martes, 28 de abril de 2015

CARREREANDO LA CHULETA


DE TROMPOS Y BALEROS
Por Ronay González

Ya se acerca el día del niño y probablemente su chamaco ya le haya pedido un X-Box, una Tablet, o ya de perdis un celular, aunque a como está la economía creo que la mayoría se tendrán que conformar con los dulces que les den en la escuela.

Por cierto, maestros y directores permítanme una sana recomendación, no les den dulces a nuestros gorditos, ni pastel con refresco, qué les parece si mejor ponen en su bolsita de regalo una palanqueta, una alegría o una bolita de chocolate de Tuxtla Chico; y pa’l convivio mejor jícamas, mangos y pepinos con chile; agua de limón con chía o de Jamaica, porque luego ya no sabemos qué hacer con tanta obesidad.

Regresando al primer punto, qué padre sería que los pocos artesanos de juguetes que quedan en el estado hicieran “su agosto”, que nuestros hijos conocieran los trompos, los baleros, que en familia jugáramos lotería, aunque sea por ese día o durante el fin de semana.

En México éramos líderes en la fabricación de juguetes, ahora los fabricantes están en peligro de extinción, así como los zapateros, los fabricantes de textiles…

Me acuerdo qué divertido era cuando de chamaco jugaba a las canicas, las coleccionábamos, intercambiábamos ¡hasta las apostábamos! (no le digan a mi abuela). Yo tenía de todos los tamaños, colores, prácticamente cada una tenía una historia, sabía cómo había llegado a mis manos.

No tenía muchos juguetes, algunos cochecitos, sobre todo de madera, pero no podía faltar un balero y un trompo, era todo un reto porque no cualquiera se vuelve un experto. A mis primas les regalaban unas muñecas de trapo que ya no se ven, unas verdaderas joyas, ya quisieran los Nenucos que hacen pipí y popó (¿a quién realmente le gustará eso?), parecerse a esas muñecas.

¿Quién no recuerda las marionetas? Cierto es que no tienen la “belleza” de la princesa Elsa de Frozen o de Ken el “amigo” de Barbie (les recuerdo que tengo una hija), pero tienen una magia especial, esas caras toscas de madera son únicas y el aprender a moverlos también es mágico.

Sería muy interesante que si vamos a darle algún detallito a nuestros críos este 30 de abril, optemos por uno de estos juguetes, todo pasa, les va a caer de novedad, van a aprender nuevas cosas y ayudamos a la economía de los artesanos.

¡Ah! Una cosa importante: asegúrense que no sean chinos, por favor. No tengo nada, pero nada en contra de los orientales, pero se trata de que ayudemos a los de acá, con materiales de acá, además de de todo lo hecho en México está al menos mejor hecho.

La recomendación también va para las escuelas, se les agradecen los “detalles” que les dan a nuestros hijos con nuestra cooperación voluntariamente a fuerza, así que ojalá consideren un juguetito mexicano en lugar de cualquier cosa de esas que venden en las tiendas de 5 pesos y que sabemos qué origen tienen.

Aunque sobre todo, hay que hacerle sentir a los niños y niñas, o a las niñas y niños (ellos no se fijan en esas cosas), que son importantes. Hay que escucharlos, abrazarlos, convivir con ellos, es más, les aseguro que si les dan a escoger entre comprarles el mejor videojuego del momento o pasar una tarde en el parque con ellos, seguramente escogerán lo segundo, para los chamacos sus padres suelen ser el mejor regalo.

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