Como en las dictaduras
Por. Angel Mario Ksheratto
Chile, Argentina, Honduras, Uruguay, Ecuador, Guatemala, Nicaragua, Bolivia, Paraguay, El Salvador, Brasil, Perú… Corría la década de los 70’s y en esos países como en otros, las dictaduras militares asesinaban impunemente a estudiantes, maestros, líderes sindicales, amas de casa, obreros y todo aquel que era sospechoso de no estar de acuerdo con los métodos impuestos desde la Escuela de las Américas. Fueron años fatales, perturbadores. Tener mayor coeficiente mental que cualquier militar de quinta enquistado en el poder, era un delito de lesa majestad.
Los dictadores en turno, se ocuparon más en acumular riquezas arrebatadas a ciudadanos comunes, mientras que sus subalternos, tendían una cortina de humo, oreada con sangre de inocentes.
Esa lamentable historia, parece haber germinado en México; y no hablamos del pasado, sino de una actualidad lacerante. Primero, las víctimas de una guerra sin sustento y sin estrategias que inundaron al país en sangre, desesperación y muerte. Y ahora, matanzas indiscriminadas contra estudiantes que si bien, provocan reacciones violentas de policías desalmados, no encuentra justificación, especialmente si recurrimos al discurso oficial en torno a las libertades civiles.
Lo ocurrido en el estado de Guerrero, es reflejo de la descomposición social y el descontrol institucional. Aquel, es un estado gobernado por el PRD, antiguo aliado de movimientos sociales y revoluciones inconclusas. La afinidad de ideologías y propósitos, no ha sido razón para la conjunción de metas, sino para el desbarajuste social, primero y ahora, la muerte dirigida o el asesinato imprudencial que de todas formas, mancha a todas las instituciones, ya de por sí, soterradas en la desconfianza generalizada.
Asesinar a mansalva a muchachos que tampoco supieron medir las consecuencias de enfrentarse a una horda de criminales con licencia, es un acto que convoca a la indignación y exige la pronta intervención de la Federación. Y no para encubrir a un gobernante desbocado como Ángel Aguirre, sino para someter al orden a unos y otros.
El Estado de Derecho al que deberían tener acceso todos los mexicanos, no puede ser vulnerado por grupos minoritarios y tampoco, por policías sin la menor preparación para hacer frente a manifestaciones sociales. Independientemente de quien haya dado la orden de disparar contra éstos, hay que reparar en los protocolos establecidos para el control de masas. Ahí, evidentemente, no se cumplieron.
Los estudiantes, acostumbrados a la anarquía —según reportes de prensa serios y testimonios de guerrerenses sin interés alguno en el asunto—, intentaron secuestrar autobuses para dirigirse a algún punto no especificado por las autoridades. Eso detonó la gresca. Los primeros lanzaron piedras y palos a los policías, quienes, sin el menor conocimiento de tácticas, dispararon sus armas, matando a un número todavía no determinado de personas, dejando varios heridos… y casi sesenta desaparecidos.
Todo esto deja mal paradas a las instituciones de seguridad del Estado. Se nos ha dicho que están mejor preparados los cuerpos de seguridad; también que todos los agentes tienen el mismo grado de preparación. Que tenemos policías más profesionales y más educados en cuestiones de respeto a los derechos humanos. Pero nada de eso parece ser cierto.
Si bien fueron provocados, debemos decir que no era para matar indiscriminadamente a quien se les pusiese enfrente: Un futbolista, una mujer ocupante de un taxi y por lo menos dos civiles más. El resto, efectivamente estudiantes normalistas. Por si ello fuera poco, a una de las víctimas, sus captores (todo indica que los victimarios fueron policías) lo desollaron y le sacaron los ojos, muy al estilo de las dictaduras militares mencionadas arriba.
Regresar al pasado, es lo peor que puede pasarle a México en éstos momentos. Debe prevalecer el diálogo, la cordura y el respeto de unos a otros. Las demandas estudiantiles, son legítimas; pero ello no otorga derecho a éstos a secuestrar autobuses y agredir a gente ajena a su movimiento. Las consecuencias, por desgracia, son brutales.
La Federación debe, cuanto antes, identificar plenamente a los criminales; y los estudiantes, hacer lo propio con los suyos, especialmente quienes provocaron la violenta e irracional reacción de los gendarmes. Es decir, debe haber justicia pareja. Bueno es exigir castigo a los asesinos, pero mejor sería si además, se reconoce la irresponsabilidad de aquellos que desataron los funestos resultados.
México no puede seguir siendo rehén ni de grupos de provocadores, ni de policías asesinos. El Estado de Derecho debe reestablecerse a la mayor brevedad posible. Permitir que cada quien haga lo que le dé la gana, es admitir debilidad y falta de voluntad para el diálogo y la solución pacífica de los problemas sociales.
Implantar medidas como en las antiguas dictaduras, es un retroceso que no debemos ni podemos admitir, vengan de donde vengan.
Tarjetero
*** Otra vez, Ostuacán; las lluvias provocaron desastres terribles. Y lo peor, nos reportaron colegas de la región, es que uno que otro funcionario de quinta categoría, se acercaron desde ayer a “ver” a los damnificados. Sí. Solo a eso y, desde luego, a tomarse la foto con éstos para presumirlas en las redes sociales. La inmoralidad les gana. *** Policías municipales de Tonalá, estrenan cargo: Ahora son promotores turísticos. Atienden un hotel, propiedad de Manuel Narcía Coutiño, alcalde municipal. Mientras, la seguridad del municipio, deja mucho que desear. Esperemos que alguna autoridad competente, verifique el asunto y ponga las cosas en su lugar. *** El acoso contra una dama en la Secretaría del Trabajo, es preocupante. No es la primera vez que Manuel Sobrino es acusado de promover, permitir y practicar el acoso laboral y sexual contra trabajadoras que no son de su agrado. ¿Quién le ha dado licencia al funcionario para que haga lo que le venga en gana? *** Luego nos leemos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario