Aléjese de la mierda y sea feliz
Por Carlos Morán
Dos candidatos llegan a un restaurante, bajan del auto escoltados, comen como cerdos y al salir, tres damas, por cortesía, y al saber quiénes son, les sonríen y preguntan a la vez ¿cómo van? Y uno de ellos responde sin disimular que su cana es canalla –Bien, nos vamos a chingar a todos los del PRI- … ´pero esto se los contaré en otra ocasión porque bien merece un capítulo aparte. Va mi felicitación para Samuel Chacón, porque sin tanta prepotencia ni alarde de poder ¡Ganó!
A algún imbécil se le ocurrió decir un día que sólo la tragedia es digna de ser tomada en cuenta como símbolo de la condición humana. Y esa actitud ha hecho escuela. A algún pendejo se le ocurrió pensar que sólo quien sufre mucho en la vida, en el amor de manera atormentada, y en su relación con el mundo en general, puede ser considerado como una persona valiosa o íntegra. Se mira bajo sospecha a quien es capaz de divertirse o sonríe a pesar de los palos que la vida le va dando. Se ha mitificado la amargura y el dolor casi hasta el ataque, cómo si esta fuera un “plus intelectual” o moral. Parece que el escritor, el filósofo, el científico, el político, el cineasta, el pintor, el cantante de culto o lo que sea, que no sufre horriblemente y que por el contrario es capaz de crear una buena comedía negra, una buena teoría o discurso, o una deliciosa canción alegre, o pinte algo realmente loco y divertido parece, repito, que en este mundo de criaturas “ hiper trascendentales” y amargadas una persona así no puede ser tomada en serio...
En serio. Ya sabemos que buena parte de este abarrotado mundo está sobre poblado por criaturas horribles, por depredadores insensibles, viles, insaciables, consumistas enfermizos, huevones crónicos; por seres violentos, de ambición desmedida, de honradez lamentable y sensatez casi nula. En suma, buena parte de los siete mil millones de humanos, son potenciales aniquiladores de otras razas y especies a la menor oportunidad o posibilidad de conseguir poder, y su único motor suele ser el ansia de dinero sin importar los medios y su única filosofía el egoísmo más bravío. Puede que esté exagerando y tan sólo sean la mitad, pero aún así serían demasiados. Es duro pero esto es lo que hemos creado desde nuestra prepotencia de “especie superior”, evolucionando durante millones de años para simplemente llegar a un nivel de exterminio masiva y reproducción sin control, más sofisticados.
Ya sabemos que la inmensa mayoría de los políticos (quienes por desgracia son los encargados de tomar las grandes decisiones) son repugnantes demagogos, “clepto-pseudo-demócratas” populistas, cuyo único objetivo en la vida, en el mejor de los casos, es ponerle la guinda a su colosal ego (como la honesta Josefina), y en el grueso y común de ellos asegurar la mayor cantidad de dinero posible para sí, y sus lagartos a costa de las esperanzas e ilusiones de un pueblo mayoritariamente ignorante, hiper cándido y haragán en exceso.
Ya estamos hartos de escuchar que el amor es una estafa, que la verdadera amistad no existe, que trabajando honradamente nadie se hace rico, que la justicia es una impostura; un engaño que sólo castiga a los pobres que no se pueden permitir un buen picapleitos..., que las mujeres “son de marte y nosotros de venus” y así un largo etcétera de tópicos que simplemente de tanto repetirlos nos han hecho criaturas derrotadas de entrada, conformistas y lloronas. Puede que todo eso en el fondo tenga algo de verdad, sea cierto. No lo sé, a lo mejor. Puede que lo haya sido siempre. Y lo que es aún peor, puede que lo siga siendo y ni usted ni yo podremos hacer nada para “cambiar el mundo”. Sin embargo estoy harto de vivir esquivando tanto tópico miserable como los que me encuentro dibujados en la cara de tanta gente con la que me cruzo en un día cualquiera. Sí, harto de ir esquivándolos como si fueran cagadas de perro que minaran las aceras de cada sitio que piso.
