Por Carlos Morán Laura y Marcos fueron presentados hace 8 días en una reunión que organizó Claudia, una amiga de Laura. Una semana después salieron a cenar primero y luego a bailar, era un grupo grande e iban muy animados. Fueron a un antro, se gustaron desde un principio, se cayeron bien. Bailaron tres o cuatro veces alrededor de la mesa y cruzaron algunas frases, pero no ocurrió nada más.
Sin duda había atracción pero ambos eran más bien tímidos. Y ya finalizando la noche en un acto de insólita valentía para su carácter introvertido, Laura le dejó el número de su teléfono a Marcos apuntado en una servilletita. El lo cogió con emoción se besaron en la mejilla y se despidieron sin más. Prometió llamarla. En el transcurso de la semana hablaron todos los días por teléfono y quedaron para salir el viernes siguiente.
Durante la semana había tomado atenta nota de cada una de las respuestas que le daba Laura a sus, en apariencia, inocentes preguntas: qué tipo de música te gusta, ¿Radiohead o maná? ¿Borges o Cortázar? ¿Brad Pitt O Benicio del Toro? ¿Sodembergh o Tim Burton?… ¿Mockus o Uribe? Pequeños detalles, trivialidades que le iba metiendo en los diálogos, con las cuales se había podido hacer una visión muy aproximada de Laura, de su manera de sentir, de sus fijaciones estéticas, gustos cinematográficos incluso tendencia ideológica y política.
Todo perfectamente encriptado en preguntas discretas, envueltas en bromas, cubiertas de comentarios irónicos o provocadores. Habló con su amigo Luis y le dijo que Laura era una mujer que valía la pena, que a parte de tener unas tetas divinas, como cosa curiosa, no operadas, y un “culo poderoso”, se veía una mujer muy seria e inteligente. Y que si todo salía como esperaba, se la podría tirar este mismo viernes, pero que no quería solo un polvo, que le interesaba de verdad.
El amigo lo escuchó con paciencia, burlándosele de vez en cuando, y le dijo que fuera con cuidado, que recordara lo que le había pasado con Clelia, que no se enamorara y que si estaba buena para qué se complicaba la vida pensando en algo más, que la cogiera de diversión y punto. Sabio consejo pensaba Luis en voz baja.
Marcos Ordenó su apartamento de forma rigurosa, compró en la licorería una botella del mejor vino que encontró, y una de vodka Absolut. Regó cuidadosamente por la casa sus revistas y libros favoritos para que quedaran a la vista. Limpió el baño en cuatro patas con ajax perfumado y amoniaco, sobando todo con riguroso escrúpulo. Ordenó la cocina, cambió las sábanas y les echo un buen chorro de su loción entre el tendido y las mismas. Quitó las fotos donde aparecía sonriente con la estúpida de Patricia, su pareja anterior y a la que aún amaba un poquito, pero que lo había dejado tirado como a un perro hace ya casi un año por irse a vivir con su jefe, un tipo muy feo pero asquerosamente rico. Ojalá le fuera bien mal a esa guarra, pensaba Marcos, porque a él hoy mismo, la vida le volvía a sonreír.
Puso un ramo de flores en la mesa de centro e instaló estratégicamente tres ambientadores por todo el apartamento. Limpió los cristales de las ventanas. Nadie garantizaba que pudieran terminar en su casa en la madrugada, ni mucho menos que tuvieran sexo en esa primera cita, pero era mejor estar preparado. Laura era preciosa y no parecía en absoluto superficial, ni tonta, ni interesada ni trepadora como su ex Patricia. Separó su camiseta naranja semi nueva de Ralph Lauren, esa que cuando la estrenó, su hermana , la señora del aseo y sus compañeras de oficina le habían dicho que le sentaba muy bien, que resaltaba su color trigueño y lo hacía ver más guapo y delgado que de costumbre. Separó y planchó (cosa que nunca hacia) su Levis desteñido favorito que le hacía ver el culo más levantado y según él mismo era “el que mejor le hormaba” Además se afeitó al milímetro, cortó los pelillos que se asomaban de su nariz, se depiló los huevos y la base del pene para ganar un poco de “efecto óptico y comodidad”.
