miércoles, 12 de noviembre de 2014

Palestra

De corazón conejo*
Por. Rodrigo Ramón Aquino
Compañeras y compañeros, de partido y de sector, pasen, pasen, aquí adelante hay una vida: una que fue moldeada en sus primeros años por la tierra de Arriaga y el viento del Itsmo. Una que a los 17 años de edad arribó a esta tierra alegre con poco bigote pero con inquietudes a granel.


Enrique Alberto Alfaro Santos tiene muchas facetas, una suma de puntos que trazan cada rasgo de su personalidad: un joven entusiasta activista de izquierda en sus primeros años, un periodista comprometido con las causas más sentidas, un locutor del comentario atinado y esclarecedor, un analista de la realidad, pero sobre todo un crítico de la deshumanización, que toma papel y lápiz, sus principales armas, y sintetiza el mundo incómodo, corrupto, desquebrajado que, de tan acostumbrados, ya no vemos o no queremos ver.

Algunos lo han calificado como “el mejor caricaturista de Chiapas” y él con redonda sencillez responde: “pa’ qué me limitas”. Su andar por la caricatura política-social comenzó a los escasos 17 años en Tuxtla Gutiérrez al publicar sus primeros garabatos en el periódico Número Uno. De aquí marchó a Veracruz a publicar en el Diario de Xalapa, luego enfiló al DF para colaborar en Uno más Uno, El Financiero y otros diarios de la gran urbe. Participó, también, en la fundación del diario Por Esto!

Así paso los años, yéndose como la carretera de San Pascualito, y vini… regresándose… Un día, cuenta la leyenda, reapareció por estas tierras comiendo un esquite y ya nunca más se fue. Por internet o aves mensajeras sus cartones recorren las páginas impresas o virtuales de numerosas publicaciones en el estado y fuera de él.

De origen cometierra, hoy, en definitiva, es conejo, pues como la naturaleza del propio gentilicio tuxtleco, conoce y padece cada hoyo que hay en la ciudad, cada zanahoria podrida, pero también disfruta las frescas lechugas que también produce esta comarca.

Con sus caricaturas, Alfaro ha dejado constancia de su coraje, de su frustración y también de su alegría. Pasen, insistimos, ésta es su casa y ésta su gente. Disfruten de esta exposición que por sus 30 años de cartonista le organiza el Museo de la Ciudad. Una galería que concentra sentimientos de enojo y tribulación, pero también risa (amarga si quiere, pero risa al fin).

Ágora

El diputado Fernando Castellanos Cal y Mayor presentó en la sesión de ayer del Congreso del Estado la iniciativa de decreto por el que se reforman y derogan diversos artículos del Reglamento de Tránsito del Estado de Chiapas y el decreto por el que se reforma y derogan diversas disposiciones del Artículo 24 de la Ley Estatal de Derechos, que buscan, principalmente, evitar cobros por posesión y emplacamiento de bicicletas y que los agentes de tránsito las vigilen como si se tratase de un coche.

En su argumentación, Castellanos dijo: “Hoy recojo la preocupación de diferentes asociaciones chiapanecas de ciclistas, en las que en el ánimo de dar certeza jurídica podamos generar dos acciones legislativas, la primera derogar de la Ley de Derechos del Estado de Chiapas un cobro sin sentido al derecho de posesión de una bicicleta y posteriormente pagar el refrendo para emplacarla, y, por otro lado, una reforma al Reglamento de Tránsito donde las bicicletas estaban reguladas y vigiladas tal como cualquier otro vehículo automotor; es ilógico que un agente detenga a un ciclista por no traer placas; se hacen también especificaciones de seguridad; el objetivo es que flexibilicemos el reglamento para la actividad de los ciclistas”.

Corrillo

Con la novedad de que esta vez no se trata de amparos ni de que ya merito mete al bote a Sabines, no; esta vez el maestro en Derecho, Horacio Culebro Borrayas, atrajo los reflectores porque renunció al PRD y quemó su credencial frente a Palacio de Gobierno. Yo creo que César Espinosa ha de decirse a sí mismo: “al cabo que ni quería”.

*El texto de presentación de la exposición "De corazón conejo", que el Museo de la Ciudad organiza por los 30 años de caricaturista político de Enrique Alfaro.

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