Por Ronay González
Haciendo memoria y remontándome a mis orígenes (no hablo de Marte ni de ninguna galaxia lejana), recuerdo que, en lo que cabe, tuve una familia muy bonita, lo que debo principalmente a la unión que representaba la matriarca de donde provengo, sí, la filósofa de Xochiltepec, Roselina Ruiz, quien era la que dictaba y decía a qué ritmo se bailaba en esa familia. Vimos rodar muchas lágrimas (aunque ella creía que no nos dábamos cuenta), y una lucha diaria e incansable por el bienestar de su familia, y aunque para mí era única, la verdad es que había muchas como ella, con esas ganas de salir adelante, en aquel pintoresco pueblo en donde estoy seguro el “Colocho” y su papá tienen una casita para ir a descansar de lo ajetreado que seguramente resulta cuidar a tanta gente.
Supongo que es por estos antecedentes que le hago más caso a una mujer que a cualquier bigotudo, claro que con sus reservas, pero honestamente he encontrado en las mujeres más espíritu de lucha que en lo hombres, desde cosas tan simples pero trascendentes como la educación de los hijos, que no se por qué, siempre la mujer parece más empeñada; a la hora de la comida, es ella quien no sólo cuida los alimentos, además hace que haya armonía, amén de que pueden hacer 2, 3, 4 ¡o hasta 5 cosas al mismo tiempo! Son quienes mantienen el orden sin que nadie se los pida, y además con un toque especial de belleza, todo esto prácticamente sin presupuesto.
La parte crítica es que aún no logramos que estén presentes de una manera importante en los Gobiernos y los consejos de administración de las empresas, ni siquiera tienen acceso a un trabajo decente, o les cuesta más que a un hombre; es más, aún se les niega el acceso a la educación básica escolar.
Conozco muy pocas mujeres malas: mi mamá, que me ponía a estudiar aunque yo no quisiera; mi esposa, que me manda a trabajar sin que yo quiera; y mi socia en la agencia que desde lejos me pone a escribir no importa lo que esté haciendo. La verdad es que a las tres les hago caso, sabedor que lo hacen por mi bien y que siempre cuento con su apoyo, el cual a veces consiste en un sopapo por “mi falta de sentido común”, pero no soy el único, dese cuenta de cuántas mujeres están alrededor haciendo todo –y sin cobrar nada- para ayudar a los suyos.
Es por esto que voy a pedirle un favor, que empecemos a educar a las futuras generaciones con un alto sentido de igualdad. Nuestra sociedad necesita buenos ejemplos, una guía, y nada mejor en nuestra patria que sus mujeres, las mismas que sufren por leyes que no les favorecen, y que siguen luchando por algo que deberían tener desde que nacen: la igualdad.
El Día Internacional de la Mujer todo mundo sale diciendo que las mujeres por acá, que las mujeres por allá, que son muy importantes, pero el día de hoy… nadie se acuerda de ellas, pregúntenle a mi amiga Elsa Simón, quien muchas veces luchó (y a veces todavía) sola por las mujeres, o la Premio Nacional de Derechos Humanos Olga Sánchez.
Este país necesita rumbo, y creo que si las futuras generaciones, las que están en sus manos, aprenden a valorar a las mujeres pueden lograrse mejor cosas.
Benedetti escribe: ¿Y si Dios fuera mujer?, si Dios fuera mujer es posible que agnósticos y ateos no dijéramos no con la cabeza y dijéramos sí con las entrañas. Tal vez nos acercáramos a su divina desnudez para besar sus pies no de bronce, su pubis no de piedra, sus pechos no de mármol, sus labios no de yeso. Si Dios fuera mujer la abrazaríamos para arrancarla de su lontananza y no habría que jurar hasta que la muerte nos separe ya que sería inmortal por antonomasia y en vez de transmitirnos SIDA o pánico nos contagiaría su inmortalidad.
Yo sólo agregaría: haga Patria y apoye a una mujer.
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