Se duchó con especial énfasis de doble enjabonada en el glande y los testículos, por si acaso Laura ya estando solos le daba por empezar de forma “atrevida”. Se puso sus calzoncillos azules nuevos, los que tenian el resorte perfecto y no habían empezado a soltar motas todavía. Se perfumó por todos los lados, se cepilló los dientes con escrúpulo e hizo varios buches con listerine. Se peinó las cejas con el mismo cepillo de dientes, utilizando un poquito de gel para que le quedaran más levantadas. Nada podía fallar. Revisó que tuviese en la cartera dinero suficiente y las tarjetas por si acaso. Borró de su teléfono celular fotos de las últimas amantes… Se echó una buena cantidad de after shave, y luego loción en la cara, en el pecho y por supuesto dentro de los calzoncillos, porque “uno nunca sabe”
Y Laura, Durante el transcurso de la semana aburrió a su buena amiga Angélica contándole que había conocido a un tipo divino el sábado pasado, que era diferente, que no era estúpido, muy interesante, divertido, que aunque tenía 33 años estaba solo y ¡Oh sorpresa, no era gay! Estaba separado y tenía solo una hija que vivía con su madre y su padrastro ricachón. Que parecía muy inteligente etc. A lo que la pobre Angélica que no lo había visto jamás, sólo atinaba a decir “Está bien mujer, pero ve con cuidado, recuerda las veces que te has estrellado por ir tan rápido…ojo con los hombres que al principio son lindos todos”.
Ella a su vez se había interesado por la música, películas y autores que prefería Marcos. Obviamente disimulando, como quien no quiere la cosa le había sacado información de su ex pareja (la estúpida Patricia de ahora en adelante) y de las cosas en que ella fallaba cuando estaban juntos, con la intención de parecerse lo menos posible a la ex de Marcos. Marcos le había confesado que su ex, era muy poco cariñosa, muy mandona y bastante histérica. Además que cocinaba asqueroso y no le gustaba mucho el sexo oral. Sin duda información valiosísima.
Sabía que a Marcos le gustaba el deportivo Azteca, aunque no era fanático. Que no soportaba el ruido ni las muchedumbres, ni ver televisión salvo uno que otro partido y algún noticiero... Y se había hecho un abanico de posibles diálogos en su cabeza con el material que había reunido. Estuvo preocupada a principios de semana porque la regla no le pasaba rápido, sin duda un “handycap” inquietante para ser la primera cita a solas, le podía quitar “espontaneidad” a la cosa… hasta que por fin el jueves cedió del todo la preocupación al ver que el flujo ya era incoloro. Pidió cita el mismo jueves en la tarde donde la chica que la solía depilar. Le hicieron las ingles y alrededores, dejándole únicamente el hilito mohicano en el pubis.
También le depilaron las axilas, las piernas y el bigote. Se hizo peinar, y pasó por un centro comercial a comprar una blusita que le hiciera juego con su Jean favorito, y unas diminutas tangas negras de Leonisa realmente espectaculares y carísimas...
En casa, aunque normalmente estaba bastante ordenada, repasó el baño, la cocina, cambió las sábanas, quitó las fotos donde aparecía con el cerdo de Álvaro, un mujeriego parrandero, cínico, mentiroso, manipulador pero que aún así, la había hecho sufrir (de manera incomprensible para su autonomía e inteligencia) de forma in interrumpida durante todo lo que duró su carrera universitaria, e incluso muchos años después. Ahora que ella tenía 31 años, y él todavía la llamaba de vez en cuando borracho para que se acostaran, o para que lo consolara cuando se sentía solo, o muy mal o no había nadie más con quien seguir la parranda. Ya que Álvaro en sus momentos de arrepentimiento le decía que había sido la más grande en su vida, y que ella era la única mujer que lo comprendía etc. A lo que Laura siempre había pensado “Y si es así hijueputa, por qué nunca me has valorado” En fin ya no era más que un fantasma patético que soportaba más por vicio o lástima que por cualquier otro noble sentimiento.
Dejó cuidadosamente y aposta, dos libros que estaba leyendo en la mesa de centro “En brazos de la mujer madura” de Stephen Vicinczey, y una edición de lujo de “Madame Bovary” de Flaubert. Encendió varios inciensos arregló el dobladillo de una cortina de la sala. Se duchó tomándose su tiempo, con especial énfasis en los labios menores y mayores, el clítoris y el culo porque “una nunca sabe lo que puede pasar” Se tardó 45 minutos acicalándose y echándose las respectivas cremas de rigor: hidro nutritiva de Ponds para la cara. Otra con colágeno y elastina para la prevención de arrugas y bolsas alrededor de los ojos. Y Dove con alohe vera para las piernas y el resto del cuerpo. Disimuló un par de espinillas inoportunas de la frente, se arregló unos pelillos rebeldes de las cejas. Se puso las pestañas de L’oreal y salió a la sala desnuda y alistó tres o cuatro Cd’s de la música que sabía que le gustaba a Marcos. Los dejó de manera “casual” encima del equipo.
