miércoles, 3 de agosto de 2011

El pecado popular

Al padre Ángel Tejada, en ocasión de su cumpleaños…
Por Carlos Morán
Es probable que muchos de ustedes tengan mejores historias y más originales que yo al respecto, pero como por desgracia no conozco sus vidas, y a mí me gusta escribir, y a muchos de ustedes no, transmitiré entonces la experiencia que recientemente me compartió un lector con la noble confianza de respetar su identidad.

“Cuando tenía entre 10 y 17, años más o menos”, me dijo mi confidente cuando comenzamos el tema, -es decir-, que casi desde el inicio de su pubertad hasta el final de la adolescencia, acumuló una gran cantidad de rodeos eróticos a escondidas con novias y amiguitas de su edad. Lo cual no tiene ningún mérito, ni misterio porque supongo que a ustedes también les habrá sucedido igual o muy parecido. El matiz está en la cantidad de trucos, mentirillas, pequeños engaños, fingimientos y ocultaciones que tenían qué hacer con dichas amiguitas para que sus padres no se dieran cuenta de que sus pequeñas hijas ya se habían iniciado en la exploración erótica-sexual, que por cierto estaba muy mal vista, porque ellos y ellas las siguen viendo como la bebecita de la casa.

Con los hombres nunca ha habido tanto problema porque bien saben que nuestra sociedad es asquerosamente machista y no “se cuidan” igual los hombrecitos de la casa que a las mujeres. Y por eso a los hombres le va como nos va: mujeres sumisas, abnegadas y reprimidas, y machitos egoístas, pica flores e inmaduros. (Por suerte este inmundo tiende a mejorar, pero aún queda mucho)

Este confidente recuerda que cuando tenía 10 años, se iba todas las tardes a casa de una amiguita. Su madre salía para el trabajo, y se quedaban haciendo “la tarea” durante el resto de la tarde. Calcaban los mapas del atlas, resolvían las divisiones y las redacciones de español, en menos de 40 minutos, y el resto del tiempo lo dedicaban a hacer todo lo que un par de amantes adultos puede llegar a realizar, excepto quitarse completamente la ropa. Besos caricias roces y exploraciones que se supone no solo a él, sino que casi todos los niños y niñas habrán tenido la oportunidad de haber vivido una o varias veces: con alguna vecinita, primita o noviecita en el inicio de los grandes cambios físicos y hormonales.

Luego al final de la tarde la mamá de la amiguita o iba su madre a recogerlo a él, y era tal el grado de candidez e inocencia que mostraban, que sería imposible imaginar un nivel de precocidad tan ardoroso en un par de “tiernas criaturas” como la amiguita de mi confidente y él mismo.

Más tarde en la adolescencia sobre los catorce o quince años, los chamacos echaban una gran cantidad de mentiritas para verse con la enamorada de rigor, al menos media hora, a solas a escondidas y preferiblemente a oscuras… El recuerda los primeros eternos besos de tornillo, las primeras exploraciones serias, los primeros calentones despidiéndose en el portal o las escaleras…en el parque. Y en algunos casos las primeras relaciones sexuales, a pesar del enorme tabú con que se manejaba la educación sexual (casi inexistente hace 40 años, y muy mejorable todavía) sobre todo en las mujeres, cuya información de cara a su despertar erótico, suele consistir en prohibirle todo y meterle la mayor cantidad de miedos y culpas anticipadas posibles porque de ella viene el pecado “original”.

Con todo y las enormes prohibiciones, advertencias y cuidados, con todo y la furia celosa y sobre protectora -sobre todo de algunos padres sobre sus hijas mujeres- las cosas se terminaban haciendo. Por fortuna en muchas ocasiones tomando precauciones a pesar de la ignorancia, pero en otras por desgracia con resultados dramáticos que muchos de ustedes habrán vivido en primera persona, como protagonistas: ya sea en el papel de asombrados e indignados padres, o en el de asustados y aterrorizadas víctimas de su propia ignorancia o falta de cuidado.

¿Quién no conoce una prima, compañera de clase, vecinita o conocida que terminó embarazada o abortando a una edad precoz a pesar de haber sido “educada” en la más rígida y conservadora moral, y con los máximos cuidados del mundo? Por cierto hace poco en una cuenta de Facebook, descubrí a la hija de una señora integrante del “reino”: La jovencita que ya no es tan joven ofrece en su cuenta como bienvenida, mentadas y puteadas así como palabrotas del tamaño de la vela más alta de un barco… que, si su madre lo descubre, porque ya sabe cómo es su hija, se muere del soponcio.

