamentable.

Sé de antemano que esta reflexión me va a causar problemas con varios amigos socios que se sentirán ofendidos. Precisamente por ellos lo escribo y porque tengo esa responsabilidad moral y ética con mi quehacer diario que me obliga a comentar lo de hoy porque he visto con tristeza a los viejos socios fundadores, algunos ya enfermos por los años y otros repletos de compromisos, cumplir siempre asistiendo y participando, así mismo saber que, cuando uno de ellos no va a estar presente, su buena cuna la demuestra disculpándose por estar ausente en tal reunión pero con la gracia de contar con su voto en todo lo que se acuerde.

A esto se le llama ser un hombre “León” responsable y con decencia, ser un individuo que proviene de buena cuna, ser un personaje de honor y que ha sido formado con las mínimas reglas de etiqueta que debe poseer un distinguido socio león. El Club de Leones, es una de las pocas asociaciones en Tapachula que todavía posee buenos hombres que en realidad sirven porque están comprometidos con la vida, con la sociedad y porque los mueve el sentimiento más puro del ser humano, el amor.

Uno de los socios que ha ingresado recientemente tal vez tenga el cinismo de reírse lo de hoy y abandonar el Club de Leones, precisamente después de que su primogénita haya sido electa reina, ya que es una pareja que no posee tiempo, capacidad ni poder económico para estar ahí en completo relax esperando a ver qué colonia en extrema miseria los necesita.

Otras asociaciones en donde la inscripción es por mera cantidad económica y poder, hoy sufren otro tipo de desgracias, decepciones y devaluaciones pero en donde las reglas del juego, son así, es jugar a que “soy socio” pero no importa que no participe nunca si lo que importa a la empresa es que esté al corriente con las liquidaciones en efectivo, sin que me importe quién o quienes hoy pululan en ese club y en calidad de qué…

Pero aquellos que se agrupan con la simple y sencilla razón de dar sentido a sus vidas y devolverle a la misma algo de lo que sobradamente les ha dado, es justo que, quienes seleccionan a los nuevos socios, revisen minuciosamente que éstos no solo tengan un perfil económicamente solvente, sino que moralmente sea un hombre comprometido con sus principios, de reputación intachable y que haya dado muestras de poseer espíritu de servicio y no ande buscando un club para limpiar su atropellada imagen.

Los clubes no deberán dejarse engañar por aquellos que dicen ser muy religiosos, menos sí este suele presumir que es evangélico, protestante o evangélico porque viene siendo lo mismo, porque quien mucho alarde hace de la secta que proviene, o de la religión que profesa, justo es que se vigile de cerca porque lo más seguro es que su comportamiento y actitud no sea del todo honesta.

Existe un club que desde su fundación ha tenido serios problemas con socios, quienes han tenido que abandonar el barco para no hundirse con el resto y terminar enlodados, una asociación que posee socios deshonestos, inmorales y bastantes pendencieros que, al ver que los distinguidos personajes de verdad han abandonado la asociación, ellos han usado esos sitios para aparecer ante la tribu como unos hombres que dan su vida por el prójimo.

Uno de estos socios, como muchos que pululan por el mundo, con actitud malsana y perversa estuvo a punto de provocar un infarto cerebral a una pobre y anciana mujer que se atrevió a rentarle una propiedad que él uso comercialmente. Este socio que dice ser cristiano evangélico protestante y socio de una secta cristiana así como de un club, le depositó la renta en el juzgado a la señora cuando descubrió que el negocio caminaba mal ante las exigencias del pago.

El jaloneo fue vergonzoso y el hombre “socio de un prestigiado club” actuó con rabia y harta saña en contra de la mujer, con la completa seguridad de que nadie creería que un hombre como él, que se congrega en una secta religiosa, que se dice ser cristiano y lanza bendiciones por doquier, fuera tan perverso. Así que no solo le depositó la renta en el juzgado, sino que por poco y la mata.
Finalmente el hombre apareció victorioso y todavía tuvo la estupenda idea de llegar con sus compañeros socios a contarles que su “Dios”, ese famoso Dios de los ejércitos que usan los sectarios para todas sus prebendas y transas, lo había defendido y hasta le había ganado el juicio a la mujer.

No sé si la gran mayoría de socios que acuerpan a este personaje sean inocentes o de plano, comulgan con su misma moral y por tal razón, se entienden bien, pero la sociedad es cruel, mira y juzga, y juzga porque espera que un hombre que se dice ser socio de un club y que ayuda al prójimo, su escases de leche materna, no lo demuestre, al menos no a los 4 vientos.

Pero así son los cristianos, evangélicos o sectarios, todo es cuestión de estudiar cómo actúan. Hace poco me enteré de una señora a quien llaman “Doña Concha”, que por cierto se dedica al agio y que su esposo es “pastor” de una iglesia protestante. Pues bien, la pareja se llevó a un poco de ignorantes a su casa del mar en Playita Linda, en donde su esposo que la trata a golpes, bautizó uno a uno remedando grotescamente a un señor llamado Jesús, y que ellos usan según sus negras intenciones. Pero esta historia junto con la de otros comerciantes de la fe, se la contaré otro día, por hoy solo viva con cuidado.
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