martes, 27 de enero de 2015

CARREREANDO LA CHULETA


NOSOTROS, NADIE MÁS
Por Ronay González
Somos una especie muy extraña, nomás no acabo de entendernos, incluyéndome a mí por supuesto.

Yo fui de los que anduvieron corriendo el último día al INE (Instituto Nacional Electoral, antes IFE; el cambio de letra salió caro, caro) para tramitar la credencial de elector, había harta gente, casi me da algo, y eso que saqué mi cita por internet.

Todo pal’ final, no tenemos remedio, lo peor es que además queremos que nos echen la mano y hacemos uso de las “palancas” que creemos tener, y si no, de los gritos. Cuando llegué y quise pasar, como no estaba en la fila, la gritadera no se hizo esperar, les tuve que explicar que mi cita era por internet, hasta les mostré mi comprobante con tal de que no me lincharan y en lugar de la foto para la credencial me la tomaran para la policíaca.

De todas formas esperé un buen rato porque no era el único con cita, éramos como diez y creo que para la misma hora. El trámite fue rápido hasta eso pero la cantidad de gente rebasaba, por mucho, al número de empleados.

Nomás no nos acostumbramos, dejamos todo al último y luego queremos que todo sea rápido haciendo uso hasta de lo más inverosímil. En cosas tan simples como la fila de las tortillas o del banco nos encanta brincarnos las reglas y llegamos buscando a la vecina o a la comadre para que “nos haga el paro” y no esperemos, como deberíamos por no llegar temprano; siempre tenemos que ser los VIP a como dé lugar, la impunidad ante todo.

Una segunda cosa que me cuesta trabajo entender es que no somos capaces de procurar por nosotros mismos. Tenemos un gran problema con el chikungunya en esta zona, pero antes de revisar el cochinero que tenemos en la azotea y en el patio, nos da por maldecir a los vecinos marranos que tenemos.

Podrán bañarnos en insecticida pero si nosotros no prevenimos la proliferación del mosco, ahí va a estar la enfermedad y cada vez va a ser más complicado controlarla.

Otra que no acabo de entender del todo es la propuesta que anda en el ambiente y que algunos pregonan hasta con orgullo: no votar en las próximas elecciones. Yo también estoy enojado, inconforme, pero sigo creyendo que el abstencionismo no va a lograr los cambios que necesitamos.

Qué fácil se la pondríamos a los políticos, sólo tendrían que convencer como al veinte por ciento que piensa votar ¡y listo! Los demás nos aguantamos con lo que diga la minoría. Por eso se les hace tan fácil querer comprar las elecciones.

Si de dar a conocer nuestro descontento se trata, anular el voto podría ser una mejor opción, porque implica salir a expresar nuestra voluntad, tomarnos la molestia de cruzar toda la boleta, eso sí sería cuestionar al que “gane” en esas condiciones.

Todo esto me iluminó, cual diputado en tribuna, y me llevó a pensar que somos nosotros los que tenemos que cambiar para poder exigir. Si los maestros suspenden clases hay que poner tarea a los niños, ocuparnos de ellos. Hay que ir a las juntas de padres de familia, exigir clases, buenos maestros.

El compromiso es grande, cualquier mejora va a implicar el que dejemos de estar de espectadores y movamos nuestro trasero, hay que hacerlo por nuestro propio bien, si es que el bienestar común nos importa un comino; nadie va a hacerlo por nosotros.

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