En esa época, el joven necesita solo cinco minutos de soledad… ¡cinco son suficientes! Para derrumbar todas la advertencias prohibiciones, cuidados extremos y negación de la sexualidad de las hijas adolescentes. La curiosidad es infinita, las hormonas están en efervescencia, lo que ven en el colegio, en la televisión, las telenovelas y en la calle los va “preparando”, aunque sus padres eviten y nunca encaren con naturalidad la educación efectiva en esos temas, pero si dejan que sus niñas vean telenovelas con altos grados de calor.

No voy a entrar en polémicas de: qué es lo correcto, ni cuál es la edad ideal, ni si tal o cual religión recomienda castidad hasta el matrimonio etc. Eso se lo dejo a las convicciones o creencias de cada quien. Lo que si digo es que la sexualidad de las y los adolescentes con sus contemporáneos era una realidad hace 30 años que yo lo fui, lo es hoy, y lo ha sido siempre (aunque algunos padres y madres se persignen y crean que la cosa no va con ellos, y olviden que ellos y ellas algún día también lo fueron e hicieron lo mismo)

Mi confidente tiene una hija que anda por los diez años ya, y en menos de tres meses su cuerpo ha empezado a cambiar a un ritmo acelerado, y ha pasado en el mismo periodo de tiempo: de ser su “superhéroe y galán particular idolatrado” a ser poco menos que un padre estricto y “odioso” aunque ninguna de las dos acusaciones que su amada hija le haga sean del todo ciertas. La niña ya ha despertado su interés por los chicos de su edad, en la colonia, en el colegio, en sus charlas con sus amigas etc. Y aunque de momento sólo sean idealizaciones propias de la edad, a veces el padre se pone a pensar en lo que él hacía con sus noviecitas, y no puede hacer otra cosa más que masticar sus temores y preocupaciones con la misma medicina que supone lo hicieron sus padres.

Creo que aparte de educar y enseñarle lo básico que tiene que ir aprendiendo una niña para un desarrollo sano de su cuerpo y sexualidad, es advertirle de los peligros (embarazos no deseados y enfermedades que limitan la vida VPH VIH) De recomendarle que es preferible hacerlo cuando llegue el momento, con alguien que quiera mucho, que sea muy especial y que la trate bien etc. Cosa que su madre y el padre han hecho aunque “les duela”. De darle mucho cariño, ser paciente con su cambio de carácter y su evolución, y sobre todo mirar la sexualidad como algo que está ahí, en el ambiente, que es natural y que tarde o temprano le tiene que suceder a ella…Ah, y nunca dejar esa valiosa información para lo último…ya cuando tenga 15 ó 16 años, porque creemos “que aún no es el momento” , olvidándose que las niñas empiezan desde los 10 a explorarse y a probar pequeños roces, en muchos casos…

Este amigo piensa en las mentiras que dijo con sus noviecitas de adolescencia, piensa que en esa época por desgracia era la única opción que les quedaba, sus padres jamás hubiesen aceptado (tapando el sol con un dedo) que sus hijas de 14, 15 o 16 años tuvieran un despertar sexual, o sintieran esa necesidad. Jamás. Y a esa edad nadie se sentía degenerado, ni sucios ni culpables. Es obvio que les hubiera gustado tener una educación sexual más abierta no sólo en el colegio sino con sus padres, y no tener que hacerlo con engaños de forma peligrosa y de manera secreta, pero eran otros tiempos y ahora que él, tiene la oportunidad de cambiar las cosas, sólo espera que su hija tenga suerte con la elección de sus amigos o novios, o novias o lo que escoja para su vida, que ponga en práctica la enseñanza que se le ha dado y los cuidados en el momento que decida empezar su actividad sexual plena, y que nunca, nunca tenga necesidad de mentirle. Bueno eso, y cruzar los dedos para que le vaya bien, porque sólo su vida dirá la última palabra y será el ministerio que califique qué bien o mal educó a su hija.

Si total, de todas formas va a suceder, a él le gustaría que de una vez termine de cambiar su cuerpo y se le quite el desconcierto que ahora la ha hecho alejarse de él, que puedan volver a ser buenos amigos, como lo han sido siempre, aunque ya nunca vuelva a ser su superhéroe, ni le diga que es el hombre más guapo del mundo.

Para comentarios escríbeme a morancarlos.escobar@gmail.com

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