Por: Alberto Ramos García
Hoy en todo el país se festeja el CIII aniversario del inicio de la Revolución Mexicana y en los actos protocolarios oficiales y en todas las escuelas de educación básica, y de educación media superior y superior, particularmente en las escuelas normales, los oradores oficiales hablarán primores de este movimiento armado, movimiento armado que devino en un estado que aún no pueden, por todo lo que pongan en contra, no terminan de destruir: democrático, popular, laico, gratuito y cuyo centro-objetivo era la sociedad.
Este movimiento social tuvo su etapa armada; le continuó el momento legislativo que completando sus fases de conformación del Congreso Constituyente, terminó con la Constitución Política y su promulgación el 5 de febrero de 1917 en la ciudad de Querétaro; el siguió la configuración del Estado y prosiguió con la institucionalización de la Revolución, momento en el que se crearon todas las instituciones que caracterizaron al estado mexicano y sirvieron a la sociedad: Desde la creación de la administración pública, el esqueleto del Estado y sociedad que ahora somos, hasta que fue interrumpida por la teoría neoliberal que vistió a los gobiernos federales a partir de 1982, con Miguel de la Madrid Hurtado.
Desde ese momento la Constitución y su Estado surgido y desarrollado a su amparo fueron categorizados como ineficientes, demagógicos, caros y se les culpó de todos los males sociales habidos y por haber, sin que se le diera la opción, y el derecho, de defenderse. Fue castigada de facto por el mismo gobierno que, dinásticamente, se había constituido constitucionalmente y empezó, calladamente, una contra revolución que pretende regresar a la sociedad a la misma situación de postración integral que la caracterizaba antes del inicio del movimiento armado.
Si lo duda, ahí están los indicadores económicos, los fríos números que reflejan la pobreza, los porcentajes del desempleo, los datos sobre la carestía de la vida, los informes sobre la carencia de servicios públicos, lo caro -inexplicablemente caro- de los servicios que presta el Estado, etc., etc. El país está lleno de carreteras, pero no son del estado, se cobra, y elevadamente caro por transitar en ellas; en el territorio mexicano funcionan muchos hospitales, pero la mayoría son privados; los servicios médico asistenciales gastan más en promocionales que en dotar de medicinas y equipo médico a sus instalaciones ¿De qué sirve un estado así?
La Revolución Mexicana, su estado y gobierno son acciones inconclusas y por lo tanto fallido; no se les permitió continuar; después de la institucionalización del estado -desde 1921 hasta 1982- 2 generaciones de cambios, se temió que los cambios estructurales que se mostraban fueran un riesgo y se exportara a otras latitudes y la detuvo en seco. Lo único que queda de ese estado revolucionario son el petróleo y la energía eléctrica: con el pretexto de ineficiente y derrochador, todo se ha vendido -a precios de regalo- y las fuerzas políticas y económicas sufrieron una conversión: se le da más importancia a un minoritario grupo y no a la sociedad, que ese el todo. Los que nos formamos bajo la tutela del Estado y los que sirvieron y aún sirven al estado, y lo dirigen, no han tenido, no tienen, carecemos del valor, la fuerza política y la voluntad, y la opinión para defender al estado revolucionario que, lamentablemente, está por desaparecer. Parafraseando a John Fistzgerald Kennedy, no nos preguntemos qué hizo ese Estado por nosotros. Preguntémonos, qué hemos hecho, qué hicimos por ese Estado revolucionario que está por morir y enterrarlo.
En este momento nacionalmente se discute y se habla, se debate la casi, y encubierta, privatización de las paraestatales Pemex y CFE, y no citan el hecho de que las empresas privadas lo que buscan son ganancias y si se autoriza su participación en ellas buscarán ganancias y todo cambiará: la vida será mucho más cara y regresaremos a las condiciones económico-sociales y a una sociedad pre revolucionaria y todos muy contentos. Únicamente falta el Boris Yeltsin que vaya a colocar ofrendas florales en las tumbas de Porfirio Díaz, José Limantour, Bernardo Reyes, Félix Díaz, Victoriano Huerta, etc., etc.
Celebremos el inicio de la Revolución Mexicana y agradezcamos su existencia, pues sin ella, el Estado y sociedad mexicanos -nosotros- no serían, no seríamos, lo que en este momento son y somos.
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