NO HAY DE OTRA
Por Ronay González
Cuándo quieres, puedes, no importa cómo, “desde las pencas de los magueyes” dijera mi papá Vicente Fernández, hasta en las escuelas, de hecho hay una que instalaron debajo de un puente y ahí está la chamacada.
Aprender cuesta, algunos con más comodidades que otros, porque te puede tocar ser de lo que pasan hambre y un sin número de penurias, lo que si bien merma tus oportunidades, no tu coraje y empeño, de hecho eso te va formando en la vida cotidiana, desde las libretas nuevas que le envidias al de un lado, hasta las tortas de jamón que más de un salado traía y que en mi caso me provocaban chorros de baba.
Claro que le tengo que agradecer a mi mamá (entre muchas cosas y sólo a ella, a nadie más), que me echaba porras cuando nadie más lo hacía, se las ingeniaba mi madre para que me importara y hasta me gustara la escuela, a pesar de que al gobierno que me tocó durante mi vida estudiantil, le gustaba invertir más la paga en el robo de urnas que en otras cosas como la educación, pero ese es otro tema.
Hoy día las cosas son diferentes o mejor dicho los problemas no son los mismos. En una ocasión, un profesor allá por la Teodomiro Palacios, al que le encantaba alardear de lo que aprendía pero el infeliz no transmitía nada de lo que sabía, Lazos se apellidaba el ingrato, llegó a decirle a la plebe que nos enseñarían computación.
Yo no supe si era otra de las jaladas de ese profesor, afortunadamente no fue uno más de los alardes de este sujeto, me lo confirmó la mismísima profesora Lupita Tapia, gran amiga mía, también lo aclaró mi carnal Heriberto (aquel de los mapas conceptuales); hasta entonces creí lo de la llegada de las computadoras.
Recuerdo que ese día no dormí, la idea de la computadora se metió en mi cabeza por completo, era un miedo el que sentía que pa’ qué le cuento. Sentía que el teclado me atacaba y la pantalla era algo así como la piedra filosofal del éxito. Sabía que todo apuntaba a la computación porque en todos lados las mencionaban, pero yo sólo las había visto, nunca de los nuncas había escrito nada de nada en una, en realidad a duras penas sabía para qué servían.
Las posibilidades entonces eran escasas para los niños como yo (que éramos la mayoría)y había que conquistar el mundo con lo que teníamos al alcance en la familia; una computadora era algo de mentira para la plebe con la que me mezclaba.
El día llegó, vi la computadora empotrada en la pared y hasta sentí que la traían del mismísimo espacio. "Colocho no me lleves aún -le dije en secreto a mi carnal personalísimo- porque tengo que escribir en esa computadora”.
Gris, marca IBM, su teclado tenía todas las letras. Sentí la muerte al verla instalada. Ese día me lavé las manos, no toqué nada, me puse mi camisa de cuadritos de la Teodomiro Palacios, recé a San Pascual Bailón, el santo de la familia y al único al que le hago caso, le pedí que no se fuera a descomponer el aparato ese.
Como era de esperarse la regué, no sabía nada, pero nada de computación, casi parto en dos el teclado por el dedazo que le pegue al escribir en ella. No era el único, pero los más “nice” ya hasta tenían acceso a la computadora de su papá. Yo quería más, supliqué me dejaran entrar más tiempo, ofrecí pagar con trabajo pero me dijeron que no.
Tiempo después me fui a regalar a la notaría pública de mi amigo Don Enrique Sumuano, en donde me pareció estar en el paraíso, primero porque tenía una biblioteca jurídica increíble y segundo porque había como 20 computadoras en su despacho, a las que tenía acceso cuando así lo necesitara, realmente fue hasta entonces que realmente trabajé
en una computadora y supe lo mucho que te puede ayudar en tu trabajo.
Al poco tiempo pude comprarme una, fui feliz, era más obsoleta que los mismos discos de 33 rpm pero logré hacerlo.
Les decía al inicio que los problemas y la situación es diferente para los chamacos de ahora y me da gusto que todas las carencias y rezagos se vayan atendiendo, por ejemplo el que la chamacada en Chiapas ya tenga acceso a tecnología de punta en las escuelas, ¡una computadora para cada uno!
El gobernador Manuel Velasco Coello y la presidenta del DIF, Chiapas, beneficiaron con apoyos tecnológicos a estudiantes de la región Meseta Comiteca Tojolabal, a través del programa "Todos a la Escuela" que impulsa el Sistema DIF Chiapas, un total de 11 mil 674 tabletas electrónicas, y se entregarán a estudiantes de 13 regiones del estado.
Esto para fortalecer su aprendizaje a través de tecnología de vanguardia, que les permita acceder a conocimientos e información, herramientas con las que podrán preparase desde pequeños.
Me da gusto, hoy en día si tengo algún problema con las computadoras le pregunto a mi
hijo que ya es master en tecnología y aplicaciones, y qué bueno que cada vez más niños puedan contar con tan buenas herramientas para el desarrollo.
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