sábado, 30 de octubre de 2010

Carlos Morán

Alejandra Cruz ToledoEl trabajo de Alejandra frente al DIF deja una muestra palpable de humildad, sencillez y amor al prójimo. Se va llevándose el mejor premio, la sonrisa de sus viejitos, niños, mujeres y hombres que en el camino, les ha tomado la mano para ofrecerles un futuro mejor… Agradecida con la vida y con Dios por la oportunidad de servir y descubrir que todo lo hecho ¡Ha valido la pena!

Alejandra Cruz Toledo Zebadúa, vino al mundo un martes de verano de 1968. Nació de noche y en buena cuna, es la segunda heredera de la dinastía de una familia de buen linaje integrada por el Lic. Jorge Cruz Toledo Trujillo y María del Carmen Zebadúa Rodríguez.

Su historia, a pesar de que está llena de claros secretos, tal vez no me alcance el papel ni el tiempo para despejarlos, pero debo concluir diciendo que llegó al mundo con buena suerte. Heredó de su abuelo materno el Dr. Carlos Zebadúa la frescura de su carácter, de su padre la inteligencia y de su madre, esa extraordinaria sensibilidad humana para cultivar amigos. Desde niña reveló una inclinación especial por fijarse retos –Voy a ser campeona de natación- le dijo a su madre cuando tenía apenas 5 años y lo consiguió. Ese fue el primer anuncio de que su paso por este mundo, con éxito, estaba asegurado.

Estudió la primaria con las Hermanas de la Orden Guadalupana y la secundaría así como el bachillerato en el Colegio Miguel Hidalgo, dirigido por los Hermanos Lasallistas, y cuando decidió que deseaba especializarse en Derecho, sus padres le consiguieron un espacio en una pensión para señoritas dirigido por unas monjas españolas inscribiéndose en la Universidad Intercontinental de donde egresó con Mención Honorífica.

Creo que voy de prisa, así que le contaré que, desde niña, ha tenido una enorme pasión por el deporte ecuestre, pero su madre y los excesivos cuidados que le tenían, decidió que ese deporte peligroso no era para una niña como ella, así que, siendo apenas una quinceañera le dijo también que deseaba dar clases de hawaiano; Carmelita Zebadúa, su madre, la llevo personalmente al D.F., en donde Queta Córdova, la instructora de Olga Briskin, tras una serie de cursos intensivos, la convirtió en maestra y fundó una escuela en Tapachula por espacio de tres años.
Al finalizar sus estudios universitarios, sus padres le reconocieron el esfuerzo regalándole un viaje al resto del mundo que no conocía, viaja por espacio de varios meses recorriendo toda Europa y finalmente vuelve a la tierra que siempre ha amado, Tapachula.

Acá se convierte en la secretaria particular de Norberto DeGyves Córdova (1992-1993) Después adquiere la responsabilidad de ser la jefa del Departamento de Regularización de la Tenencia de la Tierra del Ayuntamiento Municipal (1993-1995) conociendo todos los rincones de Tapachula y de 1999 al año 2001, gracias a su talento profesional es jefe del Departamento Jurídico del DIF… Ingresa, por supuesto al PRI, siendo parte fundamental de esa “sangre nueva”, en este partido que hasta hoy ha demostrado que sabe gobernar este país.

Su ingreso al PRI, su trabajo e inteligencia, esa sonrisa inigualable que la caracteriza y su misma belleza, llama poderosamente la atención de un hombre quien primero se gana su amistad y con un estilo innovador comienza el cortejo con enormes arreglos florales que llegan sin tarjeta alguna. Fue así como aquel hombre que era Oficial Mayor cuando ella despachaba como Secretaria Particular del Presidente Municipal; él, quien después se convirtió en Síndico y ella en la jefa Jurídica del DIF, decide romper el silencio para actuar como lo deben hacer los caballeros. Llega a ver al Notario Jorge Cruz Toledo para solicitar permiso y tratar a su hija.

