jueves, 12 de enero de 2012

El fino retrato de la sociedad

Por Carlos Morán

Hubo una vez una nación donde la gente se había acostumbrado a ocultar sus verdaderos pensamientos de tal forma, como a esconder sus auténticas intenciones y sentimientos con tanto celo, que la realidad que compartían con sus seres queridos, solía ser un sucedáneo vacuo de lo que dichas personas mantenían rumiando en su interior. En esa nación nadie confiaba en nadie. Era costumbre juzgar con gran saña y escándalo conductas en los demás, aunque en el fuero interno de cada implacable juez, -y de manera soterrada- también se presentaran, o se vivieran como las hemorroides... En silencio. La apariencia era “virtud” aunque la realidad iba por otro sendero. 

Se llegaba a lo absurdo en reuniones o comidas familiares, que los hijos para poder hablar con sus padres o hermanos, -en teoría son las personas más cercanas e íntimas que un ser humano puede tener- precisaban someter sus charlas a temas triviales, poco comprometidos y políticamente correctos. 
 Porque si cada uno mostraba sus verdaderos pensamientos acerca de, por ejemplo: la política, la religión, la sexualidad, los sentimientos, la ética o la moral; el nivel de animadversión, la discordia y el ambiente se enrarecía de tal manera que la familia terminaba casi siempre con arañazos. Entonces se ligaban profundas rencillas con incomprensiones, intolerancias mutuas que dejaban heridas que parecían no cerrar jamás. El padre censuraba al hijo marica, aunque lo trataba con una hipocresía más parecida a la lástima. La madre censuraba por dentro a la hija traviesa, aunque nunca se atrevía a decírselo. La hija traviesa y muy liberal a su vez detestaba a la madre aunque la soportara con meloseria melodramática. El hijo inteligente y “raro” que estudiaba becado se avergonzaba de sus padres, y en ocasiones le costaba entender la estupidez de sus hermanos. La madre se avergonzaba de sí misma, y explotaba en resentimiento de años hacia su marido. El marido odiaba a su mujer, odiaba su familia y criticaba la promiscuidad de los jóvenes aunque desde hace años mantenía una jovencísima querida en secreto, y le gustaban las muchachitas. La madre criticaba la promiscuidad de sus hijas, aunque esta era 10 veces menor que la de sus hijos varones, a los cuales obviamente no les decía nada. Todos a su vez criticaban a la vecina: madre soltera, guapa, independiente que solía traer como mínimo ¡un amante nuevo! cada mes…

Sin embargo los hijos varones se querían “tirar” a la vecina, excepto el marica que la admiraba aunque criticaba su vestuario. El padre fantaseaba con la vecina, la madre hubiese querido ser como la vecina. Y una de las hijas que ocultaba su bisexualidad estaba enamorada de la vecina. Obviamente nadie decía lo que pensaba y el juicio común expresado durante la cena, era que esa mujer era muy jodida, puta…sospechosa, (¿de qué, de ser libre, de ser transparente?) Que sin duda no era de fiar. Aunque ninguno la conocía, aparte del saludo diario cuando se cruzaban, y menos la había tratado a fondo, todos en la familia, ante ella, mostraban una condición de superioridad moral.

Era una feria constante de apariencias, de contradicciones internas, de exteriorizar sólo los temas comunes, lo que todo el mundo quiere escuchar. Y por otro lado guardar el “yo auténtico” en una jaula profunda, donde la incomprensión y la vergüenza amenazaban con diluirlo, y el amor filial sin verdadera franqueza al que se aferraban de dientes para afuera, cada día se mantenía más por formalismo que por verdadera sintonía vital, tolerancia, amor incondicional o franca empatía.

Pretendía hacer un breve relato de ficción al respecto de este tema. Pero pensé en un correo reciente que recibí de una amiga de bachillerato que no veo hace 31 años. Por cosas de la tecnología nos hemos vuelto a hablar. Ella es casi de mi edad…bueno y…, para ser más exactos. Nos conocimos cuando estudié latín y griego en el CUM. Yo me retiré, ella siguió porque era más lista que yo.

-“Hola Carlos, Me he vuelto asidua lectora gracias a una persona que reenvía tus artículos. Ya sabes que mi “pasión literaria” la cambie por un trabajo bien pagado en una financiera… ¡ahórrate comentarios sarcásticos por favor! En fin, lo pensé mucho antes de decidirme a escribirte, pero ayer me sentía muy mal y dije ¿por qué no compartir contigo mi gran inquietud? ¡Hace tanto que no nos vemos! y no sabía nada de ti…, que hasta me daba un poco de pudor. Finalmente al leer tus escritos no me siento tan “anormal.” Seguimos teniendo mucho en común. Me identifico con varias de las posiciones que planteas respecto a las relaciones de pareja. A veces me parece que lo que a los veinte años pensábamos los dos, tú lo has podido llevar a la práctica más fácil y eso me da coraje aceptarlo... ¡me da coraje! Supongo que me ha costado separarme de prejuicios que significa ser mujer en nuestra sociedad. No sé si será la primera vez que recibas un correo con preguntas al estilo doctor corazón como la que te quiero plantear. Pero la verdad es que estoy muy perdida y pienso que me puedo desahogar contigo. Perdona el atrevimiento, pero ya fui tu paño de lágrimas varias veces en el pasado, así que me lo debes. Ja.”

