viernes, 11 de febrero de 2011

Un paseo por Tuxtla Chico


Por Carlos Morán
El pasado martes por la mañana, Héctor Cano de la Torre, presidente de la FIT, ofreció un desayuno para dar los pormenores de lo que será la este año la máxima muestra del Sureste. Con el número de comunicadores que estábamos ahí reunidos, supuse que para hoy no alcanzarían los periódicos de la localidad por el número de escritos y comentarios que harían quienes desayunaron huevos revueltos, chilaquiles, frijoles así como platanitos refritos y jugo de naranja. No es ironía, es simplemente una realidad ya que el número no cuadra con los resultados.

En ese mismo desayuno una comunicadora inocente le preguntó al presidente de la feria ¿cuál es la diferencia entre la Feria de San Marcos y la de Tapachula? Y, a pesar de que Cano de la Torre contestó con su peculiar estilo, ahora político, un viejo lobo de mar en el ambiente periodístico, que estaba en mi mesa dijo ¡El número de muertos! Otro día les comentaré lo que ahí se dijo, pero en términos generales, la FIT, promete ser muy parecida pero mejor a la de años anteriores, con algunas mejoras y recomendaciones para los visitantes.

El pasado 2 de febrero, fui uno más entre los miles de visitantes que llegó al pintoresco pueblo de Tuxtla Chico para admirar la procesión y paseo que la virgen de la Candelaria, realiza por las principales calles de ese poblado de mujeres “gritonas” que, por cierto, se suma con pasión y extraordinaria fe.

Esta festividad es sin duda la más importante de la región por la grandeza con que se realiza y por el número de visitantes que llegan con fervor católico, con mirada artística, cultural y sin que falte quienes llegan para divertirse y porque no, tal vez encontrar algo que el destino le tiene preparado.

Esta virgen, dicen algunos que también es parte del naufragio de un barco que arrimó tres imágenes a las costas mazatecas, se suma a la historia que de paso se quedó encargada unos días pero los pobladores ya no dejaron que se la llevaran para convertirse en la patrona de los tuxtlachiquences y milagrosa de sus fieles seguidores.

Como sea, año con año, los vecinos se unen para construir sobre el asfalto hermosos tapetes realmente artísticos y llenos de colorido, todos muy entusiastas porque la virgen, abandona su recinto para recibir la alegría de sus seguidores quienes no solo echan su imaginación en los tapetes por donde pasa la santa, sino que algunos contratan mariachi, fuegos artificiales y toda una fiesta repleta de devoción por las bondades recibidas durante el año.

En esta fiesta no ingresa la melancolía, lutos ni desgracias, porque la fe de los pobladores supera todo acontecimiento adverso. Así, la virgen a quien le edifican una plataforma que es cargada por respetables hombres, este año lució un atuendo decorado con flores típicas del original traje chiapaneco.

Pero la virgen no va sola, le acompañan cientos de seguidores y de casa en casa, por donde Ella pasa y se estaciona para ser venerada y ovacionada con canciones, rezos, cantos y un cielo repleto de estrellas por el efecto de los fuegos artificiales, se suman más devotos al cortejo con veladoras encendidas para escoltarla hasta su regreso a la iglesia que será en las primeras horas del día siguiente (Ella sale a las 8 de la noche, tras una misa solemne)

Así, a paso lento los hombres cargan y estacionan a la Santa en cada una de las esquinas o en donde la familia pide permiso para que more por unos minutos mientras le rinde honores. Van con ella también todas las quinceañeras del año. Sí, son las debutantes del 2010 que para ese día vuelven a vestirse con el diseño original portando tiara y ramo, bien maquilladas y sin mostrar cansancio alguno porque no es una penitencia, sino un honor.

Así que estas quinceañeras van con la virgen en todo el recorrido, ellas abren el desfile luciendo sus trajes como el día que Dios les permitió debutar, por lo que supongo, todas viven a dieta a partir del debut para volverse a vestir. Así mismo ninguna de ellas puede ni casarse y mucho menos resultar embarazada, porque estaría fallándole a la patrona de Tuxtla Chico.

La fiesta comienza con “la novena”, son nueve días antes de cada 2 de febrero de cada año cuando el pueblo vive apasionadamente estas festividades que invade el centro del pueblito con variedad de espacios culinarios en donde por supuesto predominan las cenas juches, juegos para niños y por supuesto, las señoras “gritonas” de Tuxtla Chico, hacen gala de su hospitalidad ofreciendo posada a visitantes a quienes reciben espléndidamente.

La fiesta comienza con la procesión de las velas hasta “el pocito”, en donde cuenta otra leyenda apareció la virgen, se dice también que originalmente son las quinceañeras quienes bordan el vestido que la virgen estrena cada año previo a la bendición sacerdotal. La iglesia de esta santa fue construida por los frailes Dominicos allá del año 1857 y la virgen original data de 1700 tallada en madera por manos españolas.

Por supuesto que pregunté qué pasa con los hermanos protestantes que algunos conocen como “come santos caga curas”, ya que el calor del festejo es en todo Tuxtla Chico y pareciera ser que no existe un rincón o una familia que no se sume a esta fiesta santa. Algunos informantes que iban en la procesión me contaron que los protestantes, para no ganarse enemistades gratis, simplemente se hacen a un lado, cierran las puertas de su casa para no ver a la virgen pues al hacerlo pudieran perder su boleto para subirse al carretón a la hora del “rapto de la iglesia” y, dejan que los demás vecinos exploten de júbilo ante el paso de la milagrosa.

Ingresé a la iglesia y pude admirar el recinto bellamente decorado con flores de la región. Toda la iglesia luce adornada con un mismo proyecto, así que quienes llevan flores, arreglos florales o velas, las colocan y las encienden en un sitio especial para no devaluar la obra artística que enmarca a Santa María de Candelaria en sus festividades.

Después de ver a la virgen en ese majestuoso recorrido, visitar su hermosa casa construida de adobe con tres gigantescos y mágicos candiles que cuelgan del techo, aceptamos la invitación, Fernando y Magda de De León, así como Martha Fourzali y este servidor que nos hizo la buena amiga Delina Zarate de Vera, quien nos recibió en su confortable casa como se debe hacer, con tequila, refresco, café y los tradicionales tamales realizados por Doña Petra.

Abandonamos la casa de Delina Zárate después de las once treinta de la noche, con la panza llena, el corazón totalmente confortado, el alma en paz y gozosos ante el espectáculo de fuegos artificiales que no se ve nunca, al menos en cantidad y en una sola noche, convencidos para volver el año siguiente.

Para comentarios escríbeme a morancarlos.escobar@gmail.com

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