El romance se hizo público, era Ezequiel Orduña Morga el hombre con quien compartiría sueños y retos, el mismo que un día le dijo –Voy a ser presidente de mi pueblo y ella le contestó, -Y yo, voy a ser notaria-

Por supuesto que el amor entre Alejandra y Cheque, era más que un encuentro de dos almas y un amor probado, así que cuando él le dijo que ella sería la madre de sus hijos, la esperó a las 8 de la noche en el altar de la iglesia de San Agustín el 17 de septiembre de 1994. Lo demás no hay necesidad de narrarlo, Ezequiel Orduña conquistó a una extraordinaria mujer con quien no solo compartiría una vida entera, sino que juntos realizarían sus sueños. El deseaba ser Presidente de Tapachula y ella Notaría. Dos caminos distintos pero seguros de lograrlo porque ante todo, estaba el lazo de ese amor que hasta hoy ha derribado todas las barreras.

Casada y al lado de un hombre que caminaría con ella a la par, ingresó a un post-grado en Derecho Notarial en la Universidad de Estudios de Postgrado en Derecho de la (EPED), logrando este objetivo gracias al apoyo de su esposo quien cuida de sus hijas durante dos años mientras ellas cumple su máximo sueño profesional.

Combina así, con sacrificios el trabajo de madre, esposa y universitaria estudiante convirtiéndose en Notaria desde hace 5 años y colaborando al lado de su padre desde hace más de 10. Después, vendría la campaña de su esposo por la Presidencia Municipal en donde ella funge no solo como esposa, sino como compañera extraordinaria con el papel más importante, convirtiéndose en el apoyo más fuerte y juntos, con esa virtud filantrópica que los identifica, Cheque, su esposo, se convierte en Presidente de Tapachula, tras una contienda difícil en donde a ella el destino la coloca en una nueva plataforma.

Se convierte a partir del 1 de enero del año 2008 en la Presidenta del DIF municipal, un encuentro humanitario que la llevó a descubrir que, “cuando conoces el dolor de los demás, el tuyo se minimiza”. Se entregó de lleno al DIF sacrificando a su familia, especialmente a sus dos hijas que entendieron, partiéndose en pedazos porque en ambos lados era necesaria. Nada difícil para una mujer que desde pequeña ha sabido imponerse retos y conseguir, entregando humanamente su vida, por los suyos y por los demás.

En el DIF, Alejandra Cruz Toledo Zebadúa, descubrió un mundo distinto, se enfrentó con la cruda realidad de los niños de la calle, mujeres víctimas de la violencia, los ancianos, los discapacitados y la integración de la familia a través de un rescate de valores así como los grupos vulnerables a quienes atendió implementando y consiguiendo a través de los programas un futuro mejor, una mejor calidad de vida en cada uno de los rubros.

No fue una tarea fácil. Alejandra no solo tuvo enfrentarse con una y mil necesidades que nuestro municipio padece, sino que trabajó incansablemente, ignorando las criticas porque siempre ha estado segura, como siempre lo ha hecho, y sabiendo que invariablemente ha contado fundamentalmente con el valor y los principios para hacer lo que su corazón le dicta. Teniendo como premio esa absolución total que le da su conciencia, cuando de hacer el bien, sin saber a quién, se trata.

En el DIF, Alejandra manifestó que no solo es una mujer que sabe el valor de serlo, sino que escribió a través de casi 3 años las páginas más importantes de nuestra historia humanitaria. Lejos de cualquier beneficio propio o la búsqueda de elogios y premios, ella supo mostrar que es una mujer impecablemente honesta que refleja su belleza interior en todo lo que hace.

Quienes estuvimos del lado critico y supimos concederle el tiempo para que actuara como su papel se lo exigía, descubrimos a una mujer coherente con lo que hace y con lo que dice. Ahí, en el DIF., aprendió a ser más profesionista, mejor madre, amiga y poseedora de un gran corazón noble que siempre, fundamentalmente ha estado trabajando por ayudar a quien más lo necesite, pero sobre todo, se descubrió a ella misma como una mujer sensible al dolor humano, un sentimiento que le enseñó a ser una mejor mujer y mejor madre.

