lunes, 26 de septiembre de 2011

La mala educación

Por Carlos Morán

Amiga y amigo lector: Si usted tuviera la oportunidad algún de elegir qué ser, al menos de imaginarse por un día, quizás tendría conciencia de las cantidades de ideas fijas, la cantidad de condimentos culturales impuestas o heredadas y de cómo el peso de la tradición gobierna gran parte de sus actos y pensamientos. Sí, son los padres o “los grandes” quienes deciden que será el niño o la niña cuando sea grande; le impondrán una religión que tal vez no quiera, será el macho fuerte y bruto que nunca quiso ser o la esposa sumisa que vivirá presa de costumbres hasta el día de su muerte.

Si usted ha tenido la desgracia de vivir en una familia “normal”, así es y así ha sido siempre, por mucho valor y éxito que tenga en su vida, siempre el peso de la tradición le seguirá como una sombra negra. “Un muchacho decidió en mala hora que sería ser Chef y tanto el padre como la madre, ordenaron porfiristícamente que debía ser ingeniero: Se convirtió en ingeniero y se graduó con honores. Llegó él éxito y los padres presumieron su orgullo pero al final le faltó valor para elegir una esposa y convirtió su vida en un infierno”. 
Si usted tiene cierta edad y aún no tiene pareja estable o estirpe porque simplemente no se le da la gana, y en esta etapa prefiere utilizar su energía para otras cosas; las preguntas incómodas los comentarios burlones, incluso los que se compadecen o se mofan de su “rareza” no cesaran de acusarlo de marica hasta convertirlo. Si usted decide vivir su relación de pareja de otra manera, al margen de la tradicional, de “lo normal” (por mutuo acuerdo no tener hijos, vivir en casas separadas, mantener una relación abierta con libertad sexual y afectiva para los dos miembros por separado) o simplemente no elegir nada de lo anterior, será visto en el mejor de los casos con lástima, con repugnancia o como un ser desadaptado. Y si se atreve a declararse gay, lesbiana, transexual, ecologista o seguidor del Dalai Lama, probablemente sea visto de la misma forma.

Existen unos modelos, unos esquemas estrictos que no se pueden ni se deben romper. La improvisación, la innovación y la evolución se llevan mal con las pocas categorías que la sociedad, la religión y el peso de la tradición han reservado para usted como única opción bendita y aceptable y bien vista. Si usted no cree en nada de lo que le ofrecen, no se siente cómodo adoptando el papel que le ha escrito el destino, con frecuencia termina aceptando más por resignación, más por no contrariar a su familia, más por la prisa de la presión externa y del reloj biológico que por verdadera filosofía vital o convicción auténtica que nazca de su interior. Y así vemos hoy en día a este precioso mundo repleto de gente que reniega de la suerte que ellos mismos y sin ninguna imposición tuvieron toda su vida para madurar y elegir inmersos en: trabajos, matrimonios, maternidades, o vidas que aborrecen. O defendiendo de manera enajenada modelos de pensamiento que han demostrado con creces su inutilidad, su fracaso, su impostura, o aferrándose a una bandera, un himno, o cualquier trozo de hueca salvación post muerte que les de licencia en este mundo para soportar la terrible limitación y fragilidad de nuestras vidas.

Lo mismo sucede al nacer. Los adultos le heredan los odios, los sentimientos, los nacionalismos, las ideologías y los miedos como se le haría a cualquier cachorro canino a una edad tan temprana. De tal forma que cuando usted empieza a tener conciencia de sus recuerdos, esos condicionamientos ya estaban cimentados, han hecho de usted el germen de algo, y no necesariamente ese algo es positivo o es lo mejor. Cuando usted empieza a crecer y a pensar por sí mismo, se sorprende profesando un catecismo falso heredado en vida, que ha sido construida por su entorno, y aunque le despierta serias dudas, se las traga para no contrariar a su familia y la tradición. 

