* En peligro la reforma educativa, por la cobardía de gobernadores Gabino Cué y Ángel Aguirre
* El Adios al arquitecto PEDRO RAMÍREZ VÁZQUEZ, autor de la nueva basílica de Guadalupe, el Estadio Azteca, y el Museo de Antropología
Por. Alberto Carbot
Quienes creían que la Reforma Educativa -así con mayúsculas-, aprobada por el Congreso estaba ya consumada, deben guardar el disco de las fanfarrias, pues hasta que no sea aprobada por todos los Congresos estatales y hasta que no se sancione la Ley Reglamentaria, no se puede cantar victoria.
Y es que, a la luz de la creciente fuerza de la disidencia en Guerrero y Oaxaca -a la que amenazan con sumarse Michoacán, Estado de México y hasta Chiapas-, han comenzado a surgir dudas sobre si esta iniciativa tiene futuro, lo cual indica que falta todavía un gran trecho para que se pueda decir que el proyecto es Ley de la República.
Además, los maestros disidentes tienen la ventaja de que han logrado apoyo de un variopinto grupo de “organizaciones civiles” como los policías comunitarios, los estudiantes de las normales rurales y hasta grupos de dudosa procedencia.
La verdad es que tarde, pero el gobierno se ha venido a dar cuenta de que el principal obstáculo de la reforma no estaba representado por el Sindicato Nacional de los Trabajadores de la Educación (SNTE), sino por los miembros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE).
Lo negativo es que todavía el Congreso no se ocupa ni siquiera de dar a conocer la iniciativa de Ley Reglamentaria, que permitirá hacer realidad las reformas y elevar la calidad de la educación. Quizá los diputados o el propio gobierno federal están esperando el momento más propicio.
Pero sólo cuando se discutan las reformas secundarias se podrá hablar realmente de ello. El problema es que para el momento en que eso ocurra, quizá la bola de nieve del movimiento magisterial ya habrá crecido lo suficiente y el asunto se empantane.
Por ahora, los maestros de Guerrero consiguieron formar el Movimiento Popular Guerrerense, que pretende emular la famosa “Appo”, la Asociación Popular de los Pueblos de Oaxaca (sic), que tantos dolores de cabeza le provocó al entonces gobernador de la entidad Ulises Ruiz.
El frente amplio guerrerense aglutina un amplio arco de intereses y todo tipo de organizaciones y ahora exige al Congreso que apruebe una reforma estatal de educación que garantice los supuestos derechos de esta bazofia magisterial -incluidos el de heredar las plazas-, la gratuidad de la educación, además de otras reivindicaciones fuera de contexto, como cancelar las concesiones mineras en territorio comunitario, por ser violatorias a la soberanía nacional.
Al rato, por supuesto, también exigirán que el Sol gire alrededor de la Tierra y que la Luna sea de queso, porque es muy fácil pedir y pedir al Papa Gobierno, que es visto como el generoso venero del que manan todos los beneficios aunque sean sólo para minorías como las sindicales.
Resulta absurdo que una disidencia minoritaria del sindicato magisterial, -que en el caso de Guerrero abarca sólo al personal de 380 escuelas, de 10 mil 200 existentes, sea capaz de poner de cabeza a la educación y de tomar como rehenes a las autoridades federales y locales.
Lo que potencia y empodera a estas facciones de “maestros” holgazanes y analfabetas, es su beligerancia, la impunidad con que actúan y la falta de energía y capacidad política para enfrentar sus acciones, que suelen siempre poner sobre la pared a la propia sociedad, como el bloque de carreteras, el cierre de comercios o la ocupación de edificios públicos.
El gobierno puede dejar de pagarles sus sueldos, despedirlos u ordenar su encarcelamiento, pero no lo hace porque les tiene miedo. El fantasma de la represión suele asustar a los gobernantes mexicanos. La falta de preparación de la policía para la contención de disturbios, hace que siempre esté latente el temor de ponerles un alto a los aguerridos docentes, que saben bien de qué pié cojea la autoridad.
En Oaxaca, por ejemplo, ya le tomaron la medida -y cómo no-, a Gabino Cué, el pusilánime gobernador, a quien le exigen plazas automáticas para los egresados de las normales y se otorguen estímulos por “activismo social”, es decir, por hacer exactamente lo contrario de lo que están obligados, que es trabajar, para dedicarse a lo que más les gusta: los paros y las manifestaciones callejeras.
El gobierno del presidente Enrique Peña Nieto quizá se ha visto tentado a poner punto final a la insolencia de estos grupúsculos, pero por supuesto que sabe que no se trata de un tema sencillo, pues los partidarios de las viejas maneras de hacer política mediante el expediente de tomar carreteras o hacerle “manita de puerco” a la autoridad, le han tomado la medida al Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Sin embargo, tal vez el gobierno haya ya agotado todas sus cartas y tenga que pasar a una nueva fase que no será fácil, pero sí necesaria, que es la de adoptar medidas más enérgicas, arropado por las facultades que la Ley y la Constitución les otorga, para ponerle un alto a los maestros que quieren seguir gozando de prerrogativas y flojeando en la hamaca, en lugar de preocuparse por prepararse mejor y mejorar la calidad de la educación y la preparación de sus alumnos.
