miércoles, 30 de marzo de 2011

Ni machitos ni sumisas


Por Carlos Morán
Del pasado artículo “Ni Sumisas”, solo trato de compartir que, estos jovencitos de ahora, son los nietos de aquellas pioneras desesperadas que en los años sesentas empezaron a buscar la forma de ponerle fin a la opresión y la igualdad tan necesaria en todo el mundo desarrollado (Muchachitos que están siendo formados sin valores, en muchos casos y libertinos, como lo son sus creadores, en muchos casos)

En teoría puedo decir que de “ellas”, estas muchachitas de la era del internet tienen más acceso a información, más educación en sexualidad y mejor ejemplo en sus casas al ser hijas de parejas donde sus padres suelen ser profesionales o al menos trabajan y no se ve tan marcada la dominación del padre y la dependencia emocional o material de la madre como lo era en nuestra época cuando mamá tenía que estirar la mano diariamente para recibir “su gasto”.

Pero aún así, todavía se siguen soportando conductas ilógicas de dominación, y el varón por obra y gracia de la educación tradicionalista, que no se ha extinguido, lleva el peso del patriarcado contagiado y patrocinado por la religión Cristiana en donde la mujer no vale nada, excepto la virgen María (aunque de ella no existe genealogía en la Biblia); Y otras veces por su simple y mayor fortaleza física que ofrece tratos y actitudes claramente humillantes y agresivas para con sus hermanas o parejas.

Esa escena del típico muchachito celoso u “ofendido” por cualquier estupidez manoteándole, insultando, coaccionando o humillando peladamente a su pareja es muy común todavía. Aún hay demasiada estigmatización, sumisión y malos tratos psicológicos y físicos en la mayoría de las mujeres que a menudo soportan relaciones injustas e infames -a pesar incluso de tener independencia económica y una educación superior-, e incluso cuando son ellas quienes sostienen el hogar, por trabajo o herencia.

Esos machitos cotidianos en apariencia insignificantes persisten más de lo deseable, están ahí...van haciendo callo y cuando menos se piensa ya tenemos creado un muchachito machista en potencia, agresivo y dominante, que sigue los pasos de su progenitor. Cosa que por desgracia marca el carácter para siempre de un ser humano en formación y en muchos casos tiene muy mal pronóstico de recuperación.

Las niñas criadas en esa atmósfera injusta y falsamente inocente se convierten en víctimas de esa primera gran enajenación sensual que suele venir de la mano con el descubrimiento del primer amor y la sexualidad en pareja. Como consecuencia de esta educación sumisa y servil, casi siempre terminan haciendo lo que sus príncipes “gañanes azules” quieren, trincándose a sus caprichos y dejando de ser ellas mismas por darle gusto al primer energúmeno machista caprichosos y mal educado que se les cruza enfrente y es portador de una cara bonita o de un apellido rimbombante.

Es asqueroso y aberrante que en la época que estamos aún existan mujercitas adolescentes que dejen de frecuentar ciertas amistades, dejen de practicar ciertos deportes, dejen de vestir de cierta forma porque su noviecito, el mismo imbécil que es una replica burda de su padre, lo considera demasiado provocativo, poco decente, impropio de su dignísima condición..., o mejor dicho, le provoca inseguridad en su sobre valorada virilidad y puto complejo.

Es intolerable también que por agradar a algún sinvergüenza troglodita (de aparente linaje) empiecen a copular sin placer, a consumir drogas o alcohol simplemente por el miedo de no ser aceptadas por su hombre, por miedo a desagradar a ese rudo, agresivo y dominante machito al cual tienen que halagar a cualquier precio para merecerlo o por miedo a perderlo.

Es irritante que a estas alturas muchos padres sigan celebrando las múltiples conquistas y promiscuidad de su retoño varón, tomándolo como un signo de orgullo y virilidad exitosa, manifestación evidente del encanto irresistible de su vástago, de la belleza de sus hijos hombres y por el contrario, denigren y reprendan a sus hijas mujeres cuando pretenden vivir el despertar de su sexualidad con cierta libertad, aunque se cuiden y la situación no sea ni siquiera en cantidad medio equiparable.

