martes, 31 de mayo de 2011

Cuando la imagen...Choca con el puesto

Por Carlos Morán
Existe gente que todavía cree que la imagen no importa. Así que es tiempo de verse en un espejo o aprender a vestir de acuerdo al ramo y rango en que se desenvuelva porque sino, prepárese porque muy pronto será relevado por otro que tal vez no sea mejor que usted, pero que adorna mejor a la empresa…

Casi todas las profesiones están atravesando por un período de cambios, debido a situaciones contradictorias, como la demanda creciente del consumidor y el aumento constante de la competencia; ya no basta con tener un título profesional y ejercer capazmente como tal, sino que se exige primeramente que el profesional tenga buena IMAGEN, y a veces las medallas de honor y los grados, pueden ser rechazados por falta de lo que hoy comparto.

Ser un extraordinario profesionista es una cosa y tener educación, disciplina, prudencia y buena imagen, es otra. Solo que la primera, sí carece de las demás, no puede funcionar y es la causa del porque muchos genios egresados de universidades, están en la calle sin encontrar un puesto digno a su profesión. Y es que muchas veces el perfil social o imagen no encaja con el estatus ni del puesto y mucho menos de la profesión que presume. (Así como se reconoce a una mujer de oficio prostituta por su porte, así mismo se reconoce a un profesionista)

Sí, es tal vez la clásica historia que se parece mucho a la de la empleada doméstica que se casa con el patrón y éste, se convierte en Diputado Federal. ¿Sabe usted lo que ocurrirá en la primera reunión social a donde la “María” llegue con sus pasadores en la cabeza (y no digamos el arreglo personal), el cicle en la boca, atropellando todas las reglas de etiqueta y hablando incoherencias? Es lo mismo que le sucede a un profesionista, incluso con mención honorifica que por accidente llega a ser el gerente en una flamante empresa. La imagen no está a la altura del puesto.

 
Es cierto que las universidades no pulen la personalidad ni la imagen de los estudiantes, sobre todo cuando a veces el maestro carece de lo que hoy abordo. Sí, es común ver a un catedrático que no cuida su imagen, que posee un vocabulario corto, que no vigila su arreglo personal y mucho menos su conducta. Es típico que veamos a un catedrático con maestría y a veces con doctorado, con la imagen totalmente deteriorada (Y él o ella pensará que eso no importa). Y es que lo triste de todo es que el profesionista nunca crece culturalmente… ¿Sí me explico verdad?

Comencemos diciendo que Lizandro es un muchacho de cuna humilde que la hizo “de todo”, incluso vendió su amor para lograr graduarse como Licenciado en Administración de Empresas en la UNACH. No tengo que describir su perfil ni su personalidad, de más está anunciar que vestía como podía de acuerdo a su condición y hablaba como todos los del barrio en donde vivía. Así que ir a la universidad no lo hacía diferente al resto del rebaño con quienes se reunía en sus ratos libres, pero siempre tuve la confianza de que los años de estudio y “cultura que adquiriría en la universidad” lo transformarían totalmente pero me decepcione.

Este joven que acumuló un grandioso 7.5 de promedio general durante toda la carrera universitaria, pronto comenzó a sorprender a muchos, sobre todo a aquellos que habían egresado con medallas de honor en el pecho y que se habían quemado las pestañas para nunca bajar del cuadro de honor.

Primero lo contrató una empresa que le dio la confianza de manejar a más de 30 vendedores de productos químicos y cuando estaba en la cima del éxito, no lo manifestó con la ropa, sino que comenzó a echar una panza que tal vez no era de felicidad, sino de descuido e ignorancia por el gusto a la grasa, cerveza y tantas fritangas que comía en la calle. Siempre llegaba a contarme sus triunfos y me daba mucho gusto que, un muchacho humilde y sencillo como él, se superara y estuviera no solo ganando buenos pesos, sino que estaba en un puesto envidiable, aunque siempre le decía –Lizandro, la panza, mucho ojo con la panza que la imagen también importa- El solo se reía…

Supongo que su fama de buen administrador o astucia para el manejo de personal, cruzó las fronteras de otras empresas y un año después ganaba el doble en otra compañía que lo había enamorado dándole incluso un flamante auto del año. Lizandro era un muchacho que en la calle parecía más bien un vendedor de tortas que el flamante administrador de “Petróleos y acciones de Latinoamérica S.A. de C.V.”. Vestía como su cultura se lo dictaba y su actitud mediocre lo demostraba alternando con el personal con bromas de mal gusto, descuidando esa línea entre él y los demás, que no es “diferencia social”, sino la búsqueda de un respeto que no está reñida con la amistad y las relaciones humanas.