No es tan patético pero si una invitación a la reflexión que nos ayude a despojarnos de imposiciones que nos colocan en el coctel de desgraciados e infelices que simulamos vivir conforme a las reglas y respetos impuestos por un patrón social. Y es que a cierto tiempo usted comienza por remedar una cantidad de hábitos manías, prejuicios, conductas, modos y maneras de reaccionar diferentes en virtud de que haya tenido la suerte de nacer varón o mujer. Si es varón ¡Ya chingó!, su vida será gozosa y llena de bendiciones: Será educado en los macizos valores de “la hombría”, le asignaran desde pequeño un rol fuerte, rudo; una categoría, unos oficios, unos modales que le empezaran a separar de “sus opuestas”, es decir, las mujeres. Gozará en muchos casos del favoritismo de sus padres, y será alejado de oficios que normalmente se destinan para el sexo femenino. Será tratado con mayor rudeza, pero al mismo tiempo le darán más libertad que a su hermana aunque sean casi de la misma edad y demuestren parecidas capacidades.

Esas pequeñas diferencias van sumando y forjando su carácter distinto: hombría valor, fuerza; en oposición a la “frágil feminidad” de sus hermanas. Un cóctel de valores culturales que terminará por hacerlo sentir un ser humano poderoso, privilegiado por ser poseedor del monopolio de la fuerza, la virilidad y por gozar de cuotas más altas de libertad y confianza, de no ser tan sobreprotegido como las niñas de su edad que acuden al colegio y siempre parecen más sensibles, aunque usted en el fondo sepa “el gran secreto”… que no es así, que ese es el papel que les hacen adoptar y que ellas cada vez se lo creen menos ¡gracias a Dios!; es como la religión impuesta que al final termina por decepcionarnos cuando crecemos y entendemos que Cristo no vino a imponernos una religión, sino una vida mejor con respeto y amor. Eso es todo. 

Y así, con ese formato casi musulmán, el niño de 10 años empieza a tratar a las mujeres con frialdad, incluso con grosera brusquedad: la fuerza ruda y la agresión es el último mecanismo que le queda para intentar acercarse a esa supuesta superioridad que el medio le ha venido sembrando y construyendo desde que nació. Las mujeres maduran antes y a nosotros sólo nos queda la fuerza animal para imponernos.

Si usted es niña, será vestida con “colores para niñas”. Sus juguetes desde el primer año de vida serán distintos, aunque usted no sepa hablar todavía “ellos” le traen lo que supuestamente una niña tiene que utilizar. Una muñeca para que sepa de una vez por todas que cuando sea grande criará niños y sino los trae, será excomulgada del clan familiar. Trastecitos de cocina para que aprenda desde niña que la cocina y sus utensilios serán sus armas para luchar y ganarse un lugar. Gracias a Dios cada día las mujeres se van revelando en contra del “servicio al macho” y de convertirse en fábrica de niños y responsables del goce y la felicidad masculina. Amén a la honra.

En algunas razas y no voy a enumerar la de siempre para no echarme encima a los mismos, consideran a la mujer en una carga, en el mejor de los casos se criará con la esperanza de que un buen matrimonio se las pueda quitar de encima lo más rápido posible, y su vida pase a pertenecer a su marido y a la familia de él. Cosa que nunca sucede con el hijo varón que en caso de pérdida del padre siempre será cabeza de familia, “el hombre de la casa”. De acá que, tal y como la virgen María que carece de genealogía en la Biblia, en la vida real de estas tribus que habitan por todo el mundo, la mujer vale lo que pesa en kilos. Nada más.

Usted –hombre o mujer- según la teoría paternal tendrá que ingresar a estudiar de manera imperativa en una universidad para evitar que la sociedad diga que es un “don nadie” que vale cero como ser humano, y que no tiene algún futuro de entrar en el engranaje que le tiene preparado el mundo para que el inmenso motor de lo establecido continué su marcha sin interrupciones. Ni se le ocurra ir a contracorriente. Deje ese absurdo idealismo. ¡Qué pensará la gente! si usted decide ser: escritor como yo, jardinero, carpintero, panadera, actriz de segunda fila, músico callejero, artesano, agricultor, o simplemente escoge una carrera que no de brillantez social y no deje mucho dinero. Usted será visto, primero por su propia familia, que son los más crueles y villanos, como una especie de fracasado o mediocre, alguien que no supo ver donde estaba el verdadero camino del éxito. No importa que las consultas de los psiquiatras y psicólogos del mundo, estén repletas de “profesionales exitosos” con muchos diplomas, que los matrimonios no duren una mierda hoy en día, que la gente viva estresada, apurada y sola, si el sistema dice que ese es el camino de la felicidad. ¿Quién es usted para ponerlo en tela de juicio?

