viernes, 10 de diciembre de 2010

El amante con guantes

Por Carlos Morán

Cuando escribo sobre pescado, no puedo evitar recordar aquella historia que le he compartido ya en muchas ocasiones, más bien es un cuento que por supuesto, solo a una mujer se le hubiera ocurrido escribir. Se trata de una Lady japonesa de nombre Hanako, aunque joven y bella, algo atolondrada pues tenía un amante escrupuloso y pulcro que gustaba de hacer el amor con guantes.

Antes de tocarla, el hombre vigilaba personalmente su baño y exigía que ella se fregara con piedra pómez de pies a cabeza y se depilara hasta el último vello (supongo que era libanés) y se enjabonara cuanto pliegue y orificio había en su esbelto cuerpo, todo esto sin una sola palabra de afecto o de aprecio por sus encantos.

Ahora bien, en el jardín de Hanako había un estanque donde vivía una carpa enorme y venerable. A pesar de sus cuarenta años de existencia, el viejo pez no tenía ninguna de las mañana del meticuloso enamorado de Hanako, al contrario, era fuerte como un atleta y lleno de consideración, como deben ser los buenos amantes.

No es raro, por lo mismo, que ella prefiriera su compañía. Así es como la joven solía después de cada sesión de amor, sentarse a la orilla del agua, llamarlo por su nombre, y él subía a la superficie a jugar con ella.

Esa noche, tras recibir las higiénicas caricias del hombre con guantes, salió al jardín y se echó a la orilla del estanque a llorar. Atraído por los sollozos, el gigante subió del fondo y, acercándose a la mano lánguida de la Lady que apenas tocaba el agua, le chupó uno a uno los dedos con sus fuertes labios.

Hanako por supuesto que sintió que su piel se erizaba y una sensualidad desconocida la corría entera sacudiéndola hasta la esencia misma de su ser. Ante tal situación deliciosa dejó caer un pie al agua y el pez besó también cada dedo con la misma dedicación, y luego la otra mano y el otro pie, y en seguida ella puso las piernas en el estanque y la hermosa carpa frotó sus escamas de plata de su vientre contra la piel de la muchacha…

Hanako, mujer al fin y ansiosa de cariño, comprendió la invitación y se dejó caer en el barro del estanque, abierta y blanca como una flor de loto, mientras el atrevido pez rondaba en torno a ella acariciándola y besándola, obligándola a abrir las piernas y entregarse a sus caricias.

El pez le soplaba chorros de agua por las partes más sensibles y así, poco a poco, fue ganando terreno y conduciéndola por las rutas del placer más sublime, un placer que Hanako, no había tenido nunca en brazos de hombre alguno y menos, por supuesto, del amante enguantado.

Más tarde, complacidos y exhaustos, ambos reposaron flotando contentos en el barro del estanque bajo el escrutinio de las estrellas. Posiblemente la síntesis de todas las delicias que pueden prepararse con pescado, es lo que hoy le comparto.

No sin antes decirle que, ya he escrito que casi todas las criaturas del más son afrodisíacas, así que como en esta temporada y todas las épocas del año, los humanos buscamos placer, lo que hoy les compartiré sin duda les alimentará al menos la curiosidad y como esto es tan fuerte como el deseo, no tardará en llegar al sitio en donde sirven esta delicia que no solo envenena la sangre, sino que puede convertirse en su cuerpo en una bomba afrodisíaca.

El domingo pasado después de haber visto a la orilla de la carretera un letrero del restaurante Mar y Tierra que anuncia “pescado zarandeado”y otras delicias más, decidimos aventurarnos y conocer este sitio que, si usted ya vio el anuncio y no le ha despertado nada, es probable que este renunciado a este mundo o de plano, vive tan de prisa que el sentido de la curiosidad, ya la perdió.

Debo decirle que la calle no está pavimentada, y creo que esto sí anima a ir, ya que generalmente nos encantan los lugares en donde la incomodidad prevalezca y los centros de reunión estén escondidos o en lugares inexplicables a donde no se imagina uno que la gente pueda gozarse, razón por la que muchas cantinas buscan sitios alejados y escondidos, para que el niño que llevamos dentro salga a flote en busca de la aventura…

Bueno, el restaurante “Mar y Tierra”, no es precisamente un sitio como muchas cantinas que se instalan bajo la sombra de un mangal o en una casa misteriosa en colonia alguna habitada por extraños, sino más bien se encuentra en el corazón de la colonia Canta Ranas.

Es una casa fresca que se encuentra al fondo de un solar y que está rodeada de una hermosa vegetación tropical. Sí, hay infinidad de plantas algunas en entero desorden y que crecen como Dios lo permite enmarcando este pequeño centro culinario atendido por una pareja de chiapanecos que en sus viajes, han cultivado su paladar creando recetas que desde hace 6 meses comparten en este espacio.

Cuando llegue al lugar no se sorprenda al ver en la entrada la construcción de un pequeño castillo con dos torres, es la casa de los dueños del restaurante que han decidido coronar su reino con un edificio que despierta sorpresa en todos los visitantes.

Pues bien, la especialidad de doña Nery Sánchez Hernández y Gerardo Hernández Guzmán, es el “Pescado Zarandeado”, una delicia originaria de Nayarit y que ellos han tomado como base para crear una receta que, quienes la han probado, vuelven.

Este platillo tiene como secreto fundamental que el robalo debe ser fresco, se le tiene que limpiar bien por dentro y por fuera, pero sobre todo debe cocinarse al carbón, zarandeando el pescado hasta conseguir el punto exacto de cocción.

Sí a usted le gusta el pescado zarandeado y ya lo ha probado en otro sitio, con certeza puedo anunciarle que después de degustarlo en este sitio que además de todo ofrece frescura, privacidad y buen servicio, se encantará del exquisito sabor y un sello inigualable que lo hará volver.

Para comentarios escríbeme a morancarlos.escobar@gmail.com

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