Dos años después Lizandro estaba al frente de una compañía con mayor categoría, con mejor sueldo y mejores prestaciones así como holgadas concesiones preferenciales. Llegó a presumirme su nuevo logro y no le pregunté “cómo le había hecho”, estaba convencido que tenía suerte y no dudaba de su capacidad, pero me dejaba cierta duda… Me extrañaba que un tipo como él que nunca había mejorado su imagen y menos su léxico que no solo era vulgar, sino ordinario, los directivos no vigilaran esos pequeños pero grandes detalles que deben ir de la mano de un profesionista y más todavía, de un gerente o director empresarial…

Dieciocho meses después la empresa tambaleó y se la llevaron a Brasil. Por supuesto, él se quedó sin chamba y estuvo buscando durante un año trabajo. Se presentó a varias entrevistas, realizó varios exámenes y yo estaba seguro que la imagen no le ayudaba, que nadie deseaba tener a un negrito barrigón con la cara grasosa, el cabello relamido con gel, una cadena de oro que mostraba sobre el cuello de la camisa y un florido vocabulario de albañil. Así que se le cerraron todas las puertas y en la casa no solo la esposa le dio con la sartén por la ausencia de dinero, sino que lloraban también cinco hijos por el cambio de vida.

Finalmente apareció de nuevo la suerte y una empresa lo contrató tal vez al ver su ambición, potencial o vaya usted a saber qué le vio que, en breve apareció radiante y feliz. Ahora se iniciaba en una nueva compañía transnacional que lo había nombrado gerente regional, así que no solo trabajaría en su ciudad natal, sino que viajaría a otras provincias.

Pero entre empresas existen guerras, entre ellas se roban empleados para evitar los gastos de adiestramiento, así que seis meses después, dio las gracias sin pena alguna a la empresa que le había dado nuevamente la oportunidad y se entregó con otra. Cuando me informó sobre cómo se lo habían peleado las empresa le dije sutilmente “- Lizandro, ten mucho cuidado, porque cuando la empresa tenga a otro mejor que tú, te van a dar las gracias y ya no tienes 25 años, ahora tienes casi 40 y estás como “cochito”, solo te falta la manzana en la boca para entrar al horno de las Orozco.

Qué pena pero nunca ha entendido lo que le quiero decir. Actualmente la persona que ejerce su profesión con relevante capacidad y aplicación; ya no es suficiente el extraer un diente sin dolor, vacunar una mascota con encanto, extender un certificado o controlar exitosamente una empresa, sino que ahora los clientes exigen más y mejores servicios, brindados por una persona facultada y que además tenga una imagen acorde a su tarea.

Lo de hoy lo escribo porque me preocupa este fenómeno que nadie vigila y porque confidencialmente un directivo de esta empresa en donde Lizandro colabora, me confió que lo habían elegido porque conocía bien la zona, y que el gerente de ojos verdes, de buena estampa, con extraordinario manejo de las relaciones humanas y egresado del TEC de Monterrey, está actualmente fungiendo como subordinado del modelito que hoy les comento y, en cuanto esté preparado y conozca la región; se actualice con los aspectos comunes de nuestra gente, a Lizandro le darán una patada en el “culo”. O sea, lo echarán a la calle por carecer de buena imagen, tener un vocabulario de albañil, ser un patán en su trato y de paso un profesionista netamente inculto, casi primitivo o bárbaro.

Le pregunté al directivo porqué actuaban así… Y éste me miró maliciosamente y me dijo ¿No harías tú lo mismo? En la empresa no solo queremos a un buen profesionista, sino también a un profesional con buena imagen, que nos represente dignamente, que sino tiene mucha belleza o estampa de chulo fino, que sea al menos un profesionista con buen léxico, con excelente manejo de las relaciones humanas, educado, culto y astuto para el manejo empresarial.

¿Por qué le cuento esto? Porque el directivo me confió que es una lastima que habiendo universidades en Tapachula, los universitarios solo egresen siendo expertos en su materia, que la conducta, imagen, léxico y otros aspectos importantísimos como una mediana cultura general, nadie los pule, que pareciera ser que los nuevos profesionistas imitan a algunos catedráticos porque según él, el alumno suele imitar casi en todo al maestro ¿Cómo son los catedráticos en Tapachula o dame el perfil de un catedrático tapachulteco?, me preguntó al final y la polémica que surgió de ahí, se la comparto en otra ocasión.

Para comentarios escríbeme a morancarlos.escobar@gmail.com

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