-“¿Qué hacer ante una vida estable, con un matrimonio "armonioso," lleno de planes, amigos, etc. que se vio desequilibrada por una aventura de pasión desenfrenada? La historia está llena de arandelas, pero en conclusión, me tiene entre la espada y la pared. Luego de dos años de noviazgo mi actual esposo me propuso matrimonio, y yo acepté. Sin proponérmelo. Ya te acuerdas lo que yo pensaba de eso…, pero me enamoré y no sé a qué hora empecé a hacer parte de la estadística. Él es bueno y le quiero con un amor sublime. Pero no me llena totalmente, no genera ninguna pasión en mí… No me erotiza lo suficiente y hace sexo solo cuando él quiere. En fin, nuestra vida sexual era, y creo que siempre lo fue, más bien “sosa” demasiado calmada… Hasta que descubrí mi lado salvaje con este ser que te conté, el mismo que me tiene la cabeza en corto circuito. ¿Hasta dónde soy capaz de cambiar mi "estabilidad" por un buen amante? Como típica frase de novela: “jamás pensé que algo así me pasaría a mí.” 

Todo esto me ha hecho reflexionar en las razones por las cuales me casé, y me han tenido unida a mi marido por todo este tiempo. Incluso fui a un par de sesiones con un psicólogo, para intentar descifrar el acertijo, pero desistí. No volví. Siendo honesta, creo que no fui capaz de contarle la verdadera historia con pelos y señales por pura vergüenza. Y no es que ahora no la sienta, es que mi incógnita presencia en este relato le quita peso a mi marchita autoestima.”

-“Me da rabia ser un caso más… siempre he querido ser diferente, más vanguardista, rebelde, arriesgada de como realmente actúo. En cierta forma, siempre he sido el ejemplo a seguir para las chicas en mi familia y ser el modelo tiene un peso moral. Para colmo me crié en la cultura tradicional que suele ser bastante mojigata. Muy a mi pesar a veces me siento reprimida. Pero parece que alguien despertó mis más escondidas pasiones. Yo sé que no es la primera vez que pasa, es más común de lo que la gente se pueda imaginar, pero no sé cómo diablos salir de esto y tomar una decisión”.

“A la hora de la verdad soy una cobarde y he entrado en ese letargo de no querer tocar el tema con mi esposo. La verdad es que a veces pienso que él es tan perfecto, tan ideal que el tema sexual está muerto. Pero en otras ocasiones no logro sacar mi oscuro secreto de mi mente y mi cuerpo. Tampoco ayuda que mi furtivo amante me presiona para que formemos una vida juntos… ¡pero no es tan fácil como él lo plantea! En fin, este es un breve relato de lo que ha sido mi vida en los últimos meses. ¿Alguna luz? Ahora que estoy sola, mi esposo ha salido dos semanas a un viaje de trabajo, he tratado de llegar a conclusiones, pero es difícil. No tengo la misma valentía que me llevó a enredarme en una locura, para enfrentar las consecuencias.”

Laura, no te quemes la cabeza: tener una amante, un “affaire,” una canita al aire o como se llame al margen de la pareja es algo tan viejo como la misma historia de la humanidad. Los hombres nunca hemos tenido ese problema, cuando la esposa es “holgazana para la cama” simplemente nos conseguimos una amante. Sé que suena muy “fuerte” pero es así. Lo hemos hecho toda la vida sin despeinarnos, y las mujeres, de una aventura nuestra que se enteran cuando ya han pasado diez. (Cada vez más a menudo sucede al contrario también). Pero no sólo lo hacemos los hombres, los moteles se llenan de lunes a viernes de amantes, donde uno es hombre y la otra suele ser… mujer. Los casados y las “parejas estables” no acostumbran frecuentar hoteles ni moteles, total, en su casa y en su cama les sale gratis y no tienen que esconderse de nadie.

Pero no te creas que todas esas inmaculadas mujeres que frecuentan hoteles y moteles sean virginales doncellas solteras y sin compromiso... ¡No!, son mujeres con novios, esposos o parejas, al igual que el tipo comprometido con el que van. Así funciona esto y así ha funcionado siempre. La mala fama nos la llevamos nosotros los hombres porque somos imbéciles para ocultar las cosas, pero las mujeres son tan propensas a tener un amante como cualquier hombre. Otra cosa es que a ustedes las mujeres las hayan educado para negarlo, para sentir vergüenza, remordimiento… para ocultarlo. Y que los hombres y las mismas mujeres aún censuren algo que la mayoría de las veces ellas y ellos también fantasean, sueñan o simplemente hacen en su vida privada

Para comentarios escríbeme a morancarlos.escobar@gmail.com

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