PARA QUE SIGAMOS JUGANDO EN LOS SIMULACROS
POR. Ronay González
La pérdida de una vida humana por supuesto que es lamentable y merece respeto, pero no deja de llamar mi atención que tras un terremoto como el que vivió Chile, haya habido menos de 10 personas muertas, insisto, muy lamentable, pero sólo fueron seis, de las cuales tres fueron por paros cardiorespiratorios, no porque les haya sucedido algo durante el movimiento telúrico, lo cual reduciría la cifra a sólo tres afectados directamente.
¿Qué hacen o hicieron bien en aquel país latinoamericano para que el saldo fuera ese? Claro que las pérdidas materiales fueron muchas, se cuantifican en millones por viviendas y estructuras dañadas, ciudades sin luz, sin agua, carreteras inoperantes, presos prófugos aprovechando el caos, saqueamientos, miedo, todo eso es entendible (y costoso) lo que me sigue pareciendo digno de estudiarse –insisto- es por qué el saldo no fue el de Haití en el 2010 o el de la Ciudad de México en el 85?
El terremoto del 85 en nuestro país fue de características similares, 8.1 grados en la escala de Richter; el de Chile fue de 8.2; la duración es similar también, más de dos minutos, sin embargo mientras en Chile el saldo fue de seis personas, las versiones oficiales hablan de seis mil; las extra oficiales consideran más de 10 mil muertos en la ciudad de México.
Al parecer la respuesta sólo es una: cultura de la prevención. Chile vivió un devastador terremoto de 8.8 grados en el 2010, desde entonces, aseguran las autoridades, ciudadanos y autoridades están coordinados: la gente sabe qué debe o qué no puede hacer, a dónde dirigirse, y lo hace a pesar del miedo, la histeria, aseguran las autoridades de aquel país.
Hacen ensayos, de terremotos, de tsunami, hay alarmas, en las zonas más vulnerables se le recomienda a la población tenga siempre a la mano su “mochila de emergencia”, misma que contiene víveres y artículos de primera necesidad.
Curiosamente de todo esto, antes del 2010 se pensaba eran exageraciones, viene una catástrofe y todo parece tomar sentido ¿es lo que nos falta? ¿Que a este bello estado del sur le llegue un movimiento que nos venga a recordar lo que es una tragedia? Yo espero que no, que si no hemos aprendido lo mal que nos puede ir, seamos capaces de entender lo “bien” que nos puede ir, tomando este terremoto en Chile como ejemplo.
Desde la tragedia del Stan, le tenemos más respeto a las lluvias, nos preocupa un poquito, muy poquitito más el tema de la basura y la contaminación, los estragos que causan tanto en las zonas altas, de los ríos, en donde si todo estuviera en orden habría barreras naturales que no permitirían desbordamientos, como los que causan abajo, una vez que los afluentes van cargados con toneladas de basura.
Pero qué pasa con los temblores ¿por qué no atendemos indicaciones? ¿por qué a la hora de los simulacros no participamos? ¿por qué casi nadie tiene un plan familiar de contingencia? Imagínese el siguiente escenario: su familia está formada por tres miembros, mamá, papá y un hijo, o hija, da igual, adolescente. El papá está en el trabajo, la mamá dejó al hijo en el cine y fue entretanto al supermercado. Minutos después sucede un terremoto, de más de 8 grados en la escala de Richter, como el de Chile ¿sabe su familia qué hacer? ¿saben si viven en una zona de riesgo, si no es peligroso tratar de regresar a su casa? ¿tienen un punto de seguridad al cual deberán llegar todos? Porque les recuerdo que en esos casos lo primerito que falla es la telefonía celular.
Si la respuesta es no, bueno sería que nos lo fuéramos planteando.
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