Y como le apuntaba, aunque el Dios de los cristianos sólo sea el del 15 por ciento de la humanidad, y el resto de los siete mil millones de seres humanos restantes se repartan sus creencias y piensen lo mismo del suyo: que es el único, el mejor etc. (Buda , Alá, Yahvé, Confucio, Krishna o el que sea) y crean en lo que creen por la misma razón que lo hace usted: La sumisión a “un ser superior” hace a la gente más dócil, por eso el poder político siempre actúa en contubernio con la iglesia. La gente es más penetrable, más manejable si está ceñida bajo los dogmas de una religión y prisionera del miedo por tantos “pecados y culpas”. 

Sí, nos han educado erróneamente para que, aunque estemos comiendo mierda, sobrevivamos en la desigualdad más cruel, y nos ahoguemos en la más estúpida y terrible guerra tenemos un Dios que nos consuela -siempre y cuando nos humillemos ante él-, y “nos reserva una suite de honor en la otra vida…” Para qué nos vamos a esforzar, que se esfuercen los impíos, seguiremos siendo miserables. O si tenemos fortuna y todo a nuestro alrededor se derrumba, no pasa nada, porque ya sabemos que los pobres y miserables heredaran el reino de los cielos.

A veces duele entender que usted y yo somos títeres. Víctimas de una obra infame sazonada con amor. La educación que ha recibido lo ha hecho una persona que de la forma que está diseñado el mundo no podrá tener un solo segundo de armonía y felicidad en su vida. Siempre estará en deuda: con sus padres, con el estado, con su empresa, con la sociedad que lo educó y espera tanto de usted, con la moda, con sus gurús, con Dios, con su familia tradicional única e indestructiblemente blofista...

Tendrá que esconder sus vicios y sentir vergüenza de ellos, aunque todo el mundo haga lo mismo a solas y proclame de cara el público que sólo los demás son los malos, los impuros. El sistema lo presiona para que consuma cada día más, va pagando créditos pequeños y una vez que finaliza le sueltan uno más grande y permanece hipotecado de una u otra manera por el resto de su vida. Sus sólidos principios religiosos le hacen sentirse miserable cuando comprueba que por más que se esfuerza nunca da la talla, siempre vive en pecado, en deuda con ese Dios tan irritable, que hagamos lo que hagamos nos tiene listo y seguro un Apocalipsis para juzgarnos; 

Definitivamente no estoy de acuerdo con quienes solo intentan explicar las diferencias entre hombres y mujeres por la biología, únicamente por teorías “científicamente comprobadas” que intentan hacer de la ciencia otro credo y obligarnos a conformarnos “si lo dice la ciencia tiene que ser así y las cosas no se pueden cambiar”. Usted sabe que es macho porque eso le hicieron creer, le pulieron el carácter y lo hicieron débil para que el resto lo señale con el dedo “mandilón”. A usted lo educaron como un hombrecito para que fuera “un varón” y ahora como está el mundo y como han cambiado los roles, su disfraz de macho ya no le sirve de nada, tan sólo le trae desventajas y problemas. 

Por supuesto. La cultura, la educación nos puede moldear de una manera más positiva. Los sentimientos y las emociones se pueden domesticar, y es absolutamente necesario hacerlo viendo la miseria emocional, sentimental y el fanatismo en el que malvive gran parte de la humanidad. Todo ese lastre de condicionamiento negativo que arrastramos hoy en día en todos los aspectos ha sido sembrado en la infancia con una mala educación y la asimilación de conductas y patrones culturales negativos. Y eso se puede cambiar. Al menos yo quiero creer que es así. Si no, apaga tu computadora y ve a servirle un café a tu dueño o marido.Para comentarios escríbeme a morancarlos.escobar@gmail.com

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