Como bien señalan algunos analistas políticos, vivimos un momento de quiebre, en el cual se requiere de tomar decisiones de altos vuelos y ya no sólo nadar a favor de la corriente.
HAY QUE ALINEAR A ESTOS GRUPÚSCULOS DE HOLGAZANES REACCIONARIOS
Se necesitan pantalones, astucia pero sobre todo capacidad de conducción política para frenar la barbarie de estos grupúsculos que quieren tomar casetas de cobro, no dar clases o estrangular las autopistas y las vías de comunicación más importantes y estratégicas del país.
Hay que armarse no sólo de valor, sino de valentía, fuerza, y la legitimidad otorgada por las elecciones recientes, por la ley que faculta al Estado a usar la fuerza legítima, para decirle a los reaccionarios que buscan seguir en el “espacio de confort” de las prerrogativas, que es necesario ahora sí alinearse o de lo contrario pueden correr el riesgo de ser alineados.
Las demandas de los maestros de Oaxaca y de Guerrero y sus compinches de otras entidades no son justas ni son legítimas. Se trata de caprichos, de canonjías, de beneficios que sólo abonan a favor de unas pocas minorías y perjudican a todos los demás.
No se pude hacer ninguna excepción porque en México todos los ciudadanos somos parejos. Quizá para los maestros del sur del país sea muy ventajoso seguir disfrutando de su sueldo sin trabajar y heredando sus plazas, y garantizar que sus hijos que estudian en las normales salgan con un puesto laboral garantizado aunque apenas hayan aprobado, con el mínimo de calificación, sus exámenes finales.
Sin embargo, para el resto de los mexicanos este camino constituye un pasaporte al fracaso. Significa que no podremos salir de “perico a perro” de la mediocridad ni alcanzar jamás a las grandes potencias, que han apostado todo a la educación.
Para los maestros disidentes resulta muy difícil entender que lo que está en juego es el futuro y que no podemos seguir así so pena de hipotecar el progreso de México.
Si contra la ley se siguen protegiendo los privilegios de unos pocos, llegará el momento en que los mexicanos no tendremos lo suficiente para seguir pagando esas prerrogativas.
Todo el dinero que se le paga a estos alborotadores que no trabajan, sale de nuestros impuestos, del capital con que contribuyen quienes todos los días se levantan muy temprano, abordan un colectivo y se presentan en la fábrica, el comercio, el taller o la oficina donde prestan sus servicios.
Es inaudito pensar que un buen día, quienes desempeñan un trabajo distinto al de “maestro” -en las localidades más golpeadas por los bajos niveles educativos como Guerrero y Oaxaca-, puedan darse el lujo de decirle a su patrón que no irán a trabajar por algunas semanas, ya que realizarán manifestaciones en su contra, pero que ni se atreva a pensar en dejarles de pagar, porque entonces le cerrarán las puertas a su negocio o incluso se lo quemarán.
En algún momento habrá que decir “no” y aplicar toda la fuerza del Estado a quienes con sus acciones están clausurando el futuro de nuestros hijos y por ende, del país. Ya basta de tolerar a estos desquiciados sociales.
GRANOS DE CAFÉ
… Murió a los 94 años el gran arquitecto mexicano Pedro Ramírez Vázquez, quien entre otros proyectos fue autor de la nueva Basílica de Guadalupe, el Estadio Azteca, el Museo Nacional de Antropología, la Torre de Tlatelolco, el edificio del Congreso en San Lázaro y el Museo de Arte Moderno.
Aún recuerdo la entrevista que tuve la oportunidad de hacerle en agosto del 2009, tras la muerte de don Guillermo Schulenburg, y que accedió a otorgármela, a pesar de ser una figura legendaria, una persona de edad avanzada y no muy gregaria con los periodistas.
Ramírez Vázquez no habló con muchos detalles sobre el proyecto de la Basílica, pero ya monseñor Schulenburg me había dicho que el ilustre arquistecto supo reflejar muy bien las ideas que éste tenía sobre el santuario.
“La realización de la nueva Basílica de Guadalupe me permitió conocer a fondo su entrega en sus actividades pastorales y las de ejemplar promoción para llevar a cabo la nueva sede”, dijo acerca del abad de la Basílica, quien fuera también secretario de Asentamientos Humanos y Obras Públicas, durante la gestión del presidente José López Portillo (1976-1982).
“No soy Tamayo, ni Diego Rivera, y mucho menos el Dr. Atl. Soy un técnico de la arquitectura que aprendió a ser nacionalista al trabajar con el secretario de Educación, Jaime Torres Bodet y con el ex presidente Adolfo López Mateos”, solía decir Ramírez Vázquez, con su proverbial modestia. …Sus comentarios envíelos vía internet a la dirección gentesur@hotmail.com
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