miércoles, 5 de marzo de 2014

CARREREANDO LA CHULETA


CUANDO JUEGAN CON BEBÉS EN LUGAR DE MUÑECAS
Por Ronay González

Este tema aunque usted no lo crea sigue siendo un tabú para muchas sociedades en México, pero la realidad es dura: una de cada dos adolescentes de 12 a 19 años que inicia su vida sexual se embaraza, lo cual se torna más complicado si tomamos en cuenta que dos de cada 10, de entre 15 y 19 años, lo han hecho en más de una ocasión, y un 40% de los casos no son planeados ni deseados. Por cada mil mujeres de 15 a 19 años, existen 77 embarazos.

Estas son algunas de las cifras que dio a conocer el Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE) durante la presentación de la campaña “Recupera una Oportunidad”, hecha hace un par de meses, en la que se analizaron las cifras pero también se plantearon propuestas para prevenir y atender embarazos no deseados, y se hizo un llamado al Estado para que asuma su responsabilidad en torno a esta problemática.

¿Por qué pasa esto? Las razones son muchas y puede verlas en su entorno, a lo mejor hasta en su misma casa: no se habla con los hijos de estos temas (ni mujeres, ni hombres), no se tiene una vigilancia adecuada por lo que las oportunidades de experimentar su vida sexual son muy tempranas y normalmente asesorados por otros jovencitos igual de “preparados”.

GIRE señaló que, de acuerdo con información oficial, 15 de cada 100 hombres adolescentes que ya iniciaron su vida sexual no utilizaron ningún método anticonceptivo en su primera relación sexual, y casi 17 tampoco lo utilizaron en su última; con las mujeres no está mejor la situación, 34 de cada 100 mujeres adolescentes no utilizaron método anticonceptivo alguno en su primera relación sexual y casi 37 mujeres tampoco lo utilizaron en la última.

Pero no sólo son cifras, se truncan vidas, estudios, y esta campaña de GIRE pone el acento en las responsabilidades que el Estado debe asumir en torno al embarazo adolescente, tales como “prevenir y atender la violencia sexual, eliminar el matrimonio infantil, impartir educación sexual, garantizar acceso a métodos anticonceptivos, brindar consejería amigable, evitar la deserción escolar, garantizar el acceso a la interrupción legal del embarazo y proveer servicios de salud reproductiva especializados”.

Eso es el Estado, pero ¿y nosotros? Tenemos el problema en la nariz y hacemos como que no lo vemos, como que no nos toca, y cuando nos pasa, pues tomamos como excusa que le pasó a la vecina, a la comadre y decimos que así están la cosas.

Hay que informarnos, hacer que en las juntas de padres de familia se impartan pláticas sobre cómo hablar con los hijos y llamar las cosas por su nombre, darles elementos de confianza y enseñarles el lenguaje adecuado, primero a los papás para que puedan charlar con sus hijos, y para empezar desde chiquitos hay que acostumbrarlos a decir las cosas como son, eso de “pajarito” “chilito” “cosita” “panito” “partesita” no existe, se llaman pene y vagina, nada más con eso iríamos avanzando.

Y de ahí a ponernos las pilas con todo lo que tenemos que aprender, a ver ¿sabemos de qué enfermedades nos podemos contagiar si no utilizamos preservativos? ¿se las podemos explicar a nuestros hijos? ¿somos capaces de aceptar que probablemente a muy temprana edad quieran experimentar su vida sexual? ¿conocemos los riesgos, las enfermedades en las madres y en los bebés cuando éstas son adolescentes? ¿les hemos inculcado la responsabilidad? 

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