Por Carlos Morán
Mucha gente tiene la idea equivocada de que Marinni, el restaurante que se encuentra en la esquina de la Central Oriente y 11 Sur, es un sitio con precios altos. Y no es así. He sido testigo que este centro gastronómico mantiene distintas promociones e incluso existe un día de la semana en que una pareja, ya sean novios, amigos o esposos, por cien pesos pueden comer pizza y vino, o sea, por cien pesos posa sus sentaderas en un escenario bonito, cena, brinda y de paso le declara su amor a quien le acompañe…
Puedo asegurarle que en este restaurante usted puede gastar menos que de lo que paga en las cenadurías de la 8ª sur, y al menos tendrá la seguridad de ingerir alimentos de buena calidad, limpios, con una mesa bien puesta y la atención de un mesero presentable que está aseado, amén a un sitio precioso que puede disfrutar y que no le cuesta nada.
Al contrario de ir a una de las cenadurías que le acabo de comentar en donde se duda la procedencia de la carne que suele ser jarocha, la higiene personal de la cocinera que a simple vista nos demuestra poca delicadeza en su arreglo, el restaurante que mantiene un piso y paredes sucias, los platos mal lavados y una lista enorme de detalles que, si usted se detiene a mirar con atención, verá la grandísima diferencia que existe entre un restaurante limpio y uno que cocina la carne sobre un asador lleno de cochambre, que se sazona con heces fecales que pulula en el ambiente y, si le falta todavía sabor, ahí van las moscas y el humo de los carros para sellar la carne, la tlayuda o cecina que baila en un plato que fue usado por otro comensal y solamente enjuagado en una tina de agua puerca.
Es probable que usted sostenga el estandarte cultural que, mientras más chorreada esté la señora que prepara la carne y más asqueroso sea el franelero que lo llama y le sirve, mejor sabor tienen las garnachas que se come. Es libre de comer en esos chiqueros sí va con su altura humana.
En Tapachula tenemos la oportunidad de contar con varios restaurantes de muy bien nivel, con gente que le ha apostado incluso su patrimonio en una inversión, capacitación de personal y extraordinaria calidad de platillos que, la gente al no responder porque le gusta comer en la banqueta y sobre un mantel de plástico, ha decidido cerrar y emigrar, en algunos casos a otra ciudad en donde la gente los valore. De ahí que siempre decimos sin mordernos la lengua: “¡es que en Tapachula no hay un lugar para cenar o comer bien!”, cuando queremos quedar bien con alguien, sobre todo que viene de fuera.
Por supuesto que hay, actualmente contamos con una buena lista de restauranteros entre los que se anota Marinni, que no es un sitio improvisado, sino un lugar bien pensado, remodelado, adaptado y decorado con materiales de buen gusto, no para cobrarle más al comensal, sino para ofrecerle al cliente un restaurante digno y de buena calidad, a la altura de las grandes ciudades y para que aprenda, porque no, para que cuando viaje o llegue a ser alguien importante en la vida, no pase vergüenzas al no saber comer y sobre todo, haber domado su paladar con exquisiteces de la cocina internacional.
Tenemos también la mala costumbre siempre de comentar “fui a tal restaurante pero el mesero me dio la carne cruda”. Es muy probable que a la hora de levantarle el pedido, el mesonero, que debe ser un muchacho alto, blanco, de ojos azules y cabellera rubia, le haya preguntado a qué termino deseaba su carne, enumerándole por supuesto el medio, 3/4 o bien cocida, y usted no queriendo demostrar su pobreza, o verse naco, como dicen los jóvenes de hoy, ordenó tal vez el termino medio, ignorantemente.
¿Que no le gustó el aderezo de la ensalada? Es muy simple, la gente de mucho mundo (como los artistas que la mayoría proviene del arrabal o de cuna canalla) no crea que nacieron aprendiendo, sino que han entendido que, quien paga manda, así que usted puede llegar a un restaurante y ordenarle al mesonero lo que desea y, si su paladar no está acostumbrado al aceite de oliva y solo al limón, la sal con un poco de mayonesa, así pida el aderezo para su ensalada. No le pasara nada, al contrario, el restaurantero irá aprendiendo y ambos, el empresario gastronómico y el comensal, crecerán. El restaurantero afinará la sazón de los platillos al paladar al cliente y usted irá aprendiendo a sugerencia del mismo, los nuevos sabores…
Me tocó un día ver a un joven de buen nivel económico que tras una espera de varios meses, la chica, a quien veía más arriba de cualquier reinita del pueblo, finalmente le aceptó la invitación a salir. Primero sufrió en elegir el lugar y luego le entró un terror al pensar que no sabría comportarse. Llegó la hora y la llevó a un restaurante y como se esperaba le preguntó a la chica con qué deseaba cenar, “sí con vino o con coca líquida”. La muchacha descubrió que éste era un rico que solo poseía dinero, así que corrigió el detalle y ella ordenó.
Ella le fue enseñando en el camino cómo se pedía la carne, el corte, el corte del cuchillo, la ensalada con la variedad de aderezos que fue detallando dejándolo con la boca abierta. Con el tiempo se hicieron novios, no se casaron pero gracias a ella él aprendió a comer, afinó su paladar y como herencia le dejó mucha seguridad para que a la hora de entrar a un restaurante elegante, no se sintiera indigno, apocado o achicopalado.
La intención de hoy no es sugerirle que vaya a cenar a Marinni, yo sé que a usted le gusta ese lugar, que lo ve absurdamente inalcanzable, que siempre piensa primero en su economía, y más todavía si le impactó lo que escribí ayer, pero solo le confirmo que sí se atreve, con muy pocos pesos usted puede no solo impresionar a su novia, sino también volver a conquistar a su esposa con un platillo que, sino sabe qué o cómo pedirlo, Rocío Marín que es la dueña o el mesonero que le de más confianza, con toda confianza le sugerirán de acuerdo a lo que desee y a como está acostumbrado a comerlo.
Así como Marinni, (que no es 100% italiano porque ya venden carnes) existen en nuestra ciudad varios restaurantes que no solo merecemos, sino que en esta época de crisis se están sosteniendo porque se niegan a cerrar, y no es simple orgullo huacalero, sino que va más allá de eso, se trata de gente de Tapachula, empresarios gastronómicos que nacieron acá y que desean que tengamos lugares buenos y dignos, sitios en donde no se trata de cambiar la adicción a la garnacha o a las cenas de pollo juche, sino de restauranteros que tienen como misión darnos un sitio que merecemos con platillos de buena calidad.
Le comento lo de hoy porque como tapachultecos siempre nos hemos sentido olvidados, aseguramos vivir en el fundillo de México porque nos lo confirma nuestra asistencia regular a banquetas y nos conformamos con el mal trato y pésimo servicio que nos dan las mujeres y hombres que le apuestan a servir comida en la calle, fritanga carente de higiene que se nos va directo a las arterias.
¡Atrévase! En vez de jugar su dinero en apuestas, cantinas de mala muerte, celulares que no van con su status y otras adicciones que supongo están bien arraigadas al alma, aprenda a comer. Atrévase a conocer varios lugares como el restaurante del hotel Casa Mexicana, El Barón del hotel Fénix, el Sr. Tango y por supuesto, al que particularmente me refiero hoy y tomo de ejemplo, Marinni. Le aseguro que aceptará no solo que es sabroso, sino que es un sitio que merece porque usted es un tapachulteco que nació para vivir y comer bien.
Para comentarios escríbeme a morancarlos.escobar@gmail.com
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