miércoles, 23 de abril de 2014

CAFÉ PARA TODOS


* EMOTIVO HOMENAJE LUCTUOSO A GARCÍA MÁRQUEZ, HIJO DEL TELEGRAFISTA DE ARACATACA, COLOMBIA; SU ESFIGIE, EN EL HOTEL DES 3 COLLÈGES EN PARÍS
*LO QUE NOS FALTABA. EL “MOCHE” TAMBIÉN PERMEA ENTRE LA GENTE DEL FUTBOL

Por. Alberto Carbot

Gabriel García Márquez, el Premio Nobel, quien fue exponente del boom de la literatura latinoamericana, recibió en el Palacio de Bellas Artes, un imponente homenaje luctuoso reservado sólo a los grandes personajes del arte y la cultura nacional y universal.

Fallecido el pasado Jueves Santo, como Ursula Iguarán -uno de los más memorables personajes de su novela Cien años de soledad-, sin duda terminó pareciéndose a muchos de los protagonistas de sus obras, como la “Mamá Grande”, quien tuvo funerales de Jefe de Estado, como los que se le rindieron al ahora arquetipo del Realismo Mágico.

Sus partidarios aseguran que, después de Miguel de Cervantes Saavedra, es el exponente más grande la literatura en español. Sin embargo, él, quien era un hombre modesto, dijo alguna vez que siempre sería “el hijo del telegrafista de Aracataca”.

El hombre fue honrado en una ceremonia que contó con la asistencia de los presidentes de México, Enrique Peña Nieto y Colombia, Juan Manuel Santos. El escenario elegido para rendirle tributo, el Palacio de Bellas Artes -un recinto de mármol de Carrara, de estilo neoclásico, con mezclas de art nouveau y art decó-, ha sido sede de homenajes de cuerpo presente para personajes de la talla del escritor Carlos Fuentes en mayo de 2012, el ensayista Carlos Monsiváis, en junio de 2010, el también Premio Nobel de literatura Octavio Paz, en abril de 1998 o el fotógrafo Héctor García, en 2012.

Pero también otras figuras legendarias del arte y la cultura mexicana del siglo pasado han sido objeto de honores en este palacio emblema del estilo afrancesado dominante durante el gobierno de Porfirio Díaz a principios del siglo XX, y diseñado entre otros por el italiano Adamo Boari.

Ahí fue llevado, por ejemplo, el féretro del icónico muralista Diego Rivera, en noviembre de 1957 y tres años antes, en julio de 1954, el de su no menos célebre esposa, la pintora Frida Khalo. Para la historia quedó la anécdota de Diego llorando inconsolable sobre el ataúd de su compañera en Bellas Artes, mientras un desconocido envolvía el féretro con la bandera del Partido Comunista, lo que desató una gran controversia y el despido del titular del recinto artístico.

Previo al homenaje, el convoy con las cenizas de García Márquez, partió de la casa donde vivió por más de tres décadas el “colombiano más mexicano”, quien eligió este país como su segunda patria, para escribir su obra cumbre y donde nació uno de sus hijos.

Sus vecinos, con los que convivía poco, y lo consideraban un tanto huraño y esquivo, salieron a despedirlo con aplausos.

Custodiada por agentes a bordo de 20 patrullas y flanqueada por 50 policías, la urna fue llevada por su familia, y al llegar fue recibida por un tumulto de personas mientras se escuchaba la melodía “Macondo”, del cantante mexicano Oscar Chávez, inspirada en Cien años de soledad.

En Bellas Artes, unas 10 mil rosas amarillas fueron distribuidas en grandes ramos a los lados de las escalinatas cubiertas por una alfombra roja, en el vestíbulo de la sala central del edificio, junto a ramilletes de “Cuna de Moisés”.

En el frente fue colocado un retrato gigante del Premio Nobel de literatura 1982, donde aparece sonriente, con el cabello alborotado y un grueso bigote canoso, bajo el cual se leía la frase “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”, que forma parte de sus memorias.

