lunes, 13 de abril de 2015

CARREREANDO LA CHULETA


LLUVIA PARA LLORAR

Por Ronay González
Ya quería que el agua del cielo nos callera pero sabroso, es más hasta le bailé a Tlaloc para que me hiciera el favor de que lloviera por lo menos en el callejón donde vivo; funcionó. No fue como yo esperaba, quería algo más tronador, pero tuve que conformarme. El corredero de chamacos a meter la ropa fue más que evidente, los gritos de las mamás se escuchaban por todos lados, por supuesto no faltó quien sacara los tapetes para lavarlos debajo de los chorros de las marquesinas.

De chamaco, cuando era flaco y mis problemas se resumían a cómo sacarle lana a mi mamá para ir a comprar las quesadillas de sesos que vendían por la 12 y la 2 Poniente al lado del Coatancito, riquísimas por cierto, recién hechas… se me antojaron, pero le decía, mis problemas eran ese y pedir permiso para que me dejaran bañarme en el agua de lluvia, era un privilegio, sorprendente, el agua de la calle corría limpia, claro después de los primeros 10 minutos ya que se llevaba el polvo, el orín y otras gracias de los perros de los vecinos (de sus canes, no piense usted mal).

Los chorros de agua eran cristalinos, el ambiente refrescante, el chorro directo en la cabeza o la espalda más que relajante; hacer pequeñas represas de piedras, llenarlas de barcos de papel, un balneario digno de Orlando, Florida. Claro que como todo lo bueno terminaba cuando dejaba de llover y ni modo, a bañarse con jabón Zote que eliminaba cualquier mugre. Después de eso estabas listo para tomar tu café con cuatro galletas o un pan de Las Orozco. Finalizaba el día con una serie de las que pasaban en el canal 3 de Guatemala que se veía por acá en la televisión abierta. Recuerdo a Los Magníficos o Kit el auto fantástico, dormías de lo más sabroso.

Siendo las 3:26 de la tarde de ayer escuché un retumbo, así le decimos a los rayos en Xochiltepec, o relumbre como les decía mi tía Conchi. Al más puro estilo de milagro bíblico el agua llegó, qué delicia era ver correr en las azoteas a la plebe con la ropa media mojada, el olor inconfundible de la tierra al toque con el agua. A las 3:29 ya estaba cayendo el agua en las jardineras, el sonido de las hojas de capote (que son las únicas que pegan por estas fechas porque lo demás está seco), era un coro gregoriano que endulzaba lo temprano de la tarde.

Cuando marcó el reloj las 4:00 de la tarde esto parecía la antesala del paraíso, el sueño duró un minuto. El sonido del choro del agua de la marquesina era ya perceptible pero lo que corría era una “hermosa” agua gris que iba lavando todos los desechos de las azoteas. Para mi desgracia el olor a tierra mojada desapareció siendo las 4:05, hora en la que se empezó a entremezclar el olor a orines y otras suciedades.

A las 4:10 comenzó la búsqueda de las primeras goteras en las láminas de las casas (en los techos de la casas se perciben hasta pasado el 4º o 5º aguacero, a veces en el segundo si el impermeabilizado es muy chafa), la clásica a media sala o las más odiadas, las que caen en tu colchón.

4:15, un golpe de realidad me dio de lleno, supe que estaba en Tapachula. Pude ver la primera bolsa de basura en la corriente de la calle, al más puro estilo huacalero, bien amarradas para que floten y se las lleve la corriente, tras de esa otra, y otra. Botellas de refresco, cáscaras de la naranja exprimida para el jugo dominguero de la mañana.

4:20, el deseo de un buen café se hizo presente, por la hora no lo quise con pan, sino con un buen cigarrito, ambas cosas me ayudan a pensar, no sé en qué, pero a pensar. Creo que tuve en la cabeza la solución a los problemas armamentísticos del planeta o encontré el por qué Estados Unidos no quiere a Cuba, pero lo que más me entretuvo fue el por qué no cambiamos.

Me acordé que cuando llovía la chamacada tiraba la basura en el Coatancito por que como estaba crecido se la llevaba más fácil. Ya les había contado que de chamaco me empleaba como tirador profesional de basura, las vecinas me escogían a mí porque caminaba tres cuadras rápidamente hasta el mercado Sebastián Escobar, o San Sebastián (es el mismo, sólo que algunos ya hicieron santo al general), en donde tiraba la basura en el camión que siempre estaba ahí en la esquina del mercado. Nunca la tiré en el rio, no me parecía justo ni bueno, además de que ya empezaban en las escuelas a educar sobre la preservación del medio ambiente y yo sí “tiraba la basura en el lugar”.

4:25, lo que debió ser algo rico, que deseaba, un espectáculo maravilloso, me dejó una gran pena. No sólo eran las bolsas de basura flotando, ya entrando a trabajar me di cuenta que lo que corría en el par vial (ese que dijeron que no se inundaría nunca y que obviamente no fue cierto) era mezcla de agua de lluvia con aguas negras. Alguna cañería tapada de la 5ª Norte seguramente, o de la 3ª; las alcantarillas tapadas con botellas de todo tipo, hasta las flores que sepa qué enamorado se las dio a su novia quedaron ahí atoradas. El eterno problema de Tapachula.

No fui el único enmuinado, también más de un conductor al saber, por medio del infalible olor, que lo que les aventaban los demás carros no era agua de lluvia, bueno sí pero con otras cosas. Una cosa es el polvo y otra muy distinta las bolsas de basura. Los problemas en la recolección de basura son evidentes en esta ciudad, pero más lo es la terrible “cultura” de no separar la basura y tirarla a la corriente de la calle cuando llueve.

Esto tiene que terminarse, no podemos seguir pretendiendo ser una ciudad que se oferte al turismo si seguimos sin corregir este comportamiento vil. Eso es de todos y ¡urge!

Cambiando de chuleta, si usted me lo permite amable lector, en este espacio iré publicando la opinión de candidatos a diputados federales que están en plena campaña. No me interesa nada más que sus propuestas, entrevistarlos a mi estilo, es decir sin plataformas de preguntas prefabricadas, a sabiendas de que van a aceptar reclamos y preguntas de ustedes, así que díganme qué quieren saber. A todos nos va a servir, a los lectores para disipar sus dudas, y a los candidatos para que se comuniquen con mi pequeño pero maravilloso puñado de lectores. Ya saben, estoy a sus órdenes en ronay.mx@gmail.com

Finalmente no puedo dejar de mencionar que me mucho harto gusto que algunos maestros están tratando de prepararse, no en marchas aclaro, me informaron que el Centro Regional de Formación Docente e Investigación Educativa, mejor conocido como CRESUR, ha abierto diversas maestrías para que los profesores se actualicen y por supuesto puedan dar a sus alumnos todo lo que se merecen. Ojalá los maestros se den la oportunidad de tomar esas maestrías para seguir contribuyendo a engrandecer a Chiapas, luego no digan que no hay dónde.

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