En Alejandra, sabemos que pueden ser los niños de la calle, aquellos que no conocieron a sus padres, aquellas mujeres que sufrieron el maltrato físico y mental y que hoy encontraron una mejor calidad de vida en talleres de costura, belleza, manualidades, etc… De igual manera sí se trata de hombres y mujeres en la última etapa de su existencia que solo tienen en el rostro las marcas del pasado marchito, pero que su presente, gracias a ese trabajo silencioso, el hoy, se les pinta de hermosos colores.

Son también los pequeños con alguna discapacidad, los mismos que cuida y ayuda a la menor provocación con terapias y técnicas novedosas en donde siempre, con la misma sonrisa que ofrece confianza, les ha iluminado con un futuro mejor.

Así es “Ale”, a quien llamamos con cariño y a quien nos dirigimos con buen aprecio porque sabemos que entregó lo mejor de ella, su tiempo, su espacio y ese amor que imprime en todo lo que hace. Agradecida con la vida, con el generoso destino que la unió al lado de Cheque Orduña, con sus hijas por haberla apoyado comprendiéndola, pero sobre todo, con Dios, por haberle dado la oportunidad de vivir una realidad y entregar lo mejor de ella sin medir tiempos.

En esta nueva aventura, supo rodearse de un gran equipo humano que trabajó hombro con hombro por un mismo fin y, quienes tuvieron la oportunidad de colaborar con ella, califican ese tiempo como “la estancia en un paraíso”, porque siempre ha estado preocupada por lo que le ocurre a su gente, a las mujeres, hombres, niños y ancianos.

Hoy rinde su tercer informe de actividades al frente de un sitio en donde el título de primera dama y presidenta del DIF, no es más que un membrete honorifico que requiere profesionalismo y capacidad, un puesto que exige mucha responsabilidad, sacrificio, humildad y sencillez en el actuar. Se va dejando un DIF funcional con un trabajo extraordinario así como programas y gestiones logradas que vale la pena continuar. Se marcha con mucha nostalgia por esa labor humanitaria que no termina hoy porque el DIF y Tapachula, requiere de más labor humana.

La historia de los pueblos se escribe con el actuar de los hombres y las mujeres. Alejandra en el DIF, aprendió a ser una luchadora por los demás, “no se convirtió en altruista”, como equivocadamente lo han hecho otras a falta de profesionalismo, sino que aprendió a tener el temperamento y equilibrio para dar soluciones, implementar talleres, obtener recursos y todo aquello que beneficiara a “mi gente”, como ella se refiere celosamente a sus ancianos, niños, mujeres y hombres que le han robado el corazón.

Alejandra Cruz Toledo Zebadúa, es la esposa de Ezequiel Orduña Morga, es Licenciada en Derecho, con maestría en Administración con Formación en Organizaciones (MAO) en la UNACH Tapachula Chiapas. Ha sido docente del COBACH; catedrática de la UNACH en la Facultad de Contaduría y ha sido merecedora de cargos importantes en la Administración Pública. Es Notario desde hace 5 años, siendo así una de las 3 primeras mujeres Notario Público en Tapachula, Chis., Diputada Suplente y en breve protestará en el Congreso como Diputada Local.

Logros:
Fundó la Casa Día Sur (Vivir a plenitud)
Unidad Básica de Rehabilitación
Programa de Equinoterapia para niños discapacitados
Casa de tránsito para mujeres víctimas de la violencia
Centro de Asistencia Infantil Comunitario
Implementó servicios dentales, oftalmológicos y de citología

Trabajó con talleres a favor de grupos vulnerables (herrería, panadería, uniformes escolares, manualidades, belleza, arte del bombón, serigrafía, corte y confección)

Implementó Proyectos sociales como:

Construcción del Centro de Desarrollo Comunitario, Talleres Productivos de Tapetes Regionales y de limpieza para Adultos Mayores, Campaña de Sensibilización para la Atención del Adulto Mayor, Campañas de Prevención e Información de la Violencia Intrafamiliar, así mismo cursos de sensibilización sobre los beneficios de la rehabilitación para personas discapacitadas, Talleres para personas con discapacidad, reparación de aparatos electrodomésticos, Tecnología de Alimentos, Bisutería y Modulo Interactivo de Comunicaciones.

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