miércoles, 26 de noviembre de 2014

CARREREANDO LA CHULETA


MUJERES
Por Ronay González

Fuente de inspiración, festejada a más no poder, pero también así golpeada. Es increíble en todo lo que hacen, ven hermosura hasta en la panza de sus maridos, capaces de hacer seis cosas al mismo tiempo.

Su vida son sus hijos, la gente por la que luchan, por la que en muchas ocasiones lloran, sufren, pero que aman profundamente. Las mujeres mexicanas son una combinación única de culturas, son fuertes, entronas, aunque a la vez las han hecho creer débiles e incapaces.

Nuestra sociedad de machos aún tiene mucho camino por recorrer: desigualdad económica, social, política, cultural.

Han sido fundamentales en la historia de nuestro país, en todas las luchas sociales, en la construcción de lo que intentamos ser como nación; es por eso que aún no entiendo porqué quedaron tan lejos de los “logros”, a penas si tienen presencia en la vida institucional de este país.

Las religiones tampoco han ayudado mucho, durante años se les segregó a los roles “femeninos” que básicamente se sintetizan en el cuidado del hogar, de su marido, sus hijos, ¡ah! y en los hijos que Dios les dé.

A mí me han educado mujeres, la figura de padre nunca la tuve, pero madres tengo varias (aunque algunos aseguren que no tengo): la filósofa de Xochiltepec, mi Goya, mi hija, esposa, y algunas más que por enseñarme a ser más humano y menos animal no me han cobrado nada.

Según los sociólogos y gente que sabe de esos menesteres, en los cuatro últimos decenios los rasgos vitales de las mexicanas han cambiado apreciablemente, su perfil demográfico ha variado, son mayoritariamente urbanas y principalmente adultas jóvenes (y no fundamentalmente jóvenes como en 1950).

Uno de los cambios más evidentes ha sido su menor fecundidad, que ha pasado de un promedio de siete hijos por mujer en edad fértil al comienzo de los cincuenta, a tres hijos cuando se inician los noventa, lo cual es una ventaja porque un menor número de hijos permite más libertad por lo menos de tiempo.

También se incrementó de forma importante el número de mujeres en el mercado laboral, no digo que trabajan porque han trabajado siempre, sólo que no les pagan. Ahora trabajan doble porque se las ingenian ya que ellas son las que principalmente están al pendiente de los hijos y del hogar, pero tienen la ventaja de ya no ser dependientes al menos económicamente.

No entiendo entonces por qué siguen soportando golpes, lo cual es muy preocupante, porque el maltrato comienzan incluso desde el noviazgo, por mequetrefes imbéciles que las terminan hasta matando.

Las cosas no van a cambiar de la noche a la mañana pero en algún momento tenemos que empezar, todos, organizaciones, ciudadanos, gobiernos, en Chiapas por ejemplo las mujeres son sujeto de diversos apoyos, algunos en especie, otros como apoyo para que comiencen su propio negocio, capacitación, y habría que agregar la priorización de una agenda legislativa en defensa de los derechos de la mujer y los niños a través de leyes que priorizan el papel de las mujeres.

Sasil de León Villard, titular de la Secretaría de Empoderamiento de la Mujer en el estado está haciendo su trabajo para ubicar en la palestra nacional a Chiapas por la creación de un marco referencia para protección y apoyo a las mujeres y de especial atención a las comunidades indígenas.

La Agenda para los Derechos de la Mujer surgió de una amplia consulta a miles de mujeres de los 122 municipios de Chiapas, donde la Sedem, a través de los Comités Municipales para Garantizar una Vida Libre de Violencia mantiene una sinergia permanente con la población para conocer sus necesidades y priorizar sus demandas de atención.

Todo esto es de gran valía, pero siendo de la idea que la educación es el mejor camino, desde niños educar en casa a todos los miembros de la familia, a los niños para que sean respetuosos con las mujeres y no pequeños patanes; a las niñas en un sentido de igualdad y de no sumisión, y en la medida en que esto funcione ya no se necesitará de leyes para que sean respetadas y tratadas con igualdad.

Quiero pedirle perdón a una mujer en estas líneas, no sé quién es, cómo se llama, estaba escribiendo un día una columna en una cafetería, en la mesa de un lado estaba una pareja discutiendo no sé por qué. Cuando las palabras subieron de tono pude detectar que eran novios y él le decía constantemente que no la dejaría, la jaló de tal manera que la tasa de café cayó encima del tarado, lo que lo enfureció más, la volvió a jalar del brazo, dejó un billete en la mesa y a jalones se la llevó.

Más de uno le mencionamos al tipo que se calmara o que llamaríamos a la policía, lo que al cobarde sujeto de hecho no le importó; nadie defendió a la joven, nadie fue capaz de actuar, de interponerse para que la dejara en paz, de llamar efectivamente a la policía. Le pido perdón a esa joven porque yo fui uno de esos cobardes que prefirió sólo decirle al tipo que se calmara, cuando lo correcto hubiera sido apoyarla a ella completamente, ofrecerle llevarla a su casa, llamar a su papás. Sujetos así no pueden andar sueltos por la calle como si nada.

Los machos son como los delincuentes, tenemos que señalarlos, no dejarlos actuar, para que poco a poco se vayan mejorando las condiciones de nuestras mujeres, de otra forma seguiremos viendo como nuestro país crece a medias.

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