Se vistió, tres o cuatro veces se desvistió de nuevo, y lo volvió a hacer, y terminó poniéndose otra cosa diferente a lo que había comprado y pensado en un principio. Un vestidito viejo medio sport, pero que sabía de sobra que le resaltaba a la perfección su bonito cuerpo y le iluminaba el rostro. Se maquilló, volvió a perfumarse por dentro de los calzones, en las tetas y el cuello, por delante de los codos y detrás de las rodillas. Y puso además un poco de perfume debajo de las sábanas. Se tumbó en el sofá a ver la tele soñando despierta, esperando que llamara Marcos y sobre todo que fueran las 9.30
Marcos estuvo desde las 9.15 abajo estacionado en la calle, le dio vergüenza llegar tan temprano y esperó en el carro escuchando música y repeinándose las cejas con saliva en el espejo retrovisor. A las 9.28 se animó, salió y le dijo al portero que lo anunciara. El portero estaba escuchando la polémica futbolera en su radio y lo anunció con desgano. Subió hasta el sexto piso y Laura le abrió la puerta bastante sonrojada y con sonrisita nerviosa. De fondo se escuchaba a Joaquín Sabina “y me envenenan los besos que voy dando, y sin embargo cuando…” el televisor estaba encendido pero sin audio. Se saludaron de beso en la mejilla y ella lo invitó a seguir.
Se repartieron cumplidos acerca de lo guapos que estaban y salieron diez minutos después dejando el ascensor completamente impregnado de una mezcla entre: “Adict” de Dior y “Obsessión” de Calvin Clain. Tomaron rumbo al restaurante Marinni donde habían reservado mesa. Ella dijo que tenía poca hambre y él también. (Aunque no era cierto en ninguno de los dos casos) Resultaron comiendo poco, más por vergüenza mutua que por falta de apetito pero charlando de manera muy animada, y eso sí, se bebieron casi dos botellas de vino. Y ella no lo dejó pagar a él, con lo cual terminaron haciéndolo los dos por igual. Al salir habían bebido más de lo que habían comido. Y él le preguntó a dónde quería ir: - No sé ¿y Tú?
-Yo, yo… nada, lo que tú digas. -No, a mí me da igual. Bueno en realidad si bebemos más no deberíamos conducir… -Si, tienes razón… ¿entonces? -Yo me la estoy pasando de miedo, no quiero que la noche se acabe… -Laura me gustas mucho, demasiado. -Y y tú a mí, pero deberías tener cuidado conmigo, soy a veces muy necia, terca y lloro por tonterías. - Y tú conmigo soy bastante neurótico y tengo unos ataques esporádicos de inmadurez que me causan verdadera vergüenza. Pero al menos soy muy poco celoso.
Finalmente no se pusieron de acuerdo y las camas se quedaron perfectamente tendidas y perfumadas, las flores con espinas en la mesa, los inciensos consumiéndose, los ambientadores, los libros, las revistas, las fotos de terceras personas ingratas guardadas en el último cajón de los armarios. La exhaustiva limpieza del baño, de la cocina el champán y la expectativa creada permanecía inmóvil en las cosas cómplices, se encerraba en las paredes que solían guardar sus soledades. Ahora había que escribir una historia nueva, partir de cero, empezar a conocerse sin ventaja, sin artificios sin pasados parasitarios. Supongo que la primera noche sería más mágica que placentera, el sexo sería algo torpe muy ansioso y poco sincronizado, pero se gustaban demasiado. Lo iban a superar. Supongo que poco a poco empezarían a crear comunión y sintonía con sus cuerpos, se conocerían más y comenzarían a mejorar progresivamente hasta llegar en pocos meses a amantes explosivos de esos que estallan con el más mínimo contacto, con un simple roce.
Si les irá bien o mal, si sus expectativas y necesidades de afectos son más grandes que la limitada realidad, o si logran crear una historia linda y duradera, ya no es nuestro problema. Supongo también que a las pocas semanas empezaran a aparecer los primeros miedos y defectos mutuos. Ahora es sólo pasión irracional, pero deliciosa. Deseo, el sublime poder enajenador que tiene una ilusión nueva, capaz de trastocar incluso los cimientos de las vidas, en teoría más sólidas y estructuradas. Y había que dejar que la vida los premiara como lo hace muy pocas veces, como casi nunca… con esa emoción fantástica que sólo se siente cuando empieza a nacer un gran amor.
Para comentarios escríbeme a morancarlos.escobar@gmail.com
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