Los amargados y auto victimados hoy en día son legión, son la inquietante mayoría. Los que se viven quejando, los que viven suplicando compasión, Los que viven rogando que los quieran y siempre les parece poco el cariño que les dan... A los que siempre los demás “les fallan o les traicionan”. Los que siempre sufren por cada amante que les abandona aunque hayan durado dos semanas nada más. Los que siempre pierden el partido por culpa del árbitro, el clima, el césped...o porque el otro equipo de mariquitas disfrazados de machos jugó “a la defensiva”. Los que siempre prestan plata y nunca se las pagan. Los que les pagan muy poco para lo que creen merecer, y están aburridos con su trabajo y aún así no hacen nada por cambiar la situación ¡y siguen así! sin irse para otra parte pero al mismo tiempo sin ser capaces de simplemente adaptarse y ser felices con lo que tienen. Los que no les reconocen los méritos pero en el fondo siempre están esperando ser el centro de atracción en todas partes. A los que subestiman por doquier, o los engañan o los explotan....¡abundan por todas partes!...Es desesperante, insoportable. Si al menos se quedaran callados..., ¡pero tampoco,! son los que más ruido hacen.
¿Es que acaso no se dan cuenta que el 99 por ciento de esa amargura, destino trágico, y apego por la fatalidad nace simplemente de su percepción deformada y errónea de lo que significa vivir en un mundo que nunca ha sido ni será un camino de rosas? La vida es una mierda, bueno, si, ya lo sé. Puede ser; es injusta, fugaz, difícil, desconcertante e implacable...¡pero lo es así para todos! Las penas no tienen jerarquías ni miran condición social racial o de género. Son penas a secas para todos a su manera.
A veces simplemente quisiera darme un paseo por esta fugaz vida y creer que lo que quiera que sea este juego macabro, simplemente ....¡me va a merecer la pena! y que mientras dure permaneceré en él al menos medianamente contento. Y así quiero que me recuerde la gente que está cerca de mí, (que es muy poca) , por lo menos que digan: “era una mierda de tipo pero era divertido y muy vital”. O algo por el estilo. Que eso quede en mis pocos amigos, en las personas a las que he querido y con las que me he acostado (y con las que no y son importantes para mí también) Si señoras y señoritos, si todo es una mierda quiero ser la mosca más audaz y alegre: la más divertida, la que más goce, la que más alto vuele y mejor se la pase en este banquete de duración tan limitada y oxidación progresiva.
Mi meta en la vida será mantenerme como una mosca divertida con inquietudes complejas, con curiosidad generosa, y avidez por aprender, sin crearme muchas expectativas pero sin renunciar al esfuerzo y la voluntad por mejorar. Eso sí, con placeres sencillos, cotidianos al alcance de la mano. Lo que no es sinónimo de frivolidad, ni apología a la superficialidad, ni mucho menos a un goce enfermizo. Creo que se puede ser una persona medio sensata, crítica, honesta y productiva, sin necesidad de renunciar al placer y la alegría de vivir.
El arte de complicarse la vida cotiza muy fuerte en los habitantes de esta era, de la agonía de las ideologías; en la era del miedo como único aliciente y el terrorismo físico y psicológico como motor. El arte de exhibir la desgracia (entre abundancia) se ha hecho un mal general en la época del culto a la estupidez global inmediata, a la idiotez democrática al alcance de todos con un sólo clic del ratón.
Nos estamos olvidando de vivir de manera más tranquila y simple así como estamos, inmersos en una humanidad que sólo puede ostentar un falsa felicidad material -comprada a crédito-, y que ha hecho de la rapidez su valor más preciado. Ya no importa ser sabio, ser culto, ser prudente, ser cálido...Lo que importa es llegar rápido a cualquier sitio y conseguir muchas cosas en muy poco tiempo. El amor está perdiendo terreno…
Nos olvidamos que la simple ausencia de la desgracia no es más que una dicha en reposo, latente, plácida, tranquila. Sin embargo mucha gente que vive quejándose por todo, y llorando por cualquier pendejada, olvida que anda por la calle completa, que no padece enfermedades neuro degenerativas, ni taras horribles, ni tienen su cuerpo mutilado, ni permanecen marchitándose desahuciados a la espera que llegue el final cabalgando sobre púas definitivas encima de una voraz enfermedad terminal. ¡Eso sí que es un problema serio! Eso, o perder a media familia, la pareja amada o seres queridos en un accidente de tráfico. Eso sí es realmente trágico. O ver cómo asesinan a quien amas enfrente de ti sin poder hacer nada para evitarlo, eso, eso sí que es una desgracia. No tener que comer, o tener muy poco que llevarse a la boca, no un día, mi una semana sino una vida entera. Eso, eso si que es un motivo para llorar.