Es estúpido que a la probable perdida de la virginidad de la mujer se le siga concediendo un carácter casi místico, una especie de tabú exageradamente relevante, muy importante, mientras que a los hombres no se le de mayor importancia si la perdemos con alguien “muy especial” o con cualquier candorosa amante de pago.

A la sexualidad masculina adolescente no se le da mayor importancia más allá del clásico “use preservativo cuídese de que no lo vayan a contagiar por ahí de quien sabe que porquería, y de no ir a preñar por ahí a cualquier casquivana” o “mientras estudie y le vaya bien que sea un poco golfo o puto... no importa”

Esta cultura machista es la que se sigue usando para justificar unas diferencias absurdas que sólo enmascaran opresión e injusticia. Están en el ambiente, y contrario a lo que se puede pensar no son exclusividad de las clases marginales o pobres. Se ve en todas partes. Incluso en mujeres jóvenes y ya profesionales se dan escenas vergonzosas, incomprensibles y humillantes de machismo y sumisión por parte de ellas, hincándose a la voluntad de tipos absolutamente animales, déspotas, celosos, posesivos, dominantes y controladores por el simple miedo de no perderlo.

Todavía en estos tiempos existen tipos que someten, que acosan, que no aguantan un NO por respuesta. Hombrecitos que manipulan con la amenaza y el miedo, que no soportan una merecida ruptura, que imponen, que abusan. Que quieren que el ritmo, el rumbo y la voluntad de su pareja en torno a su relación sea únicamente con su criterio; y si hay que imponerlo por la intimidación sutil -o explicita- o la fuerza bruta no dudan en hacerlo. Que se las ingenian para separarlas de su familia, de sus amigos y de gente que pueda entorpecer su egoísmo enfermizo y dominante.

Supongo que quienes hemos tenido la desagradable oportunidad de crecer en un núcleo familiar con padre machista y bárbaro, dominante y agresivo y con madre sumisa y aterrorizada, sólo tenemos dos caminos en la vida para enfrentar y superar tan desagradable experiencia. Alinearnos con nuestro padre e inmortalizar aquello que tanto repudiamos 0, ponernos en una actitud militante de auténtico compromiso y sincera repulsión por desaparecer esa lacra de la humanidad.

La cara de pánico, de terror, de humillación de una mujer que es golpeada, abusada o maltratada no es algo agradable amigos y amigas; pueden estar seguros de eso en caso de que aún tengan madre y hermanas. Hay que ser muy vil, enteramente descastado y deshumanizado para creer que esto es un juego que tiene algún tipo de gracia o que ya hemos llegado a una situación de verdadera igualdad o justicia en la intimidad y ejercicio de la relaciones de pareja.

Una buena parte del mundo: Latinoamérica a la cabeza junto con los países de mayoría musulmana, Asia y Oriente, así como en los países mediterráneos, hay demasiado todavía por hacer. La gente que se apega a la tradición que justifica patriarcados intolerables, primitivos degradantes que se respaldan de manera cínica con citas bíblicas, coránicas o catecismos religiosos; la gente que como único argumento por negarse a buscar un verdadero y profundo cambio en las políticas de igualdad y en el fin de la violencia machista maneja su voluntad determinista para que nada cambie porque “esto siempre ha sido así y no hay nada que hacer”, esa gente, suelen ser personas con cerebro de asno, fanáticas y con un profundo miedo a evolucionar por no aceptar una dolorosa ignorancia y fragilidad que llevan dentro, y que intentan tapar con violencia, dominación control y agresividad.

Ojalá y que al menos la generación de mis sobrinas nietas (ya que con la de mi madre, mis hermanas y mis sobrinas no se pudo consolidar aún) que una mujer tenga derecho a ser libre, a decidir acerca de su voluntad emocional, su cuerpo o su futuro en igualdad de condiciones con el hombre sin ser sometida al juicio o la burla cuando tan sólo ejerce su libertad de la misma manera que históricamente hemos hecho los hombres cristianos. Y no ser juzgada por ello de PUTA; ni que la SUMISION siga siendo considerada una virtud en una mujer “decente”.

Para comentarios escríbeme a morancarlos.escobar@gmail.com, y para mandarme al infierno, eso déjeselo a las moralinas y mojigatas que viven en sumisión.

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