Formar profesores críticos o autocríticos?
Por. Alberto Ramos García
La pésima formación que las facultades de educación/pedagogía o escuelas normales están proporcionando a los futuros profesores (disfuncional, descontextualizada, excesivamente teórica y abstracta, politizada e "ideologizada”). En muchas de ellas se insiste en repetir el slogan de que su principal función es formar profesores conscientes y críticos (pero esto en la práctica ha sido sinónimo de criticar los propios gobiernos, los países ricos y desarrollados, la globalización y el neoliberalismo, el FMI y el Banco Mundial; siempre atribuyendo a los demás, y nunca a nuestra pésima educación, la culpa por nuestro subdesarrollo).
En vez de asumir la responsabilidad de mejorar nuestra educación formando profesores competentes que, en la era del conocimiento, puedan actuar como los más eficaces agentes de desarrollo de cada país. Evidentemente que es necesario que las facultades de educación/pedagogía y escuelas normales formen profesores conscientes y críticos de las injusticias y desigualdades sociales imperantes en nuestros países. Sin embargo, mucho más prioritario y constructivo será formar futuros profesores autocríticos que analicen las profundas disfuncionalidades e ineficiencias de nuestro sistema educativo; y que durante su período de formación universitaria adquieran la capacidad, la motivación y el compromiso de corregir, ellos mismos, aquellas debilidades de las instituciones educativas que pueden y deben ser corregidas por los propios profesores. Porque gran parte de estas desigualdades e injusticias sociales, coincidentemente, tiene su origen en la disfuncional y inadecuada formación que los profesores recibieran en las escuelas que frecuentaran.
Adicionalmente estas facultades de educación/pedagogía y escuelas normales mantienen a los alumnos durante 4 o 5 años encerrados en las salas de aula; con mínimo o nulo contacto/consulta con los clientes/usuarios/beneficiarios de su futuro ejercicio profesional como docentes. Con tal aislamiento, los profesores de estas facultades y escuelas normales están formando los futuros educadores a través de excesivas y tediosas sesiones discursivas en las aulas. En vez de llevarlos a conocer la dura realidad cotidiana en la cual viven los pobres (en los hospitales públicos, en las colas de desempleados, en las colas de los servicios de salud pública y seguridad social, en los servicios de recuperación de drogadictos, etc.) para que constaten que, en gran parte, tal realidad podría y debería ser evitada o disminuida a través de una educación de buena calidad.
En muchas facultades de educación/pedagogía y escuelas normales se ocupa demasiado tiempo en teorizar elucubraciones y abstracciones (sobre los aspectos filosóficos, sociológicos, históricos y antropológicos de la educación, las teorías de Jean Piaget, Liev Vigotski y Paulo Freire, etc.); en vez de enseñarles aquello que es verdaderamente medular y prioritario: cómo otorgar a los futuros profesores una formación más utilitaria, eclética, funcional, práctica y pragmática de modo que, inmediatamente después de egresados, sepan en la teoría y especialmente en la práctica:
- en primerísimo lugar, enseñar a los niños y jóvenes las actitudes, comportamientos, principios y valores para que tengan una convivencia de disciplina, cordialidad, respeto y solidaridad/cooperación en la escuela, en el hogar, en la comunidad y en el futuro en el trabajo;
- cómo levantar el ego, la auto-estima y la autoconfianza de los niños y jóvenes para que adquieran la voluntad de progresar en la vida a través de su propio y eficiente esfuerzo;
- cómo enseñar a sus futuros alumnos a través de prácticas docentes más eficientes para obtener mejores rendimientos educativos;
- cómo preparar y presentar clases estimulantes y productivas que despierten la atención, la curiosidad y la creatividad de sus futuros alumnos; como estimular el hábito de la lectura y del auto-estudio;
- cómo estimular en los alumnos la adopción de "buenas prácticas" de comportamientos para mantener la disciplina en las salas de aula;
- cómo preparar y evaluar deberes de casa, que estimulen y fortalezcan la dedicación a los estudios;
- cómo establecer una relación de cooperación con los padres y madres de los alumnos y con sus comunidades;
- cómo mejorar las actitudes y procedimientos cotidianos de los profesores, funcionarios y alumnos de cada escuela, con el objetivo de que sus buenos comportamientos actúen como una especie de currículo oculto o invisible y sirvan como ejemplos a ser internalizados y adoptados por los futuros profesores.
Durante el período de formación las facultades de educación/pedagogía y escuelas normales deberían exigir que sus alumnos ejecuten/realicen en la práctica lo que están aprendiendo en la teoría; y que practiquen lo que les es enseñado, tantas veces cuantas sean necesarias, hasta que aprendan a hacerlo con perfección, y adquieran el buen hábito de hacerlo con perfección y prolijidad, desde la primera vez. Es durante el período de formación, y no después de egresar y fracasar como profesores, que deberán adquirir las competencias necesarias para tener un buen desempeño docente y, como consecuencia, mejorar el rendimiento en el aprendizaje de sus futuros alumnos. Estas prácticas deberán ser supervisadas y evaluadas por los profesores de las facultades/escuelas normales y, siempre que sea necesario, deberán ser inmediatamente corregidas, in situ, por los propios alumnos, bajo la estricta supervisión de los docentes.
En las debilidades y disfuncionalidades de formación de los futuros profesores, reside una importantísima, aunque subestimada y hasta ignorada, causa de la pobreza y del subdesarrollo de la América Latina. Los primeros reflejos de esta débil formación comienzan a manifestarse en las escuelas fundamentales o primarias. Inmediatamente después, en virtud del "efecto cascada" de este débil comienzo, provocan el bajo desempeño/desmotivación/tedio/deserción de los alumnos en las escuelas de educación media y de estas en las de educación superior. La inadecuada e insuficiente formación de los futuros docentes afecta, especialmente, a aquellas grandes mayorías de pobres para las cuales el acceso a las escuelas fundamentales/primarias es la única oportunidad de aprender algo útil para mejorar su futuro desempeño en la vida y en el trabajo. Esta gran oportunidad de estimular la creatividad, desarrollar las potencialidades latentes y abrir futuras posibilidades de desarrollo a todos los ciudadanos de cada país, no puede seguir siendo desperdiciada ni siquiera postergada, porque en tal caso será muy difícil, por no decir imposible, recuperarla en el futuro. Es por este motivo adicional que las facultades de pedagogía/educación y escuelas normales deben otorgar especial énfasis e importancia a una adecuada formación de los futuros profesores de las escuelas primarias o fundamentales. Porque debido a la baja calidad imperante en esta etapa de enseñanza, son muchos los niños que, al completar los 4 años iniciales de las escuelas fundamentales las abandonan porque no encuentran motivación ni estímulo para seguir estudiando. Las abandonan, sin haber adquirido suficientes conocimientos, auto-estima, autoconfianza, formación cívica, deseo de superación, disciplina ni motivación para el trabajo. Abandonan las escuelas pasivos, apáticos y sin iniciativas; y con estas fragilidades son potenciales candidatos al fracaso, al desempleo, a los vicios y a la criminalidad.
La urgencia requiere una medida inmediata y eficaz.
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