Lo demás es basura enquistada con lo peor de las más bajas rastreras y asquerosas pasiones y emociones humanas. Pésimos hábitos de conducta, en su mayoría contagiados por la misma sociedad, la familia o la infame herencia del “síndrome del mártir” que nos ha legado nuestra educación judeocristiana. Desde siempre hemos escuchado por todas partes que el sufrimiento, la penitencia extrema, la contención de cualquier amago de placer o tentación, la auto laceración, en suma el dolor escogido o encontrado son pruebas fehacientes de un alma virtuosa. Aunque casi siempre ese supuesto dolor está sobre valorado, exagerado por los que suelen exhibirlo. Gente que al no poder vivir de una manera más equilibrada, se refugian en vivir dándose golpes de pecho en las iglesias y sintiéndose sucios, pecadores y culpables y no contentos con esto de paso aburren y amargan a toda la gente que habita a su alrededor.
Durante una vida cualquiera la interminable sucesión de pérdidas y la muerte es lo único seguro que tenemos y cuya certeza siempre nos acompañará. Lo demás va desapareciendo muy de prisa. Perdemos los dientes, el encanto y la inocencia infantil muy rápido. Perdemos los primeros amigos, la virginidad, la figura casi sin darnos cuenta. Perdemos un amor para luego encontrar otro, y todos en su momento han sido “definitivos”. Se mueren nuestras mascotas adoradas, se hacen viejos nuestros ídolos, se van apagando nuestros padres y nosotros mismos vemos día a día ante el espejo cómo la buena muchachada va quedándose cada vez más atrás. Esto es así, y no hay nada que se pueda hacer excepto aprender a mirarlo de una manera más natural, sin tanto dramatismo. Pero no, para el sufridor de vocación antes que ser signo de debilidad extrema su no aceptación de la dualidad de una vida cualquiera, el dolor y la desgracia para ellos han sido elevados a la categoría de valores supremos, de finalidad en la vida como castigo ejemplar. Me imagino que por existir, o por hablar con serpientes, comer manzanas voluptuosas y pasearnos con nuestro amor en bola tirando por todos los recovecos de un paraíso perdido.
Supongo. Metáforas y parábolas aparte, si usted mira por ejemplo cualquier recreación pictórica donde se represente a Jesucristo, puede comprobar que se ha mitificado su figura con un inmortal semblante de dolor, de amargura, desolación, o como mínimo agobiante y constante estreñimiento. No hay un sólo cuadro que pinte al hijo de Dios sonriente, con alegría en los labios y la mirada por disfrutar del don supremo (la vida) que él mismo se inventó. A menos que tenga un profundo complejo de culpa o remordimiento por su creación, uno no puede entender tanta fatalidad fotogénica.
Nos pintan en los evangelios a un Dios sufridor profesional, de solemnidad inquietante; sin un ápice de espíritu lúdico, sin un atisbo de sentido del humor, sin una pizca de goce, sin la menor intención de des-dramatizar un destino inexorable para todos como lo es el final. Y peor aún él, sabiéndose inmortal y erudito como lo es..., nos había podido enseñar a encarar la vida de una manera menos fatalista, más alegre, asertiva y vital. A veces me pregunto por qué los fanáticos escritores a sueldo que crearon e hilaron este admirable compendio de mitos que terminó dando origen a las tres más prepotentes y violentas religiones que dominan este agresivo planeta, me preguntó por qué nunca retrataron en sus relatos a Jesús en su día a día. Quiero decir, cuando no estaba ocupado haciendo milagros o echándole maldiciones y amenazas de fuego eterno a los que no creyeran en él. No sé, supongo que el Señor de vez en cuando hacía travesuras: quedaba por ahí con sus apóstoles para tomarse unas cervezas, jugar a las cartas o al bingo entre chanzas y risas... o jugando a lo que existiera en esa época. Me imagino que también estallaría de vez en cuando en sonoras carcajadas cuando algún fariseo con gracia contaba un chiste ingenioso sobre los judíos, o cuando él mismo se tiraba un estruendoso pedo en la ducha con sus amigos después de un partido y le echaba la culpa a Pablo.
