lunes, 6 de enero de 2014

CARREREANDO LA CHULETA


GENERACIONES MUTANTES
Por Ronay González

En estos tiempos en donde la comida es rápida y el tránsito es lento (los dos tránsitos), es difícil decidir si quejarse o mejor quedarse callado, o de qué de todo hacerlo.

Nos quejamos de la pobreza, y hay lugares en donde este problema es aún más lacerante; la inseguridad nos agobia, el desempleo, el cinismo de algunos políticos y las necedades de otros, vivimos entre pueblos muy radicales o de plano callados y sumisos; pareciera que ya no sabemos bien hacia dónde hacernos.

Estamos rodeados de situaciones que no sé cómo, o a qué hora, se nos fueron acumulando, vivimos en una sociedad desconfiada (no es gratuito), preocupada, pero que tal pareciera que está esperando a que alguien resuelva los problemas y mientras tanto empeora cada día.

Los escándalos de las “ladies” y los “gentlemen” nos muestran una sociedad para la que sólo importan las amistades poderosas, el apellido (de abolengo pues, los González por ejemplo no entramos), la marca de la ropa o loción que uses, el dinero que traigas en la cartera; veneramos a los nuevos “tlatoanis” disfrazados de ricos, incluida toda su parentela, que de hecho es la peor parte, porque los “juniors” vaya que ocasionan problemas y el dinero ni siquiera se lo ganaron ellos.

Humillan a sus compatriotas, adoran y aclaman el extranjero, se avergüenzan de su país, aman los dólares y hacen como que el peso ni existe, aunque no es todo, porque muchos de ellos, o que se creen esculpidos por los dioses, no son más que chamacos groseros,

Irrespetuosos, para quienes la apariencia (de ellos y de los demás) lo es todo , cuya frase favorita es “wey no sabes quién es mi papá” o que gustan de utilizar una palabra que ni siquiera saben qué significa, para referirse a todo aquello, o aquellos con quienes no congenian: “indio”.

La verdad creo que todos en el fondo somos culpables, porque finalmente son actitudes aprendidas, ningún niño per se desprecia o humilla a otro. Somos una sociedad que paga escuelas privadas pero no educa a sus hijos.

Hace unos días un joven, enojado porque le estacionaron una camioneta enfrente de la cochera de su casa, le bajó las llantas, cuando el dueño estaba prácticamente enfrente ¿No pudo preguntar de quién era el carro? Cierto que no debieron hacerlo, que en primera instancia hay un acto de insensibilidad y valemadrismo de quien se estacionó ahí, pero ese es el asunto, las malas acciones las contestamos con otras peores, en lugar de tratar de que esto mejore.

Hace unos días tuve una breve conversación con un joven de unos 20 años de edad, quien fue detenido por robarle un celular a una jovencita; no le duró mucho el gusto y lo detuvieron. Cuando le pregunté por qué había robado el celular, me contestó que vio la oportunidad y se le hizo fácil, que es lo que siempre hace, y por ese celular que ronda los 10 mil pesos, le darían unos 500 pesos. “No robo todos los días, hay ocasiones que no sale nada” -Entonces ¿por qué asaltas?- le pregunté. “Es que no me gusta trabajar -me respondió esbozando una sonrisa- y ya me torcieron, ni modos, me aguanto, acostumbrado estoy”.

No es cuestión de clase social, de dinero, jóvenes que en la calle se pasean con cara de “perdonavidas”, que hablan como si trajeran una papa en la boca, a veces sólo se la pasan ideando a quién joden, o no saben más que ponerse brutos de alcohol en los bares, sin responsabilidad o respeto alguno por nadie, que apenas si llegarán a los 20 años, pero que no se ve por dónde puedan ser la generación que mejore las cosas.

Ideales de novela, héroes imaginarios, metas prostituidas, estilos de vida impagables, sueños guajiros, nuestros niños han mutado y ahora desean una vida fácil. Recuerda usted querido lector, si ya pasa de los 30, que nuestros padres eran hombres y mujeres de trabajo, que muy probablemente nosotros trabajamos desde chicos, que supimos lo que era ganarse la comida a temprana edad; estos jóvenes nuestros quisieran que la computadora les resolviera hasta las broncas con la novia, o el novio.

Como siempre y como en todo no se puede generalizar, pero es una constante que me preocupa, porque no veo compromiso, interés; no quieren saber nada de la política, de participar en las votaciones, del respeto, y así, cómo vamos a lograr el tan cacaraqueado cambio que decimos que tanto deseamos.

Y repito, no es culpa de ellos solamente, nosotros tampoco hemos sabido transmitirles los principios fundamentales para construir una buena sociedad; que las familias pobres le enseñen a sus hijos que la solución a sus problemas no es pedirle al gobierno, sino trabajar y aprender; que las clases medias se interesen más por algo más que no sea ellos, y que los jóvenes aprendan que unidos, en conjunto, es como se pueden dar los grandes logros. Y los que más oportunidades tienen, bien harían en salir al mundo real.

Sólo así podría esperar un futuro distinto, mejor al que nos tocó vivir y que nos heredaron nuestros padres, porque así como vamos a esto no se le puede llamar evolución, a lo mucho es una mutación extraña que parece ya nadie puede controlar.

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