viernes, 21 de enero de 2011

De la Frontera Sur y de un nuevo plebiscito

El Canshape

Rodrigo Ramón Aquino
Derivado de la vocación solidaria y fraternal que Chiapas ha mostrado con el fenómeno migratorio, el diputado federal Sami David insiste en la aplicación de políticas públicas eficaces que busquen fortalecer la atención de los derechos humanos de los migrantes en la Frontera Sur de México, para ello, y como se recordará, planteó al Congreso de la Unión una iniciativa de reforma a la Ley Federal de Población que busca, particularmente, adicionar un capítulo que garantice su protección.

Al realizar hace unos días un recorrido por los puntos limítrofes del estado, al lado de varios legisladores federales de Chiapas y Oaxaca, así como funcionarios federales, estatales y municipales, celebró la construcción de una verdadera política de estado en materia migratoria que bien se debió tener desde hace siglos.

El legislador priista recalcó que la cuestión migratoria es un tema de mayor importancia actualmente. “Me sumo a la construcción de una normatividad migratoria, a la altura de nuestra amplia tradición como país, en materia internacional, en razón de nuestra tradición de asilo y el refugio que nos ha caracterizado”.

La Frontera Sur de México comprende mil 149 kilómetros, de los cuales 956 comparte con Guatemala y 193 con Belice. Según las autoridades migratorias hay siete pasos legalmente establecidos, aunque más de 50 denominados de extravío. Es por eso que la iniciativa presentada propone la creación de la Procuraduría Nacional de Migración que supervise la actividad de las diversas dependencias del Ejecutivo federal, desde la perspectiva de garantizar los derechos humanos de los migrantes.

Por donde se le vea la propuesta es buena porque pone como ejemplo nacional la vocación de Chiapas como frontera amiga, por eso se esperan los acuerdos, además de la comprensión y sensibilidad necesarias, para que esta iniciativa camine con buen paso en el proceso legislativo.

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Hablando de la Frontera Sur, recién me entero de una iniciativa ciudadana que busca cambiar el nombre al municipio de Tuxtla Chico y ponerle Izapa, en honor al pueblo que erigió tan importante centro rector político y cultural de Mesoamérica y que gobernó, por cerca de mil 500 años, sobre una amplia zona costera de lo que ahora es Chiapas y Guatemala.

La propuesta ha cobrado sobrada notoriedad en diversos sectores de la sociedad, quienes coinciden en que no tiene caso que el municipio se siga llamando como la capital del estado, es decir Tuxtla, y que Chico es un adjetivo que lo minimiza y, pareciera, lo condena a esa condición.

Los argumentos por demás sólidos dicen que al cambiar la nomenclatura el pueblo reafirmaría su identidad al tener un nombre original, con una historia gloriosa.

Otro beneficio será la reactivación de su economía, afectada hace tiempo con la exclusión que sufrió debido al trazo de la carretera internacional Tapachula-Talismán, porque los cada vez más numerosos visitantes que llegan a la zona arqueológica querrán conocer el pueblo que lleva tan singular nombre: Izapa.

Por mucho tiempo Tapachula se ha beneficiado con las ruinas que están ubicadas en la extensión territorial de Tuxtla Chico. Para la mayoría de los visitantes pertenecen a la Perla del Soconusco porque en los recorridos turísticos, ofrecidos por los prestadores de servicios de esa ciudad, el sitio arqueológico está incluido. Con el cambio de nombre se fortalecerá la pertenencia.

¿Si Palenque se llama como su zona arqueológica –y vean cómo le va−, porque Tuxtla Chico no llamarse Izapa?

Alguien comentó que para qué cambiar el nombre. Que los topónimos son patrimonio cultural inmaterial que deben preservarse. Que ya han ocurrido casos como Pinola o San Bartolomé. Creo que la preocupación es muy válida. Pero en este caso Izapa también es topónimo: Izapa significa Lugar de aguas frías. Del náhualt: Itsapa (Its-a-pan). Itstik=frío, atl=agua, pan=lugar. Y es hasta más conveniente porque jamás vi un conejo silvestre en los campos del pueblo, no obstante sus ríos son de agua fresca, fría.

Yo apoyo la propuesta y haré lo que esté en mis manos para impulsarla. Espero se logré la organización necesaria para llamar la atención de las autoridades y se pueda, de ser posible y en su momento, hacer uso del recurso del plebiscito como se ocurrió en Ocozocoautla. Aunque esta ocasión los resultados se antojan más contundentes a partir de una demanda más legítima.

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