Eso habría sido lindo, esos detalles lo habría humanizado. Quizás sufrió por amor un par de veces y luego sintió ese enorme gozo y alegría que supone reconciliarse con alguien deseado. A lo mejor el Señor se llenaba de dicha cuando se ganaba una pequeña rifa. O cuando le ganaba a Judas, siendo aún niños, apostando a ver quién meaba más lejos o alcanzaba a escribir con el chorro de orines la palabra “ferrocarril”. O se ponía feliz siendo muchacho después de “haber subido al cielo” con Magdalena un par de veces, cuando desnudos desde la misma cama muy retozones jugaban a ver quién era capaz de encestar unos calcetines enrollados en forma de bola en un cajón abierto del armario. O tal vez el Señor hubiese sido más simpático para mí, si hubiese un pasaje donde contaran cuando estaba una vez ayudándole a su padre putativo en el taller de carpintería y se machacó un dedo con el martillo y por supuesto se enfadó consigo mismo y “se cagó en la puta madre de sí mismo que lo parió” y entonces lanzó una sarta de desestresantes palabrotas en arameo para después reírse con Simón o Mateo por lo inmaduro e idiota que había sido, como lo hacemos casi todos ante la misma situación. Eso me hubiese hecho más creyente seguro. A lo mejor el tipo era un buen amante, conoció las mieles del placer en solitario y compartido, y cada pequeña conquista le hacía sentir que su autoestima iba subiendo, le proporcionaba instantes de dicha. Puede que también fuera un muchacho alegre que dudara de sí mismo y de la enorme responsabilidad que su vengativo padre le había echado encima.
Supongo que cristo sonreía y a mí me hubiese gustado verlo aunque fuera una vez así...feliz: en un dibujo, en un cuadro clásico, en una parábola...al menos en un versículo. Una imagen un instante donde se burlara de sí mismo y de lo absurdo e injusto del mundo que él mismo había creado -quizás sin culpa-, nada más que por no aburrirse en la inmensidad de un infinito universo oscuro. Pero no... ¡nunca lo hace! Él, y sus vírgenes, y sus apóstoles, y sus santos, y sus papas maquiavélicos, y sus obispos sodomitas y toda su historia y bibliografía encargada a la carta por sus fanáticos están repletas de gente que ha hecho del sufrimiento un arte elevado a la categoría de virtud. ¡Y así nos va!
Se han obsesionado por enseñarnos (y lo han logrado) a sufrir con la mayor dedicación y disciplina posibles. A auto flagelarnos por una condena heredada, un destino el cual no escogimos y un pasado que no podemos cambiar. Nos han enseñado a pedir disculpas por sentir demasiada alegría, a tener remordimientos si comemos bien o sentimos mucho placer. A sentirnos viles si ganamos mucho dinero -aunque este sea bien habido-. A sentirnos sucios y malvados si deseamos amistad con sexo. A sentirnos tristes, miserables y culpables si nuestros padres se hacen viejos y mueren de manera irremediable. A sentirnos pecadores y avergonzados con el ángel de la guarda por habernos masturbado en su presencia en nuestra adolescencia (y todavía). A ver el sexo como algo sucio, repugnante...
¿Y tanto sufrimiento innecesario, represión, amargura y remordimientos para qué? ...¿Para aspirar a una vida eterna? ¿Acaso alguien quiere una vida eterna? En este puto mundo plagado de gente mezquina, mañosa, que desprecia la cultura, que no respeta y asesina hasta la extinción a las demás especies animales y a la suya propia; gente superficial, violenta, fanatizada, voraz, inconsciente, deshonesta. ¿Quién quiere otra vida así que dure una eternidad? Y si en la eternidad sólo van a quedar “las almitas estupendas”...¿qué carajos le costaba a ese o cualquier Dios haberlas puesto a todas en este mundo de una vez, en lugar de condenar a sufrir a tanta humanidad de manera innecesaria compartiendo su vía crucis con una mayoría salvaje.
La verdad es que no nos enseñaron a disfrutar de la alegría, a cultivar un espíritu ávido de lo mejor de las tradiciones cristianas (benevolencia, altruismo, generosidad, piedad, caridad, honestidad etc., ) en las cuales sí creo e intento practicar en mi vida, pero sin los dogmas y tradiciones estúpidas. Eso sí, sin perder esa fuerza lúdica que siempre debería movernos. Por el contrario a diario vemos a gente que de verdad da envidia en muchos sentidos: completos, bien comidos, bien vestidos sufriendo por nimiedades quejándose todo el puto tiempo por mezquindades que de verdad ahí si dan ganas es de matarlos.
