lunes, 31 de marzo de 2014

CARREREANDO LA CHULETA


EL PLANETA SE MERECE ALGO MÁS QUE UNA HORA Y NOSOTROS TAMBIÉN

Por Ronay González

Querido lector ¿participó de la hora del planeta el pasado sábado? He de confesarle que yo no, muchas personas que conozco tampoco, y no quisiera que sonara a pretexto pero imagínese usted que el sábado en la noche llego no cansado, medio muerto ya, y sólo de pensar que no podría cenar porque habría que apagar la luz, y la tele ¡y por una hora! Todavía fueran 15 minutos y pudiera ser que me aguantara, pero ¿quién va a querer cenar con velas, en silencio?

Pareciera a veces que no hay nada que detenga o por lo menos desacelere el extraño ritmo de vida en el que quien sabe a qué hora nos metimos, y que no nos deja dormir plácidamente, sin que nos preocupe que por la tarde llegó el recibo de la luz, del teléfono, el requerimiento del pago vencido de la tarjeta, así que descansar, no se puede, nuestra mente sigue maquinando cosas a mil por hora y puede ser que nos venza el sueño, pero descansar no.

Nos levantamos, echando pestes porque nos sentimos cansados, ni siquiera nos acordamos de darles los buenos días a nuestras mujeres (u hombres), a nuestros hijos, mucho menos un beso, una caricia; salimos como rayos sin desayunar la mayor parte de las veces, total, ya comeremos nuestros rigurosos ocho tacos con refresco de 600 ml; o una torta, y nunca se nos ocurre pensar que si le invirtiéramos 10 minutos al desayuno en el hogar podría éste ser más sano, más barato e incluso a nuestro organismo le caería mejor. El lunch de los niños es otra danza, sólo de pensar que tenemos que lavar la fruta, picarla, ponerla en un recipiente, nooooo, con 15 pesos la libramos y ahí a ver qué les dan en la escuela.

Por supuesto difícilmente tendremos tiempo y oportunidad de comer a la hora que corresponde y algo que necesite nuestro organismo, lo que va a ir demeritando poco a poco, o más rápido de lo que creemos, nuestra salud y calidad de vida, pero eso tampoco lo queremos ver, el tiempo apremia y la prisa no nos deja.

¿Y así quieren que cuando llegue a mi casa apague todo por la Hora del Planeta?

Esta medida, espacio, moda o como le quiera llamar, no pretende más que darle un respiro al planeta, que dicho sea de paso, lo estamos dejando sin aire, sin agua, sin animales ¡sin nada! Nos hemos vuelto los peores depredadores pero ¿para qué pensar en todo eso? Para eso están os ambientalistas, todos esos que no tienen nada mejor que hacer y que protestan cuando hay contaminación, cuando desaparecen las especies animales, nosotros tenemos mucha prisa.

Yo quisiera hacer la Hora del Planeta todos los días, quisiera poder, o mejor dicho “querer” dedicarle una hora al medio ambiente, al reciclaje, a la recolección de desperdicios re utilizables en la calle, a sembrar árboles; hacer algo para que este planeta en el que vivo me dure un poco más.

Sin embargo también sería que tuviera una hora para dedicarme a mí, a hacer ejercicio, a leer, practicar algún deporte, escuchar música, eso me caería tan bien; o una hora para dedicársela a mi familia, hacer tareas con ellos, llevarlos al parque, platicar o simplemente estar sentado mientras nuestros lazos familiares se tornan cada vez más sólidos.

Como ven, la Hora del Planeta me hizo pensar en algo más que un respiro para la madre tierra que bien se lo merece, pero resulta que muchas veces nosotros estamos igual de amolados, pero no nos detenemos ni para lo uno ni para lo otro; y ambos son necesarios, así que le propongo que declare su propia Hora del Planeta, aunque sea una vez al mes, pero también su Hora de la Familia, su Hora de Mí mismo, y puede ser que entonces empecemos a ver que las cosas mejoran.

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