La primera guardia de honor fue hecha por su viuda Mercedes Barcha y sus hijos Rodrigo y Gonzalo, junto al titular de Conaculta, Rafael Tovar, quienes previamente colocaron la urna en un pedestal del vestíbulo de la Sala Central del edificio, entre fuertes aplausos de los presentes.

Después empezaron a desfilar frente a las cenizas una hilera interminable de personas que desde antes de las 10 horas comenzaron a formar un tumulto afuera de Bellas Artes, aguardando con ansiedad este momento.

Algunos traían en las manos sus libros preferidos de García Márquez, como “Cien años de soledad” y “El coronel no tiene quien le escriba” y llevaban frases escritas sobre carteles como “Muchas gracias, maestro” y “Gabo, te veré en el cielo”.

El recinto fue abierto a las 4 de la tarde, durante 3 horas, para que el escritor pudiera ser despedido por todos aquellos que lo admiraron en vida, después de lo cual inició la ceremonia oficial a puerta cerrada, con los mensajes de ambos presidentes.

Durante el homenaje se escucharon piezas selectas de la música favorita de García Márquez, clásica y de vallenato, interpretada por una orquesta de cámara y un grupo colombiano.

SE INCREMENTA LA VENTA DE SUS LIBROS

Como suele ocurrir, tras la muerte de Gabo se dispararon las ventas de sus libros, especialmente de su obra principal, Cien años de Soledad. En Amazon México la lista de los libros más vendidos está hoy encabezada por “Cien años de soledad” y “Todos los cuentos” de García Márquez, mientras “La hojarasca”, la primera novela del autor, ocupaba el cuarto puesto.

Gandhi, la más importante cadena de librerías del país, señaló que la muerte de García Márquez provocó un efecto instantáneo en las ventas. Esto no ocurre con cualquier autor, pero en este caso se trata de un hombre que cambió para siempre la visión que se tenía en el mundo de las letras en América Latina.

Lo admirable de este gran escritor, que llegó a México en precarias condiciones, es que fue un hombre que jugó un rol más allá de la escritura de libros. De hecho, ahora se sabe que fue objeto de espionaje de parte de la desaparecida Dirección Federal de Seguridad.

Según reportó el diario El Universal - el mismo que divulgó que hace unos días que el cáncer había reaparecido en su organismo-, el literato estaba “fichado” y los agentes mexicanos le seguían muy de cerca los pasos. Su expediente está localizable en el Archivo General de la Nación.

En septiembre de 1981 -un año antes de que le fuese otorgado el Nobel de literatura-, tuve la gran oportunidad de conversar con él en París, por casi media hora, durante un evento organizado por la embajada de México, en la sede de la propia representación diplomática. Alertado por mi condición de reportero, y con la promesa de mi parte de no publicar lo conversado como un asunto periodístico, charlamos de muchos temas, obviamente de la cultura en general y el papel de los escritores y artistas mexicanos en Europa, pero principalmente charlamos de política internacional y del rol que podría desempeñar en la problemática latinoamericana, principalmente en Centroamérica, el nuevo gobierno francés, que desde apenas 4 meses recién encabezaba Francois Miterrrand.

Fui testigo del enorme aprecio que le dispensaban los intelectuales y políticos galos presentes en el evento, entre ellos el ministro Claude Chaysson y Michel Rocard, titular del recién creado ministerio de Planificación, grandes conocedores de la actualidad de la zona, ante quienes me recomendó como “un joven periodista mexicano que podría escribir algunas notas sobre la importante relación bilateral”.

Antes de partir, luego de haber permanecido por algunas horas en el festejo, un fotógrafo nos tomó una gráfica y el recordado escritor y antiguo reportero –paradójicamente tan reacio a las entrevistas-, sobre una tarjeta blanca escribió una sencilla dedicatoria que le prometí, acompañaría el pie de la foto que nos habían hecho –y me fue obsequiada días después-, y en la que ambos aparecemos tomados del brazo, con sendas copas de champán entre las manos. “Al amigo Alberto, con mucho afecto, Gabriel”, dice el texto escrito con pluma fuente.