Que mi novio me dejó por otra, que no me puedo comprar el carro de mis sueños, que este vino no me gusta, que si no es de esta marca no bebo. Qué esto está muy simple, o muy salado. Que no como carne y odio a los vegetarianos, o que soy vegetariano y aborrezco a los carnívoros. Que no entiendo porqué tengo que trabajar tanto para sobrevivir mientras otros nacieron ricos. Que hoy hace mucho sol, o mucha lluvia o mucha sequía, da igual. O que sólo puedo escuchar este tipo de música o sino no soy feliz...que por qué no puede ganar mi reina favorita, o el equipo de mis amores, o el candidato de mis predilecciones. Y así una sarta interminables estupideces que le roban la dicha a más de uno. Cada pequeña “derrota” (es decir cuando la realidad no se ciñe a sus caprichos o fantasiosas expectativas) se convierte en un pozo infinito de desazón, de amargura, de resentimiento con quien sabe qué fuerzas del universo que se ve que confabulan de forma exclusiva para hacerlo un desdichado (…) Y esto no sería malo del todo si se lo guardaran para sí y se pudrieran entre sus miserias apocalípticas de andar por casa. Pero no, tienen que estarlas compartiéndolo y exteriorizándolo con todo el mundo y a toda hora; molestando e hostigando a quienes simplemente vemos la vida como una bonita oportunidad para regatear las penas sin más.
Si tenemos un jodido trabajo y este nos da al menos para comer y para nuestros pequeños caprichos, mientras que nos esforzamos o preparamos para tener algo mejor... ¿es qué tanto nos cuesta ser un poco inteligentes y hacernos el ambiente? ¡Por qué simplemente no cambiamos la cara de estreñimiento! abandonamos las lamentaciones y reproches y aprendemos a sonreír, a ser más diestros a construir felicidad al margen de los medios donde empeñemos nuestro esfuerzo en procura de mantenernos vivos. Uno puede ser una persona jovial, vital alegre en cualquier parte si se lo propone, con indiferencia de los pesados que nos contraten o de la inmensa mayoría de gente desagradable con la que estemos obligados a convivir o tratar.
Todo es cuestión de apostar por el placer, por construir pequeñas parcelas de dicha, abandonar ese horrible semblante de sufridor eterno y ver que ya hay bastante tragedia real y horrorosa en este mundo para dar y convidar, como para que nos empeñemos en nadar en una maraña de insignificantes preocupaciones, falsas expectativas, manchas obstinadas, envidias vergonzosas, celos infantiles y enfermizas pasiones que nos consumen los mejores años de nuestra vida. O simplemente por que nos neguemos a aceptar la evidente imperfección y finitud de este fugaz tránsito. No hay otra cosa.
Todas las muertes son dolorosas y a más cercana a nuestros afectos con mayor razón. Pero pasar el tiempo que nos toque aquí muertos en vida es un despropósito que no tiene perdón de Alá y sus colegas.
Apuesto por el placer y la alegría porque en todos los demás apartados nuestra alma ya pertenece al diablo. Total, con esos requisitos tan amargados, dolorosos y resentidos que nos puso la severa y sufridora educación judeocristiana no se van a ganar a nadie para su otra vida. Peor para ellos...¡les falló el marketing espiritual! Apuesto por al placer y la alegría teniendo en cuenta que buena parte de nuestro tiempo en este mundo de carne y hueso, lo tenemos hipotecado a pulpos insaciables y alimañas corporativas que nos roban diez horas al día para poder pagar el mar de deudas que ellos mismos nos han vendido por otro lado.
Ahora mismo, en este instante me importa un pito la miseria y el dolor del mundo..., ya sufriré más tarde. Más tarde también me ducharé, saldré a charlar y tomar algo con las amistades que son falsas pero que aprovecho de ellas lo mejor y con un poco de suerte quizás termine confirmándome que soy feliz porque tengo todo en la vida y nada seguro a la vez, pero ahí voy, luchando por lo que quiero a quien quiero.
Para comentarios escríbeme a morancarlos.escobar@gmail.com
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