Hace 2 años, de manera circunstancial, durante una corta visita a París, desde el portal del hotel donde la periodista Norma Inés Rivera, y nuestra amiga alemana Marianne Hummel nos hospedamos, pudimos observar una placa de bronce de pátina verdosa, con la efigie de García Márquez, colocada en la entrada del Hotel des 3 Collèges, situado en el 16, Rue Cujas, en el corazón del Barrio Latino, a unos pasos de La Sorbona.

El bajorrelieve especifica: “En este lugar, el escritor colombiano Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura 1982, escribió en 1957 su novela El Coronel no tiene quien le escriba”.

Indiscutiblemente, su muerte representa una enorme pérdida para el mundo de la cultura y las artes, y de seguro, es más sensible para quienes de una u otra manera, por minutos, días o años, tuvimos oportunidad de convivir con él y escucharlo, pero sobre todo, respetarlo por la gran calidad de sus obras que dieron mayor lustre al universo de las letras latinoamericanas, de las que ya forma parte, por méritos propios, Mario Vargas Llosa, otra luminaria de la cultura de nuestro continente.

GRANOS DE CAFÉ

El cobro del “diezmo”, desde hace siglos dejó de ser potestad de la Iglesia y es una práctica muy extendida hoy entre la sociedad mexicana; se ha enquistado en todos los sectores, principalmente el político y empresarial. Se le conoce de formas tan diversas como “entre”, “moche” “partida” y un sin fin de adjetivos emanados del ingenio popular.

Esta práctica, recientemente causó un gran escándalo en el ámbito político, al revelarse que diputados del primer círculo del coordinador parlamentario del PAN en la cámara baja, Luis Alberto Villarreal, acudían a las oficinas de los alcaldes que requerían recursos públicos, para que, a cambio de un “diezmo” –que algunos llaman eufemísticamente “contribución”-, se les gestionasen recursos adicionales a sus presupuestos.

Pero más allá de ese escándalo, han sido incontables los casos en que ha trascendido a la opinión pública los acuerdos, generalmente inconfesables, entre los hombres del poder político y sus subalternos, directos e indirectos.

Quién no recuerda sucesos vergonzantes y vergonzosos -parte ya de la negra historia política reciente de México-, como el del “señor de la ligas”, René Bejarano, cuyo video lo mostró mientras llenaba sus bolsos con los fajos de billetes que le “prestaba” el argentino Carlos Ahumada, quien de valet parking, ascendió a millonario, merced a favores políticos que ofreció y recibió de múltiples personajes del mundo político. Ahí también está el más reciente caso de la empresa petrolera “Oceanografía” y los “entres” o “derechos de piso” que exigen los miembros de la delincuencia y los cárteles.

Aunque no por ello deje de asombrarnos, hoy indigna a muchos las revelaciones del jugador de futbol de Los Pumas de la Universidad, Daniel Ramírez, quien confirmó que “el diezmo” –o las extorsiones, para decirlo con todas sus letras-, también están presente en este deporte.

La denuncia del jugador puma llevó a que “separaran” del Club Pachuca a Ángel “Coca” González, quien fungía como coordinador de visorías (obervadores o cazatalentos) del equipo, tras los señalamientos de que cuando se presentó a una prueba, éste le exigió diez mil pesos si deseaba permanecer en las fuerzas básicas del conjunto hidalguense.

“Coca” González era reconocido en el ambiente futbolístico por haber descubierto al delantero Cuauhtémoc Blanco, cuando realizaba visorías para el equipo América, y de allí su peso e importancia para jugadores que buscan destacar en ese deporte.

Si bien su “separación” es por sí misma un pálido aporte al combate a la corrupción de estas artimañas, lo cierto es que sólo pasará a sumarse a las estadísticas, como ya ocurrió en otros ámbitos. Desgraciadamente, una vez que se diluyan los actuales señalamientos, los “entres” “diezmos” o “moches” volverán a aparecer en algún otro sector, en algún club de futbol o en otro grupo político o empresarial...Sus comentarios envíelos vía internet a la dirección gentesur@hotmail.com

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